De Augusto Rodríguez (Guayaquil, Ecuador, 1979) había leído, hasta ahora, la novela corta El fin de la familia, publicada en 2019 por la desaparecida editorial Nana Vizcacha. Conozco a Augusto desde hace unos años, primero a través de las redes sociales y después en persona. Augusto es profesor universitario en Guayaquil y suele venir, al menos, una vez al año a España para acabar un doctorado. Cuando pasa por Madrid, quedamos y tomamos algo. En una de sus últimas visitas estuve en la presentación de su libro de cuentos Confesiones asiáticas (antología de 2011-2021), que tuvo lugar en la librería de la editorial Huelga & Fierro.
Confesiones asiáticas está formado por diez cuentos. El primero se titula «Fast food» y empieza con las siguientes dos frases: «Voy a matar a mi tía, la loca. La mataré porque asesinó a mi abuela», que me ha remitido a la novela El fin de la infancia, porque una situación similar se reflejaba en esa novela. El personaje de este cuento, narrado en primera persona, es alguien que trabaja en casa, sin tener mucho contacto con los demás, y que está desarrollando unos pensamientos cada vez más violentos. Según me explicó Augusto en persona, su cuento conversa con una novela del escritor uruguayo Rafael Courtoisie (autor sobre el que Augusto está realizando su doctorado). El cuento se desarrolla en Guayaquil, la ciudad del autor, una ciudad también, como el personaje, cada vez más violenta. Es un cuento correcto, pero considero que pierde un poco su tensión narrativa cuando el personaje acaba hablando sobre muchos grupos sociales —como pueden ser los psiquiatras o los políticos—, y sobre ellos vierte opiniones que no dejan de ser lugares comunes. Por ejemplo, en la página 18 leemos: «Fui al psiquiatra. No me gusta visitar psiquiatras. Creo que están más locos que una cabra; con perdón de las cabras».
«Confesiones asiáticas» es el segundo cuento y está contado en tercera persona. Aquí cambia bastante el tono narrativo frente al primer cuento, ya que con mucha más delicadeza nos habla de dos chinas, madre e hija, emigrantes en París. Es un cuento que no está construido con la premisa norteamericana que tanto me gusta, aquella en la que se cuentan dos historias y la más importante es la que se encuentra más sumergida, sino que está construido con la técnica de la sorpresa final, que me resulta un recurso un tanto anticuado.
«Manual para pervertidos» habla de las relaciones sexuales de un grupo de amigos promiscuos y de sus juegos con la homosexualidad o la prostitución. Está escrito con la técnica del narrador testigo, pues uno de los amigos más tranquilos del grupo es quien habla de los excesos de los otros. Me gustan, por ahora, estos cambios de perspectivas que nos propone Augusto en sus narraciones.
«La piscina» es, con sus veinte páginas, el cuento más largo del conjunto y también el que me ha gustado más. En él se habla de las seis casas de una pequeña comunidad de vecinos, a la que cohesiona la existencia de una piscina comunal. Es un relato coral en el que se habla de los avatares de las seis familias que habitan esas casas. El lector asistirá a sus pequeños dramas y sentirá la melancolía poética del paso del tiempo. Es un cuento logrado.
El siguiente cuento se titula «La llaga» y —aunque de forma vaga— está relacionado con el anterior. En «La piscina» uno de los personajes era una mujer que leía novelas y que termina decidiendo escribirlas. Acabará publicando una novela corta titulada La piscina, que (parece indicarnos el narrador) habla sobre los personajes que asoman en este relato. Hacia el final de la narración, esta mujer empezará a escribir otra novela corta que se va a titular La llaga, como el siguiente cuento al que el lector se va a acercar. «La llaga» es un cuento muy duro sobre una persona que sufre un accidente de coche incapacitante, y cómo esto afecta a su vida cotidiana. Está narrado sin concesiones, pero en su dureza encuentro mucha poesía. Junto con «La piscina», «La llaga» y el siguiente cuento («La fiesta») son, a mi entender, las piezas más logradas del libro.
«La fiesta» es un relato original, porque habla de los problemas de una pareja cuando a él le diagnostican una enfermedad degenerativa, a través de los sentidos, que se van evocando en sus pequeños capítulos (El olfato, El gusto, El tacto, etc.). El nivel de nuevo es alto.
«El regreso de Drácula» es un cuento de solo dos páginas sobre un actor que llega a Hollywood y, gracias a su físico, se acabará especializando en el papel de Drácula. Ya he contado alguna vez que no suelo conectar con los cuentos demasiado cortos o los microrrelatos, y este caso no ha sido una excepción.
«El hombre blanco de mis pesadillas» es un relato algo más largo que el anterior y también más largo que los que le van a seguir y cerrar el libro. Un narrador que es encerrado en un manicomio narra la historia como si los locos fuesen aquellos con los que ha de tratar: doctores, enfermeros… Me ha parecido que no era muy original.
El libro acaba con dos relatos de dos caras cada uno: «Memorias de fútbol» y «Adrenalina y fuego». El primero es sobre la afición al fútbol y el segundo sobre una relación de sado-maso que acaba de forma violenta. De nuevo, son cuentos demasiado cortos para mi gusto.
Confesiones asiáticas es un libro de relatos solvente, que contiene tres buenos relatos: «La piscina», «La llaga» y «La fiesta», siendo el resto no desdeñables. Según me dijo Augusto, los tres que más me han gustado formaban originalmente parte de un mismo libro, titulado Al otro lado de la ventana, con el que ganó en 2011 el Premio Nacional Joaquín Gallegos Lara en Ecuador.
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Autor: Augusto Rodríguez. Título: Confesiones asiáticas. Editorial: Huerga & Fierro. Venta: Todostuslibros
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