Por lo que cuesta un café, podemos vivir una aventura extraordinaria. Esa era la idea que nos rondaba en la cabeza al proponer esta sección. Vivimos tiempos duros de crisis económica y sanitaria, un confinamiento global que ha arruinado muchos negocios y un virus que se ha llevado (y sigue haciéndolo) demasiadas vidas. En los meses de encierro, la lectura ha sido para muchos una salvación y un consuelo, y ahora que volvemos con precaución a la “nueva normalidad”, en Zenda queremos agradecer a nuestra manera la labor de las librerías y de los libreros de viejo.
A cambio de unos euros un misterio, unos versos inolvidables, una venganza, una compañía. Nosotros hemos reunido 10 € para ver qué historias podíamos hacer nuestras con ese billete en diferentes librerías de viejo de Madrid. Comenzamos este mes en la Cuesta de Moyano.
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En la cuesta de Moyano los libreros ven pasar la vida en la puerta de sus míticas casetas de madera gris atestadas de libros viejos y nuevos, como bouquinistas de secano a las orillas del parque del Retiro. La mañana quería ser lluviosa, pero el sol finalmente ha desenvainado su espada, hiriendo en oro los nubarrones oscuros. Aparecen los primeros husmeadores que pasean cuesta arriba mientras los libreros preparan con paciencia sus puestos bajo una lluvia intermitente de hojas de castaño.
Esta lectora olfatea el aire como un podenco entrenado, y sabe que hoy va a ser un buen día de caza. No hace falta esperar, pues la primera historia salta a nuestras manos. Ellery Queen. Tres historias de misterio en un solo tomo con una portada desafortunada (una zapatilla blanca de tenis abandonada sobre la hierba), pero la editorial Aguilar es un marchamo de calidad. Se trata del primer tomo de las obras escogidas en la edición mexicana de 1980, con la foto del autor en las páginas de cortesía. Me lo llevo. Miro a Jeosm, que sigue a lo suyo, haciendo fotos, y observo el hueco del libro que está justo en la frontera entre el cartel de 5 € y el de 3 €. Sin preguntar, le alargo el billete de diez al librero. Bueno. Con los cinco euros de vuelta y una mañana otoñal por delante se pueden hacer maravillas en la cuesta de Moyano. Ellery Queen es tanto el pseudónimo literario de dos primos que escribían a cuatro manos, como el del detective que protagonizó sus elegantes misterios y les superó en fama. El Sherlock Holmes americano. Frederic Dannay (1905-1982) y Manfred B. Lee (1905-1971) nacieron en Brooklyn y pasaron 42 años escribiendo y editando bajo este nombre. También fundaron la revista Ellery Queen’s Mystery Magazine, una de las más prestigiosas de la edad de oro de la literatura de detectives. No faltaba un ejemplar de ella en ningún hogar donde hubiese alguien con ganas de entretenimiento de calidad. Aunque Dannay sobrevivió a su primo Lee, Ellery Queen dejó de existir en 1971, coincidiendo con la muerte del primo que daba vida con palabras a las intrigas imaginadas por el otro.
Seguimos nuestro paseo sin apartar la mirada de las mesas atestadas de libros, cajas, algunos carteles de no tocar y muchos tipos de etiquetas con precios que, en los libros de viejo, es difícil que superen los 20 €. En la caseta cuatro paro en seco, porque hay un ejemplar de La tabla de Flandes de Arturo Pérez-Reverte en Alfaguara Hispánica con la inconfundible portada de Enric Satué. Me lanzo a por él y lo abro por dos razones: porque me encanta la vieja foto del autor, con aquella inconfundible mirada de guerra tras las gafas de reportero, y porque siempre suelo fijarme con curiosidad en la edición. Y sí. Se trata de una primera edición. El precio asoma en un cartoncito sobre el lomo. Son 9 €. Imposible. Jeosm me mira inquieto, y yo no termino de soltar el libro. ¿Vamos?, me dice, y sigue caminando, dejándome allí sin comprender mi sufrimiento. Finalmente lo devuelvo a su sitio y continúo el ascenso por la cuesta con el ánimo de Sísifo y la sensación de que alguien me ha arrebatado una primera edición de un Tofiño o un Quijote de Ibarra en el último minuto de puja de una subasta.
