Cuando alguien lee en el último libro (artefacto prosopoéticofilosófico sería una mejor acuñación para lo que escribe Paul B. Preciado) que estamos ante un “modelo somatopolítico petrosexual del saber” no ha de asustarse. Ha de pensar simplemente que, como dice Leia Guerriero, “no es un filósofo: es una fuerza capaz de producir tormentas”. Sí, claro, él sigue siendo un filósofo asociado del Centre Pompidou de París, pero en su biografía aparece también que fue director de Programas Públicos de la documenta 14/Kassel y Atenas, y comisario del pabellón de Taiwán de la Bienal de Venecia 2019, amén de director de Programa Públicos del MACBA y del PEI entre 2012 y 2014. También es otras muchas cosas más, y también ha dejado de ser otras tantas (mujer, por señalar un lugar común en su biografía hasta la fecha).
Paul B. Preciado (Burgos, 1970) anunció su transición de género en 2014. Para entonces, ya había publicado Manifiesto contrasexual (2002, pseudobiblia del movimiento queer), Testo yonqui (2008), El deseo homosexual (2009), Pornotopía. Arquitectura y sexualidad en «Playboy» durante la guerra fría (2010). Luego vendrían Un apartamento en Urano. Crónicas del cruce (2019), Yo soy el monstruo que os habla. Informe para una academia de psicoanalistas (2020) y su obra más personal y monumental, este Dysphoria mundi que ha sido calificada por Judith Butler como la obra de “bibliófilo que pone todos sus recursos al servicio de un tiempo y de un mundo hoy día irreversiblemente dislocados. Movilizando teorías del lenguaje, la conciencia, la tecnología y la inmunología para narrar la historia de ese mundo, el libro de Preciado hace añicos las estructuras binarias responsables de la destrucción del amor y del futuro. Aquí una canción, allí un poema: el suyo es un pensamiento que trasciende el género y los géneros, que nos deshace en el mejor sentido de la palabra. Un compromiso implacable contra las peores formas de disolución”. Muchos están de acuerdo, Paul Preciado es la estrella a seguir en asuntos queer, como antes fue Susan Sontag en los dominios de lo camp, por poner ejemplos parejos.
La Dysphoria mundi de la que nos habla Preciado no es la de una excepción a la normalidad, no ya su propia disforia personal vista como una disfunción, sino que conjuga todos los astros a su disposición para proponer que, muy al contrario, se trata de una disforia colectiva todavía no del todo asumida por la comunidad que la vive en latencia. La propuesta es entender la disforia como un modo de resistencia. La forma que adopta parte de la heterodoxia para radiografiar el malestar que provoca el colapso de un sistema obsoleto y opresor donde la violencia eminentemente capitalista se ha tornado una batalla brutal en la que muchos no saben ni que luchan, ni qué luchan. De ahí el que esta historia del futuro inmediato nos acerque a un cambio de paradigma para invitarnos a una revolución colectiva con la que transformar el modelo en evidente crisis en un mundo molesto. Utiliza para ello una suerte de pequeños métodos de resistencia, como anular las redes sociales que nos tratan ellas mismas de anular. “No hay revolución desde la normalidad”, viene a decir el perspicaz filósofo. Hay que luchar contra el sometimiento de las dicotomías (sexuales, sociales, culturales, económicas…), y para ello vertebra un texto mutante en que tan importante es el aforismo como la reflexión biográfica. Revolución o muerte, promete el eslogan que podría servir de fajilla para este tratado enciclopédico de resistencia vital. La premisa es sencilla: es más fácil apuntarse a la revolución que seguir la norma; y además, ya puestos, más divertido. La invitación no es personal, es colectiva. El modelo en crisis debe ser resuelto desde lo colectivo, con el objetivo de que la violencia intrínseca del sistema conduzca a una reevaluación profunda de la enajenada contemporaneidad. Se trata de pasar de sometidos a liberados.
Con un portazo que viene de los meses de reclusión pandémica, Paul B. Preciado ha escrito un libro con un claro sentido de oportunidad histórica, contundente y febril. Es la voz de muchos, aunque no de todos. Pero quién dijo que las revoluciones son asuntos de masas. Siempre fueron unos pocos los que propiciaron el colapso del sistema, aquellos que se atrevieron a pensar en un mundo diferente, con la idea de abrir caminos por los que desaguar las fallas del sistema y abandonar los guetos conceptuales. Hay disforia, cómo no, pero es disforia generalizada, no una simple etiqueta con la que catalogar al disidente que ha visto el fracaso del capitalismo patriarco-colonial. En ensayo, la poesía, la autoficción, la filosofía o el relato de este volumen disfórico en el que la enfermedad mental diagnosticada en los manuales se convierte en una etiqueta para nombrar “una adecuación política y estética de nuestras formas de subjetivación en relación con el régimen normativo de la diferencia sexual y de género”. No sé ustedes, pero quien esto escribe ha sentido que una composición como “In A Zone” de Anthrax podría ser una buena banda sonora para la radical y lúcida propuesta de Paul B. Preciado. Sean bienvenidos al mundo disfórico. Si por algún motivo, el brazo cobra inesperadamente vida y alzan sus puños, no teman. Se tratará del gesto que conduce a un cambio necesario. Hoy por hoy, pinta que ha de ser obligado. Y no personal, sino colectivo. Suerte.
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Autor: Paul B. Preciado. Título: Dysphoria mundi. Editorial: Anagrama. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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