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Cómo me encontré con Tiffy y Leon

Cómo me encontré con Tiffy y Leon

La idea de Piso para dos se me ocurrió poco después de tomar la decisión de mudarme fuera de Londres, volver a mi ciudad natal y vivir con mi novio, que estaba comenzando su formación como médico residente. Habíamos pasado de vivir en diferentes ciudades a compartir la misma casa, pero nos veíamos menos que nunca: yo invertía mucho tiempo cada día en llegar al trabajo en Londres, y él a menudo tenía turno de noche. Me levantaba, hacía la cama y me iba a trabajar; media hora después, llegaba él y se acostaba en la cama de la que yo acababa de salir escasos minutos antes; más tarde se levantaba, hacía la cama y se iba a trabajar; entonces, media hora después… Y así sucesivamente. De modo que sí, vivíamos juntos, pero no al mismo tiempo.

"Yo necesitaba a dos personas que estuvieran dispuestas a suscribir un acuerdo de convivencia tan singular"

Un día estaba quejándome sobre todo esto con una amiga mía —la encantadora Libby (¡hola, Libby!)— cuando ella comentó: “Alguien podría sacar dinero así, alquilando su habitación durante el tiempo en que no estuviera allí”. La idea se me quedó grabada; no como un proyecto de negocio, sino como argumento para una novela. Empecé a reflexionar acerca de todas las pequeñas cosas que me decían cómo era Sam: la cantidad de café que le había dado tiempo a tomar, si había comido como Dios manda o un simple cuenco de cereales con prisa, si sus zapatillas de deporte y auriculares habían cambiado de sitio (lo cual significaba que le había dado tiempo a salir a correr). Empecé a plantearme… ¿y si dos desconocidos vivieran así? ¿Qué podrían averiguar el uno del otro a partir de estas huellas que cada uno iba dejando a su paso, en su día a día? Los personajes de Tiffy y Leon nacieron partiendo de este argumento. Yo necesitaba a dos personas que estuvieran dispuestas a suscribir un acuerdo de convivencia tan singular: tenían que ser poco convencionales, y era preciso que cada una tuviera algo en su vida que la hiciera abierta de miras.

Cuando estoy escribiendo hay un periodo en el que los personajes me resultan maleables, como creaciones propias: podría decidir cambiarlos con toda libertad. Pero llegados a un punto encajan y adquieren consistencia, y es lo que hay: son quienes son, igual que tus amigos son quienes son, y de buenas a primeras no puedes anunciar que uno de ellos en realidad era un fantástico cantante de ópera y hacer que lo sea.

"El inconveniente de tratar con personajes que parecen personas reales es que también se comportan como personas reales, y hacen cosas que no deben hacer"

Con Tiffy todo encajó muy pronto. Fue su optimismo a ultranza lo que me ayudó a comprenderla: una vez que entendí que seguía siendo original, abierta e impulsiva, incluso a pesar de lo que había padecido con su exnovio, ya la tenía en mis manos. Era real. Leon tardó un poquito más en hacerse ver (¡lo cual tal vez encaja con un hombre tan parco en palabras!). Pero,cuando hube resuelto el estilo de escritura de Leon, sentí que tomaba forma. Aun así, siempre tardaba un poquito más en escribir sus capítulos. Tiffy es tan parlanchina que sus capítulos sencillamente se derramaban sobre las páginas; Leon es más comedido con sus palabras, así que cuando escribía su parte, yo tardaba más, reflexionaba más.

El inconveniente de tratar con personajes que parecen personas reales es que también se comportan como personas reales, y hacen cosas que no deben hacer. Se suponía que Tiffy no debía lanzarse al agua en Brighton, por ejemplo; y no era mi intención que Justin se plantara en la puerta de Tiffy y Leon una última vez, pero lo hizo. Todo eso está muy bien cuando te facilita una vía hacia la siguiente fase de la trama (gracias por zambullirte en el agua, Tiffy), pero en muchas ocasiones también te conduce a callejones sin salida.

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Autora: Beth O’Leary. Título: Piso para dos. Editorial: Suma de Letras. Venta: Amazon y Fnac

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