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Confesión, o el poder del perdón

Confesión comienza como cualquier novela policíaca que se precie, colocando sobre la mesa un muerto (dos, en este caso) en el primer capítulo. Y ahí se acaba cualquier parecido. El asesino confeso, Fernando González Rivas, alférez de marina, es juzgado por un tribunal militar y condenado a muerte: será guillotinado. El condenado solicita la presencia del sacerdote Santiago Leira, su amigo desde la infancia. No destripo nada: son las primeras páginas del libro. Así, sin más dilación, Eduardo Martínez Rico ha planteado el eje narrativo sobre el que oscila la novela: el perdón, tanto el divino como el humano.

A partir de ese momento, la novela alterna el presente con el pasado. Se nos da noticia del nacimiento de la amistad entre Fernando y Santiago. Asistimos al noviazgo del primero —un joven de condición modesta— con Marta, la niña rica, hija y hermana de los asesinados. Conocemos el descubrimiento del amor y los primeros escarceos sexuales en la pandilla de amigos adolescentes, y asistimos al nacimiento de la vocación de Santiago, un joven que «está como un queso». Como afluentes del río principal se van abriendo otros: la culpa, el amor, la expiación, la amistad, y tangencialmente, el debate sobre la pena de muerte.

"Los diálogos entre Santiago y Fernando, eruditos ya desde su juventud, están cargados de planteamientos filosóficos, religiosos y morales"

El espacio temporal en el que se mueven los personajes de Confesión (Imágica Narrativa, 2024) es un presente/futuro distópico: vivimos en una República tecnificada donde se ha reinstaurado la pena de muerte.

El espacio físico es Galicia, «mi querida tierra gallega», dice Martínez Rico, que explica así el subtítulo, Una novela gallega. En esta Galicia distópica, sin embargo, el caldo gallego es —afortunadamente— el de siempre: «con muchos grelos y mucha patata» y el obispo de Ferrol-Mondoñedo sigue ejerciendo su influencia. Además de gallega, Confesión es una novela religiosa.

Los diálogos entre Santiago y Fernando, eruditos ya desde su juventud, están cargados de planteamientos filosóficos, religiosos y morales, van marcando el ritmo narrativo del libro, entreverados de prolijas descripciones de lugares y situaciones en los diferentes saltos temporales. Esto provoca que la novela se alargue hasta las cuatrocientas páginas.

"El castillo prisión (del mismo nombre que «un barco perdido») se configura así como un personaje más"

No menos eruditos resultan los diálogos que el sacerdote mantiene con un cultísimo comandante Palazón, jefe del castillo de San Carlos, prisión militar en la que el condenado espera el cumplimiento de su sentencia. Siendo jóvenes, Fernando y Santiago escucharon la leyenda que del castillo se contaba desde varios siglos atrás, y que en el presente está tan a la última que la cuchilla segará la vida del reo al pulsar una tecla de ordenador.

El castillo prisión (del mismo nombre que «un barco perdido») se configura así como un personaje más, acaso el epítome de la delgada línea que en Galicia separa la realidad de la leyenda, la Galicia ancestral de la más moderna o —incluso— esa Galicia de marcadas diferencias entre clases sociales.

Confesión es la primera novela de Eduardo Martínez Rico, escrita en 2001. Se publicó por primera vez en 2018, y ahora es reeditada. En la presente edición se ha incluido un prólogo del hispanista francés Jean-Pierre Castellani y un posfacio del propio autor, en el que cuenta la génesis de la novela.

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Autor: Eduardo Martínez Rico. TítuloConfesiónEditorial: Imágica.

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