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Consagrada, de Flor Micha y Gabi Parigi

Consagrada, de Flor Micha y Gabi Parigi

Serendipia. Noche de invierno. Algo me llevó hasta el teatro Timbre 4, y yo en el destino no creo, pero… Por causalidad había visto un estado de whatsapp (jamás los miro) de alguien que no tuvo intención de ponerlo porque no usa esa herramienta (sin embargo ahí estaba). Estado que anunciaba un debate en el que iba a participar alguien que me interesaba invitar a mi obra. Así fue que llegué en la moto, tapada hasta las orejas, a ver Consagrada. Obra de la que sabía nada porque yo iba a acosar al pope del teatro, ya se lo dije. Y le digo más: Describir lo que me produjo la obra no puedo, no alcanza el lenguaje que conozco, pero intentaré algo que de una idea aproximada.

Pasmada. Así podría decirse que salí después de encajar un abrazo a la mujer que la interpreta, y que la escribió. Acróbata, ex gimnasta de la selección, Gabi Parigi. Poco se ve el corazón en escena en estos tiempos melindrosos. En Consagrada se ve, se siente. Todo el tiempo. El tema que atraviesa la obra. Ver de lo que es capaz un cuerpo humano. Un cuerpo que padeció desde chiquito, durante años, lo tortuoso del exitismo, la exigencia inhumana (o humana, todo depende) del deporte de alto rendimiento; el fracaso del éxito. El de ella estaba ahí, a un metro, haciendo giros por el aire, retorciéndose entre el humo y los trofeos; aullando, desconsolada.

“¿Qué hay detrás del éxito y de las medallas? ¿Cómo elabora una niña la presión de periodistas, entrenadores y familiares cuando compite representando a su país?”, dice Alternativa teatral. También menciona al podio como altar de sacrificio contemporáneo. Volcamos nuestra ira, nuestra euforia en ese pobre cordero que nació con el karma-don del gambeteo. Será que para eso existe. Aconsejaba Girard tener un chivo expiatorio para no andar aniquilando vecinos ruidosos, por ejemplo, o niños encaprichados. Consagrada habla del deporte pero es sabido, el exitismo está todo el tiempo, en todos lados. Lo traemos innato. Lo que vale es ganar y competir… menos. Aunque queramos disimularlo con esa frase que espeta lo contrario.

Hay que ser alguien en la vida. Alguien importante, no un alguien medio pelo, eso no cuenta. Hay que escribir en el diario importante y no escribir a gusto; hay que conseguir muchos megusta aunque ni lean lo que megustean; hay que ser bien pagado, ganar el premio, tener mucho público aunque le entre por una y le salga por la otra. Hay que ser reconocido o al menos aceptado por los reconocidos (esto último sería como viajar en segunda clase del Costa Concordia). Así que no insista. No voy a ir a ver nada si no se ha ganado un premio. ¡Aunque sea bueno! ¿Me entendió?

Todo es por plata o miedo a la muerte, asevera Roberto, el protagonista de mi obra Estocolmos, en cartelera los viernes a partir de agosto (de paso paso mi chivo al pan pan y al vino vino). El mito de que el exitoso no va a quedarse solo, de que será querido por todos, de que tendrá quien le alcance el orinal ya imposibilitado de moverse (esto último podría ser el quid de la cosa). Y para ir cerrando, sea como fuere, hay algo ancestral que nos condiciona. Algo que nos dice que el gol es lo que importa, la copa, el aplauso; que nuestra dicha dependerá del resultado y no sé usted pero yo qué quiere que le diga… siempre disfruté más de la gambeta. ¡Claro que jugué a la pelota, mija, no hablo de oídas! (Gracias, Consagrada. Vayan a verla, así se mantiene en cartelera. Jueves. Agosto. Timbre 4. Buenos Aires).

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Gabi parigi
Gabi parigi
4 meses hace

Gracias marina. Soy la actriz de la obra. Que hermosura de escrito. Gracias

Marina
Marina
4 meses hace
Responder a  Gabi parigi

A vos. Eternamente.