Zenda publica este texto inédito de Caballero Bonald. El premio Cervantes, destacado miembro del movimiento literario de los años cincuenta, falleció el pasado sábado, 8 de mayo.
Entre los muchos recordatorios vinculados al grupo del 50, no es uno de los menos intensos y eminentes el encuentro que Miguel Munárriz nos preparó en Oviedo en 1987, con la Fundación municipal de cultura y la inolvidable Tribuna Ciudadana.
Yo, con Oviedo, siempre he mantenido una relación amorosa muy especial. He andado mucho por allí, sobre todo con Ángel González y Emilio Alarcos, y he trasnochado con la debida asiduidad. Me acuerdo muy bien de aquellos viajes de Madrid a Oviedo en un viejo coche medio inválido que tenía Ángel. Solíamos tardar un tiempo incalculable, pero llegábamos en relativo buen estado. Y luego ya teníamos toda la noche por delante, lo que siempre era una magnífica compensación del esfuerzo.
La posibilidad de reunir al grupo poético del 50 no era tarea fácil, sobre todo porque, aparte de que éramos más o menos buenos amigos, andábamos bastante dispersos. Pero, salvo alguna ausencia de última hora, acudimos todos a la convocatoria de Oviedo: los poetas, los críticos, los comentaristas. El teatro Campoamor era tal vez en un escenario de excesiva solemnidad, pero el encuentro no lo fue en absoluto. Cada poeta planteó, sin ninguna clase de guión previo, sus propias experiencias humanas y literarias. Menos mal. Porque de lo que se trataba era de alternar las mesas redondas con las barras de los bares. Y eso lo tuvieron muy en cuenta nuestros cicerones ovetenses: Emilio Alarcos, Lola Lucio, Juan Benito Argüelles, Miguel Munárriz…
El desarrollo de los coloquios se recoge admirablemente en el libro que se publicó después (*), cuya revisión y reedición ha verificado con tan oportuna solvencia Miguel Munárriz. Creo que por ahí se filtra, junto a la diversificación de los juicios personales, el espíritu, el tono general de un grupo de poetas que aportó a la sociedad literaria de aquellos años, como decía Ángel González, una nueva manera de vivir y de beber. Esta afirmación, que suena a ocurrencia banal, es más seria y significativa de lo que parece. Cada uno bebió lo suyo, es cierto, pero en tanto que primeros adolescentes de la posguerra, logramos con rigor satisfactorio trasplantar nuestra experiencia de la vida a sus equivalencias poéticas. Y eso ya era una muy positiva novedad.
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(*) Encuentros con el 50. La voz poética de una generación. (Fundación Municipal de Cultural de Oviedo, 1990 / Ámbito Cultural de El Corte Inglés, 2015, edición no venal).
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