En el interior de las casetas, protegidos del mal tiempo y de los ladronzuelos, las novedades editoriales aportan frescura y cambio en el panorama, además de atender las necesidades de la clientela que quiera leer lo último, aunque no es nuestro caso hoy. Pasamos frente a una bella Odisea en la clásica versión de Segalá editada por Bruguera en piel verde, pero tiene el lomo destrozado. A su lado, la colección completa de Blasco Ibáñez de la editorial Aguilar en piel, con sus maravillosas letras doradas como carteles de neón prometiendo el paraíso y la aventura. Este escritor, el gran olvidado, Vicente Blasco Ibáñez, hombre de acción con una biografía novelesca, fue muy prolífico, escribiendo con talento y audacia sobre casi todo; relatos breves, novelas, crónicas de viajes y artículos periodísticos. Sus novelas arrasaban como auténticos best sellers, y él fue uno de los primeros escritores españoles en triunfar en Hollywood, donde se adaptaron dos versiones de Los cuatro jinetes del Apocalipsis, una interpretada nada menos que por Rodolfo Valentino, y la segunda dirigida, ahí es nada, por Vincente Minnelli.
Descartar es doloroso, pero no hay más remedio. Dejamos atrás con pena a este grandísimo autor, además del arte y la poesía: la imprescindible (al menos para una historiadora del arte) enciclopedia de René Huyghe, El arte y el hombre (5 € el tomo; ya nadie compra enciclopedias, se me parte el corazón bibliófilo), la preciosa edición de los poemas de Kavafis de la editorial Hiperión y a Paul Valéry y su exaltado Cementerio marino:
¡Se alza el viento!… ¡Tratemos de vivir! / Cierra y abre mi libro el aire inmenso.
También tenemos que renunciar a la felicidad juvenil que supone leer a Gerald Durrell (por cierto, la serie Los Durrell, en Filmin, es una delicia de buen gusto, inteligencia, humor y cultura). Melancólicos, fotografiamos la portada de Guillermo y sus famosísimas aventuras escritas por Richmal Crompton, un niño que arrasó y que hoy es un marciano para los chicos digitales que miran aquel mundo como el que se planta frente a la piedra Rosetta. También nos topamos con el padre Coloma, crítico costumbrista, biógrafo y autor de la deliciosa novela Pequeñeces (con una estupenda adaptación cinematográfica donde el niño Carlos Larrañaga, de trece años, interpreta su primer papel en el cine), hoy recordado por ser el creador del Ratoncito Pérez, una historia de tradición oral que él convirtió en cuento para el futuro rey Alfonso XIII con motivo de la caída de su primer diente.
A punto estoy de llevarme el Bomarzo de Seix Barral porque el retrato de la portada es un viejo conocido veneciano y porque hay algunos títulos, como este del gran Mujica Láinez, que compro compulsivamente para regalarlos a los amigos. También, siguiendo en la línea de refinamientos y memoria, El gentilhombre europeo, de Vilallonga, se nos presenta como una magnífica posibilidad, pero no encaja en el presupuesto.
Llegamos casi a lo alto del camino. Una hermosa columna de lomos rojos puesta en el suelo me obliga a agacharme, más como gesto de reverencia que de curiosidad: allí está la colección completa o casi, de Agatha Christie en Aguilar. El librero, viendo mi expresión y nuestras miradas, echa mano de otros volúmenes más económicos y los coloca en difícil equilibro sobre éstos. Dios mío. La Biblioteca de Oro de la mítica editorial Molino. A 1 € cada uno, nos dice, y sigue montando las mesas. Tengo algunas debilidades bibliográficas, y una de ellas es esta colección nacida en Barcelona en 1933 por iniciativa del vallisoletano Pablo del Molino Mateus, quien quería crear una colección de novela para el gran público. Sus portadas, muchas de ellas diseñadas por el pintor y dibujante Roc Riera Rojas, son auténticas joyas que han ido adquiriendo valor y solera estética con el tiempo. Además, en esta colección descubrí por primera vez el cadáver de Rogelio Ackroyd, el hombre del traje marrón, el Tren Azul, el Orient Express, un cadáver en la biblioteca y a mi amado Hércules Poirot. Y claro. Eso deja una impronta de felicidad imborrable. Como el primer beso. Me llevo dos.
