Imagino que podrán sorprenderse de encontrarme a mí aquí, a una influencer, mujer y novelista en estos dos últimos años (lo de mujer e influencer ya lo llevaba practicando alguno más) presentándoles una historia de la que hace tiempo fui protagonista.
Y precisamente sobre ella, la vida, un tema tan universal, tan sencillo y confuso, tan enrevesado y cercano, tan a mano y manoseado, versa esta historia.
La novela, como registro, como ensayo, como prueba de vida, no puede ser entendida en mi cabeza como otra premisa que no sea una experiencia emocional y emocionante, liviana, transparente, personificada y siempre cogida con pinzas, donde no tienen cabida las sentencias y sí la experiencia. Y la mía, mi vida, comenzó el día en que di el verdadero paso de la adolescencia hacia la madurez.
La rubia, la vecina que aún no sabía que era vecina, recoge y reimprime a los dieciséis años los recuerdos de la primera amistad verdadera, los retales de la muerte de su padre, el primer amor y la primera decepción. Todas esas inexplicables primeras situaciones que se suceden para llegar a los treinta, más reflexiva, experimentada, divertida, intensa, ácida y compleja. Y esos años, que pasan de un plumazo, como escritora y como protagonista, concluyen o arrancan, según se mire, con una mujer que se enfrenta a la toma de decisiones de esas que siempre parece que tocan en puerta ajena.
Contando atardeceres fue, y es, una novela más sencilla de titular que de escribir, más fácil de enseñar que de leer. Fue, y es, una novela a flor de piel, mi historia y la tuya, la de cualquiera. Sin artificios, sin trampas, sin el peso de la historia ni el ego de las palabras, sin el aval de la crítica, pero con el respeto de sus lectoras y, por supuesto, con las risas que regalan por fascículos las amigas que te acompañan y el miedo a perderlas, con las fisuras que deja en el corazón la decepción y la sensación que subyace en la montaña rusa emocional del risanto.
Recuerdo, mientras escribía y reescribía, imaginarme a mí misma respondiendo, en las entrevistas que pudieran estar por venir, cómo justificaría todo el trabajo que había detrás de un género tan denostado como el chick lit, elaborando complejas respuestas sobre la estructura que había elegido, sobre la solidez de los cinco actos en que está dividida, sobre el oficio que se presupone para una novelista, pero… ¿saben qué? Creo que me importa más la opinión sincera de las lectoras y, por supuesto, la tuya.
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Autora: La Vecina Rubia. Título: Contando atardeceres. Editorial: Libros Cúpula. Venta: Todostuslibros.
Es una maravilla leer tanto la primera como la segunda novela de esta mujer. En «La cuenta atrás para el verano» te teletransportas a la adolescencia. Es precioso verte sonreir mientras lees porque haces tuyos momentos que describe. Recordar personas y situaciones que te han pasado durante este periodo de tiempo es algo maravilloso que, personalmente, me ha animado a escribirlos para no olvidarlos jamás.
«Contando atardeceres» es una segunda novela que ha superado mis expectativas. De pronto te ves enfrascada en los 30, sorteando obstáculos y madurando con cada situación que acontece, canalizando y siendo consciente de cada momento. Para mí es un 10.
La vecina rubia hace que pares. Que respires. Que seas consciente del paso del tiempo y lo importante que es vivir cada instante. Que de todo se saca un aprendizaje. Y sobre todo, que estemos atentos a las señales. Porque no hay nada más bonito que tener la certeza que a quién ya no puedes ver, todavía lo puedes sentir.
Bueno, esto es un ejemplo de que siempre tenemos que estar cambiando nuestros paradigmas, algunos por lo menos. Influencer y anónima, no me lo podría haber imaginado. Es como decir, futbolista e inteligente o gusano que anda erguido o político y honrado. Admitamos la posibilidad de las incongruencias, como que seas influencer y fea refea como la Victoria, si, esa, la de Samotracia. Está claro que, para mí, esta nueva profesión, fruto de las inseguridades de esta sociedad con gente infantiloide que debe ser guiada y consecuencia de la decadencia y la falta de ideas del sector publicitario, no es santo de mi devoción.
Aunque no sea lectora, sino lector, buscaré este libro que me ha despertado curiosidad. Sobre todo por el título, en alguien que acumula muchos atardeceres vividos y muy vívidos, sin contarlos, y parte de ellos con mi particular vecina rubia. Y, entre las ganas de leerlo y la fortísima añoranza, deseo que no me defraude su lectura.
De un lector que podrá o no dar su opinión, siempre sincera.