Han dicho de él que “mantiene al lector con el corazón en vilo”. Javier Castillo se dirige con denuedo al trono del best seller patrio. Publicó, hace algunos años, El día que se perdió la cordura, novela que sedujo a más de 100.000 lectores en países como España, Italia, México y Colombia.
Estos días llega a las librerías su nuevo trabajo de ficción, El día que se perdió el amor, un thriller de investigación policial en el que los recuerdos enquistados del pasado tienen mucho que contar.
La acción arranca el 14 de diciembre de 2014 en una oficina del FBI. Una mujer, cubierta de heridas, aparece desnuda en la sede de la Unidad de Criminalística. Lleva en su mano varias hojas amarillentas. En todas ellas: nombres y fechas.
Tras un breve interrogatorio a cargo del inspector Bowring, la mujer resulta detenida sin que haya podido explicar el porqué de su presencia allí, ni quiénes son las mujeres cuyos nombres aparecen escritos en las hojas que lleva consigo. Pocas horas después, una de ellas es asesinada. La noticia se difunde rápidamente en los informativos de todo el mundo: la joven había sido víctima de un secuestro años atrás. Un nuevo interrogatorio arroja algo de luz sobre el asesinato: la exhibicionista puede prever nuevos crímenes, avisó de este asesinato y guarda secretos acerca de Katelyn Goldman,un caso sin resolver, que lleva años provocando el insomnio del inspector Bowring.
Desde el inicio la narración se plantea como un juego paralelo de voces y tiempos. El autor nos presenta en tercera persona omnisciente (un narrador testigo) la investigación que emprende el inspector Bowring. A su vez, en capítulos alternos, los lectores vamos descubriendo algunos secretos del pasado: la dolorosa relación que Jacob mantiene con Amanda (narración en primera persona) y el nuevo renacer en un monasterio de una niña, Carla, que ha perdido a toda su familia en un accidente.
El argumento va ganando profundidad según avanzan las páginas. Como una matrioska despedazada que alberga secretos inconfesables nos convertiremos en testigos del descubrimiento de secretos que permanecían latentes en los recuerdos de Jacob (Miranda, el caso del decapitador…) y cómo la obsesión de Bowring por el caso de Katelyn permite que las piezas del puzzle vayan encajando.
Casos sin resolver, misteriosas desapariciones y secuestros, un amor doliente y difícil de olvidar son algunos de los ingredientes con los que el autor juega en la construcción de la intriga.
Javier Castillo compagina el mundo de las finanzas con el de la literatura y no le ha ido mal. Camina sin miedo por territorio best seller. Sus argumentos son adictivos, nos mantienen con el corazón en vilo. Esta novela es el resultado de un asombroso despliegue de recursos narrativos que son garante de la calidad literaria de su autor y de su compromiso fehaciente con su obra y lectores.
Castillo maneja con éxito la dosificación del suspense y nos presenta varios mundos, escenarios diferentes pero conectados. Las tramas se irán cruzando sutilmente como hilos de seda en un taller de creación. Asistiremos embebidos al transcurrir de los acontecimientos. Sufriremos por Amanda, por su historia interrumpida con Jacob, por la ausencia dolorosa de Katelyn, el afán de su familia por encontrarla y por el amor que a Carla le faltó de niña, nos enamoraremos de sus dibujos y de las palabras escritas que guardó y nunca pronunció.
Seremos testigos mudos del desmoronamiento de la vida de varios personajes que hasta ese diciembre de 2014 no habían sido conscientes de que todas las cicatrices podían volver a abrirse.
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Autor: Javier Castillo. Título: El día que se perdió el amor. Editorial: SUMA. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro
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