Paseamos felices comentando las bellas portadas atrevidas, creativas, inconfundibles de la editorial Molino que acabamos de adquirir. Me paro en otro puesto y señalo a lo lejos: esa es una gran novela, Jeosm, te gustará; se trata de HHhH, de Laurent Binet, en la edición de tapa dura de Círculo de Lectores. Ese enigmático título es el acrónimo de Himmlers Hirn heißt Heydrich, pues la novela dibuja la biografía del dirigente nazi Reinhard Heydrich, segundo de las SS y jefe de la Gestapo, que en 1942 convocó y presidió la Conferencia de Wannsee, donde se planificó el exterminio de los judíos de Europa. Esta estupenda novela obtuvo el Goncourt en 2010.
Seguimos. Miro, impotente, los 3 € que esta vez no son suficientes ni para la necesaria Metafísica de Ortega y Gasset, ni para mi amado Fulcanelli y su fascinante Misterio de las Catedrales ni para (¡ay!) el magnífico estudio sobre Dante y su tiempo de Indro Montanelli.
Casi estamos llegando a la cúspide, llevamos en la bolsa de los libros una ligera carga de felicidad, unas cuantas renuncias y alguna esperanza. Un rápido y efectivo resumen de la vida misma. Entonces aparece de nuevo el dolor y la desesperación: encuentro la Crónica personal de Conrad en la exquisita edición de Trieste. Adoro esta editorial refinada donde leí por primera vez a Valery Larbaud escondido tras el sublime Mister Barnabooth y las Venecias de Paul Morand. A punto estoy de cometer una locura económica cuando, justo al lado, un título llama mi atención: Los que aman, odian. ¡Anda! La novela que escribieron juntos la glamurosa Silvina Ocampo y el ligón de Bioy Casares. Hubiera dado lo que fuese por haberla encontrado editada en El Séptimo Círculo, la colección de historias de crímenes y misterio que idearon, seleccionaron y dirigieron Borges y Bioy, pero no se puede tener todo. Y la edición de Tusquets está muy bien: “En una playa solitaria, se alza un viejo hotel perdido en el tiempo. Enrique Hubermann, médico homeópata, viaja huyendo de un amor. Por una broma del destino, en ese sitio lejano se encuentra con la mujer que quiere olvidar”. Tengo que llevármela a casa. La necesito. ¿Cuánto es? pregunto, temblorosa. Son 4 €, me dice el buen librero. Supongo que los años de vida, de experiencia, de sicología aplicada, de sociología intensiva que adquiere un ser humano que trabaja vendiendo libros ayudó a comprender mi mirada de súplica, y justo cuando iba a renunciar a la empresa, el librero, como un Ángel de la Misericordia o como el mismísimo Dios, me dijo, casi en un susurro, “se lo puedo dejar en tres”.
El último tramo de ascenso es feliz y además allí está una de mis casetas favoritas, especializada en cómic, donde solía ir con mi hijo cuando no era aún ese extraño alien de catorce años, sino un dulce niño lector de Astérix, de Tintín, pero sobre todo de Ibáñez y todo cuanto saliera de su mágica pluma. Acudíamos a comprar con sus ahorros semanales los álbumes que hoy son la joya más amada de su biblioteca, deslomados y deshechos, de tanto como los ha leído y los sigue leyendo. Los clásicos, además, conviven aquí en perfecta armonía con las novelas gráficas de actualidad o las nuevas ediciones y reediciones de cómics. Es un final casi perfecto para un recorrido libresco.
Lo celebramos con un vermut y unas banderillas en un bar cercano donde sin prisas disfrutamos de nuestro tesoro. Por 10 € hemos iniciado una hermosa biblioteca con tres misterios de Ellery Queen (El misterio del sombrero de copa; El misterio de la cruz egipcia y El misterio del zapato blanco), dos aventuras de Agatha Christie (Un cadáver en la biblioteca y Primeros casos de Poirot) y la novela de amor, misterio y glamour Los que aman, odian, de Silvina Ocampo y Bioy Casares.
Luego hacemos el reparto. Qué suerte tienes, bro, le digo a Jeosm, que devora un pepinillo. Los misterios de miss Agatha Christie solo se leen por primera vez una vez en la vida.
¡Larga vida para lectura!