Bienvenido, lector, a tres años de mi vida.
Escribir La Leyenda del Ladrón me llevó cuatro años. Desde una noche de enero de 2008 en la que tuve la idea y permanecí hasta altas horas de la madrugada tomando notas en una libreta de cortesía de un hotel de Lituania, hasta la tarde en que, completamente agotado, terminé la cuarta revisión del manuscrito, en febrero de 2012.
Ha sido un largo viaje, sin duda. El tramo final, el esfuerzo mayor, tuvo lugar en la escritura de las casi 700 páginas de la novela. 180.000 palabras, muchas noches en vela, muchas lágrimas vertidas sobre el portátil, intentando superar cada capítulo.
Pero a ese tramo final, a ese descenso último por el agujero del volcán, a ese enfrentamiento con el monstruo, no se puede viajar con lo puesto. Hacen falta provisiones, preparación. Construir un barco que te lleve hasta la gran ballena blanca.
Reunir los aperos necesarios me llevó tres años, un centenar de libros e incontables notas, elucubraciones e investigaciones, que se recogen en estas páginas. No pretende ser un texto académico, sino ofrecer al lector una mirada cómplice de mi proceso creativo.
Un viaje a ciegas que había comenzado como un chispazo en la madrugada.
La génesis de una leyendaLa idea para La Leyenda del Ladrón nació al imaginar que dos personajes históricos —de los que más tarde hablaremos— se conociesen gracias a un personaje literario. Un héroe anónimo y universal, cuyos actos fuesen impulsados por la imaginación de las dos mentes más grandes que jamás han sostenido una pluma. Y que al mismo tiempo, con sus aventuras, prendiese la chispa de la imaginación de ambos.
La idea se me ocurrió en plena noche, durante un viaje promocional a la Feria del Libro de Vilnius, Lituania. Afuera hacía cincuenta grados bajo cero, yo estaba agotado tras los tres aviones que había tomado el día anterior y la larga jornada de entrevistas de aquel día. Y sin embargo no conseguía dormir. Tenía pensamientos de lo más prosaicos sobre un radiador que había que arreglar en casa, cuando la idea llegó. Sola y sin avisar.
Pocos escritores hablan de ello, pero en contadas ocasiones sucede que el velo entre este mundo y el mundo de los sueños se rasga, y a través del desgarrón preciosas gotas de imaginación se derraman en la vida real. Te afanas en capturarlas con todas tus fuerzas, pues normalmente ocurre en los momentos más inoportunos. En la ducha o en la cama, en lugares donde no sueles tener un boli. Cuando el velo se rompe, debes recoger esas preciosas gotas de magia tan rápido como puedas.
Me levanté y me senté al escritorio, garabateando notas con furia.
“Espadas entrechocándose, los cascos de un caballo resonando al pie de una muralla, monedas cayendo sobre el suelo de una iglesia…”. Imágenes en bruto, sensaciones puras, sin destilar.
La materia de los sueños.
La Leyenda del Ladrón, viajando en el tiempoIntoxicado por la adrenalina de una idea nueva, no fui consciente de la enormidad de la tarea que tenía ante mí.
Pero crear a un héroe así no era tarea fácil. Hasta el momento sólo había escrito novelas contemporáneas, lo más hacia atrás que había viajado en el tiempo había sido a la Alemania de Entreguerras en El Emblema del Traidor. E incluso para hacerlo había pasado semanas en Munich, empapándome de la ciudad. Sin embargo Iberia no programa vuelos a la Sevilla del XVI.
También tenía que superar otra barrera, y era la oposición de mi entorno. Mis anteriores novelas habían conseguido muy buenas cifras de venta internacionales, y mis editores extranjeros -especialmente los norteamericanos- querían que siguiese en la misma línea. Thrillers contemporáneos, con alta tecnología, capítulos cortos y toneladas de acción. Hicieron ofertas. Firmaron cheques.
Dije que no.
Mis agentes menearon la cabeza e intentaron convencerme, pero fue inútil. Ya habría tiempo para las demás.
Quería, mejor dicho, necesitaba escribir esta novela. En el fondo de mi cabeza escuchaba los pasos de Sancho de Écija saltando por los tejados de Sevilla, mientras miles de voces susurraban su leyenda en la oscuridad.
Pero antes tenía que responder a una pregunta muy importante… de la que os hablaré en la próxima anotación.
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