Es justo dejar claro desde el principio que no puedo ser objetivo a la hora de escribir sobre Guillermo Arriaga. No puedo ser objetivo si tengo muy presente que su guión de 21 Gramos me llevó a escribir uno a mí, hace más de diez años, de características similares y que sigue durmiendo en algún cajón. No puedo ser objetivo (ahora que lo pienso) al considerar que la novela que acabo de terminar, y que por el momento reposa bajo llave a fin de que ella —la novela— y yo nos distanciemos lo suficiente como para poder mirarnos con ojos renovados, presenta un evidente «aire de familia» con su Babel. En definitiva, no puedo ser objetivo si parto de la base de que para mí Arriaga es uno de los mejores narradores que México nos ha ofrecido en los últimos tiempos.
Supongo que la mayor parte de los lectores asociará a Arriaga con el mundo del audiovisual. Y no les falta razón: screenwriter (a él no le gusta la palabra «guionista») de La trilogía de la muerte (Amores perros, 21 Gramos y Babel) dirigida por Alejandro González Iñárritu; autor del libreto de Los tres entierros de Melquiades Estrada, dirigida y protagonizada por Tommy Lee Jones y que le valió el premio al mejor guión en Cannes (2005); director del film The Burning Plain (distribuida en España bajo el nombre Lejos de la tierra quemada) y varios cortometrajes y participación en piezas colectivas; productor y escritor de Desde allá (2015), debut como director de Lorenzo Vigas, y actualmente inmerso en la radionovela Bienvenido a la vida peligrosa, escrita por otro viejo conocido de la casa, Arturo Pérez Reverte, y que cuenta con la participación, entre otros, de Juan Echanove y Rafael Amaya.
Pero no es de lo que hoy vengo a hablar o escribir.
Coincidiendo con el inminente lanzamiento de su próximo trabajo, El salvaje (Alfaguara), he considerado oportuno esbozar algunos apuntes sobre su faceta como novelista. En el fondo, puede que se trate de un gesto egoísta; de una expresión de ansiedad mientras esperamos con impaciencia la llegada de una novela que ha tardado cinco años en escribir (quien se dedica de un modo u otro a esta locura de la literatura sabe lo que esto significa, y qué tipo de profunda emoción se apodera del autor cuando finalmente decide que la obra está terminada).
Alejado de los efectos visuales, de los apoyos cinematográficos, Guillermo Arriaga es un escritor directo, duro. Huye del barroquismo literario y ofrece una prosa desnuda, contundente, sin concesiones al preciosismo, pero que golpea al lector con un crochet que le alcanza justo en el tabique nasal. Tal vez por ello, su estilo se presta con facilidad a la adaptación cinematográfica —al igual que sucede con los trabajos de Barry Gifford—.
No obstante, su vinculación al cine no debe hacernos olvidar que Arriaga no es un recién llegado a la literatura. Cuenta con varias obras a sus espaldas: Escuadrón guillotina (quizá una de sus novelas más queridas por los lectores), Un dulce olor a muerte —que evoca a Los tres entierros de Melquiades Estrada y recoge sus grandes temas: amor, muerte y venganza—, El búfalo de la noche —adaptada al cine en 2007 de la mano de Jorge Hernández Aldana—, y la serie de cuentos Retorno 201, donde Mutis, Gabriel García Márquez, Juan Rulfo y una versión mexicana de Sam Shepard y Bukowski se dan la mano.
De fondo, o de hilo conductor de todas ellas, el eterno juego entre el amor y la muerte, la danza de la calaca y la venganza, la violencia y el destino, la sangre y la redención.
Todavía no sabemos qué nos deparará El salvaje. Es por ello que lo esperaremos aquí sentados, en mitad del desierto, observando el horizonte, con la cuerda del arco bien tensada y un calor de mil demonios haciéndonos sudar de impaciencia.
Autor: Guillermo Arriaga. Título: El salvaje. Editorial: Alfaguara. Edición: Kindle
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