La nueva novela de Ángela Banzas, una de las principales voces del suspense gallego, es una historia de sororidad que, además, rinde homenaje a figuras históricas como Emilia Pardo Bazán y Gertrudis Gómez de Avellaneda.
En este making of Ángela Banzas desvela la cocina de la escritura oculta tras El aliento de las llamas (Suma de Letras).
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Una pregunta, la fuerza de una idea y tres capas: alma, corazón y piel. Esa es la forma en que abordo y me adentro en el proceso de construcción de cada novela.
La literatura permite explorar la naturaleza y la condición humana en el misterio del tiempo. Así la concibo, la leo, la siento, y es por eso que entiendo que, aunque hemos de morir, no tenemos como fin la muerte, sino, curiosamente, la vida. La Vida.
Innegable es que el ser humano forma parte de la naturaleza, sin embargo, dispone de una singularidad: es imprevisible. Y es en este punto que aparece la idea. Los animales se comportan por instintos de supervivencia, en cambio el ser humano puede actuar en contra de sus necesidades: puede dar la vida por otro ser o por una fuerte convicción. Cuanto sucede en la naturaleza tiene una causa y una consecuencia previsible. Si un vaso se cae, el agua se derrama, y si está hecho en fino cristal, se rompe. Si un hombre o una mujer se caen, quizá se rompan, quizá se levanten, quizá ardan en llamas clamando venganza, o quizá se hagan grandes, muy grandes, y puedan perdonar.
Y ¿qué es el perdón sino la herramienta que integra el pasado en el presente para restaurar nuestra mirada de esperanza hacia el futuro? El perdón libera. Y justo esta historia habla de esclavitud y liberación, de la esperanza que se alza en la más absoluta desesperación.
Hasta aquí el alma de la novela. Vayamos ahora con el corazón. Con sus latidos. Con su música. Vayamos con el amor.
Doña Emilia Pardo Bazán. Referente, visionaria, luchadora y virtuosa de las letras. Sé bien que ella no necesita que nadie lo diga, pero como en parte gracias a mujeres como ella tengo voz, puedo hablar e incluso escribir, me niego a dejar pasar la oportunidad de decirlo (o escribirlo). La idea de esta novela la engendré con su nombre, su historia y todo cuanto para mí la insigne autora gallega representa en la cabeza, pero fueron dos aspectos de su vida los que captaron mi atención.
El primero de ellos: su concepción del amor: «No hay dos formas de amar: una masculina y otra femenina». Ella hacía hincapié en la educación como pivote sobre el que concebir y entender el amor, con independencia del género. Quizá en parte porque era conocedora de que muchas autoras del siglo xix se enfrentaron a numerosas trabas por pertenecer al gremio de las letras. El motivo no era otro que entender como una forma de rebeldía este oficio para las mujeres. En el fondo se consideraba que damas así podían ocasionar más problemas domésticos que aquellas que se ajustaran a un perfil más convencional y acorde a la época.
El segundo aspecto de su vida fue el sonado rechazo a su ingreso en la Real Academia de las Letras. Tres veces se lo negaron. Corría el año 1889 cuando vieron la luz las cartas inéditas de Gertrudis Gómez de Avellaneda en las que solicitaba su admisión en la Docta Casa a mediados del siglo XIX. El objeto de esta publicación no era otro que minusvalorar las capacidades del género femenino e impedir el acceso de doña Emilia a la Academia.
Fue en ese punto que me adentré en la figura de doña Tula Gómez de Avellaneda. Leí su obra, su poesía, y me lancé a conocer su vida, todo cuanto podía haber detrás de tan inmensa figura de las letras, en su dolor, su desesperación. Y ahí entendí. Ahí sentí. Terrible el infortunio en el amor de una dama como ella, que, como colofón, sufrió la pérdida de una hija cuyo padre se negó a conocer ni a dar su bendición. Esta historia, por la crueldad humana que encierra, me traspasó por completo.
Los amantes por los que tanto había sufrido la Avellaneda eran de la ciudad de Sevilla, la ciudad de don Juan Tenorio, un hombre manipulador y de gran vileza, sin más aspiración que la ruindad en la conquista de mujeres para ocultar el terrible desprecio que sentía hacia ellas. La sombra de este personaje tan bien retratado por José Zorrilla, Tirso de Molina o Molière resultó de gran inspiración en esta especial versión del embaucador sevillano. Un ser que representa el narcisismo, lo contrario a la empatía. Así, frente al burlador, la historia debía dar voz a las mujeres burladas.
Ellas son ficciones, construcciones, pero sus sentimientos, cavilaciones, preocupaciones y su enorme fortaleza en circunstancias vitales adversas son dolorosamente reales. Los he encontrado en ojos cubiertos de pliegues y recuerdos; en manos artríticas y temblorosas que guardan el inequívoco rastro del trabajo en el campo; en quien perdió la sonrisa en la pobreza y la orfandad y se convirtió en la niña-vieja; en la vergüenza de la mujer burlada que malogró lo mucho o poco que tenía por la ilusión de convertirse en protagonista de una historia un día. También, cómo no, en las cabezas que se alzan, miran al frente y a los ojos de quien sea, que sonríen al pasado, que no ven error, sino lección, que se ríen del pájaro que es cuervo cantor, y que abren sus propias alas, porque la vida es una maravillosa aventura e «igual no me quedan más que dos días, neniña, y aún tengo mucho que caer para no perder la costumbre de levantarme».
Tenemos el alma: liberación y esperanza. Tenemos el corazón: el amor.
¿Y en la piel? ¿Cómo alimentar el impulso lector, la curiosidad para pasar páginas y avanzar?
Ahí la intriga, el suspense de una tierra mágica como es Galicia, en donde se encuentra el pazo de Mariñán. En él no falta magia y belleza, también símbolos, vaporosas nieblas y misterios. Para muestra, la existencia de una placa de mármol blanco frente a un embarcadero sobre la cual se vierten mil teorías en forma de otras tantas leyendas con una extraña inscripción: la nada, aquí.
Y es aquí donde la protagonista de esta historia debe encontrar a una enigmática mujer cuyo nombre es Jimena.
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Autora: Ángela Banzas. Título: El aliento de las llamas. Editorial: Suma de Letras. Venta: Todos tus libros.
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