El mito es Jesse James o Pat Garret, pero también es el aburrimiento. En cierta medida, hemos reunido ambos tipos de mito en un solo cuenco al que podríamos colgar el apelativo de burgués: leemos o vemos y escuchamos las narraciones sobre Jesse James, o Pat Garret, para matar eso que conocemos como aburrimiento, que es un pequeño lujo al alcance de quien tiene la vida resuelta. Y lo que creamos son una suerte de lugares comunes que nos reconfortan al reencontrarlos y damos por bien amortizado el tiempo que pasamos junto a ellos. Habría que liquidar un poco esos dos mitos y pensar que el entretenimiento está al alcance de todos, incluso de aquellos que prefieren encontrarse con tipos que son la cara oculta de Jesse James y de Pat Garret. Valerio Evangelisti (Bolonia, 1952 – 2022) crea a su personaje, Pantera, un pistolero mexicano en un Estados Unidos irreconocible, para mostrarnos que esa ambición es posible, y que es posible esa empresa con éxito.
Para ello nos lleva a un país en el que los inmigrantes parecen ser los únicos pobladores. Sabemos que se trata de una época en la que el territorio estaba construyendo su identidad, pero ese es otro mito, porque la realidad es preguntarse a lomos de quién se construye ese contenido abstracto, del que disponen a su antojo los manipuladores, que se conoce como identidad nacional. Aquí todo el mundo parece estar en batalla contra todo el mundo, aquí no hay nada que no sea lucha y supervivencia, desde el estrato más bajo de la humanidad posible, teniendo en cuenta que la humanidad está condenada a organizarse en sociedad. Estos pobladores de Estados Unidos serían incapaces de caer en males como la depresión, porque esa enfermedad es también demasiado burguesa. Sobre esa comunidad humana Pantera debe realizar un cometido, pues no deja de ser un pistolero a sueldo, y en la confusión va conociendo los puntos de vista de cada una de las facciones, desde las de los más desfavorecidos hasta las de quienes sólo entienden de estadísticas. En realidad, una de las claves que nos mantiene atados a la lectura es que el encadenamiento de sucesos, constante, y a veces agotador, supone enfrentar a Pantera al destino, y comprobamos cómo se maneja en el filo del tipo duro, que es dueño absoluto de lo que está sucediendo y sus consecuencias, o cree serlo, y de quien aprende que los giros de los planetas humanos están lejísimos de poderse controlar. Nada es domeñable, pero no podemos dejar que el viento sea el dueño de nuestros actos.
A lo largo de la novela serán docenas los personajes que salgan y entren, pero Pantera permanece, se mueve y nos va cartografiando un país embarrado. Vemos cómo viven los humillados mientras él consigue salir de los apuros gracias a un ingenio que es fruto de la atención. Y a la fe en esa alma que lleva por fuera, en el fetiche que le acompaña y que le vigila, o está convencido de que le vigila y apoya. La sugestión es buena parte de la materia de la que se compone nuestra autoestima.
Evangelisti no sólo compone una novela contra el aburrimiento, sea o no mítico, sino que además nos expone que sigue siendo posible combinar trama y conflicto. Pantera deberá ir descubriendo los vínculos que se han establecido entre los personajes, cada uno de ellos atado a sus principios de clase o tribu, que son muy complejos, mientras asistimos a una serie de miserias sociales que no sabemos bien si se están combatiendo, controlando o, sencillamente, maldiciendo. Y en esas miserias sobreviven como pueden personas que ni siquiera pueden permitir caer en una ligera depresión.
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Autor: Valerio Evangelisti. Título: Antracita. Editorial: Hoja de lata. Venta: Todostuslibros
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