El autor de Sol poniente, Premio Málaga de Novela 2017, ofrece para Zenda algunas claves de los libros que le han marcado tras su lectura. “Libros cornisa”, “libros balcón”, “libros meteorito”… Toda una gama de propuestas creativas que desembocan en la definición que el periodista y escritor hace de su propio arte narrativo.
Para hablar de Sol poniente necesito hablar antes de otros libros.
Libros a los que yo llamo «libros cornisa» o «libros balcón». Libros que se desploman sobre tu cabeza y lo siguiente que recuerdas es que, al abrir los ojos, atontado, estás en un hospital. «¿Qué me ha ocurrido?», preguntas, «¿Qué hago aquí?». Te explican entonces que una cornisa —o un balcón— se ha precipitado sobre ti.
Literariamente hablando, es algo bueno que te caiga encima un balcón o una cornisa; es algo, incluso, muy bueno. Te recoloca el cerebro.
«Libros cornisa» o «libros balcón» son los libros de Joyce Carol Oates. La hija del sepulturero, por ejemplo.
También existen lo que yo llamo «libros meteorito». Si un «libro cornisa» o un «libro balcón» te golpea, te aturde y hace incluso que pierdas el conocimiento, el «libro meteorito», en cambio, te desintegra. Por completo. Y luego tienes que andar unos cuantos días ocupado en volver a reunir todos tus átomos. Para intentar algo imposible ya: ser la persona, el lector que eras antes.
Literariamente hablando, que un meteorito impacte contra ti es algo bueno, tremendamente bueno. Porque te cambia, te transforma.
«Libros meteorito» son los libros de António Lobo Antunes. Esplendor de Portugal, por ejemplo.
Existen, también, los «libros tiburón». No llegan por sorpresa, no. A los «libros tiburón» se los ve venir: su aleta los delata. Esa aleta que parte el mar en dos y se va acercando a ti, veloz, mientras piensas que, hagas lo que hagas, estás perdido.
Literariamente hablando, que un tiburón te despedace entre sus fauces es algo bueno, algo muy bueno, algo tremendamente bueno; y, aunque parezca mentira, algo saludable. Te descontractura.
Así son las novelas de Antonio Soler. Las bailarinas muertas, por ejemplo. El nombre que ahora digo.
Y, por último, están los libros como Sol poniente. Yo los llamo «libros perrito»; más exactamente, «libros perrito de señora mayor». Porque van siempre acompañados de una señora mayor.
No suelen ser yorkshires, sino bichones malteses. Blancos, con el pelo largo. Perros muy nerviosos. Antes de que tú los veas, ellos te han visto a ti. A kilómetros de distancia, te han visto; te han olido. Y ladran. Mucho. Quizá asustados. Quizá advirtiendo: «No des un paso más». Pero tú te aproximas. Divertido. Curioso. ¿Cómo puede ser que un perro diminuto emita esos ladridos tan agudos? Y sobre todo: ¿cómo es posible que no se ahogue, que no haga un alto para respirar?
«¿Cómo se llama?», le preguntas a la señora mientras, a tus pies, el perro sigue ladrando. Y ella: «Tambor». O: «Pamplinas». O: «Solito». Su nombre da igual; lo que no da igual es lo que la señora te explica a continuación: «Es muy cariñoso». Y como es muy cariñoso Tambor, o Pamplinas, o Solito, te agachas para hablar con él. Al menos yo, que soy muy de hablar con los perros.
«¿Lo puedo acariciar?» Y la señora: «Claro, no hace nada». Y posas tu mano sobre la cabeza del perro, lo acaricias. «Qué simpático eres», le dices. Bueno, no, no terminas de decírselo. Antes de acabar la frase, el perrito se ha abalanzado sobre ti con la rapidez del monstruo de Alien y te ha arrancado algún dedo. Con suerte, uno solo.
Así es Sol poniente. Una novela aparentemente amable que es cualquier cosa menos eso: amable. Ojalá el lector se adentre en ella creyendo que es una historia nostálgica sobre la infancia y la memoria… sin saber que dentro hay una serpiente venenosa. O un perrito asesino que, cuando menos te lo esperes, te va a arrancar un dedo. Como poco. Y te va a dejar arañado el corazón.
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Autor: Antonio Fontana. Título: Sol poniente. Editorial: Fundación José Manuel Lara. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro
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