Tiene razón y argumentos el antropólogo y académico Roger Bartra cuando sostiene que en México hay signos “alarmantes” que indican que el país enfrenta “el peligro de una deriva autoritaria”. Lo dijo al participar en el ciclo Lecturas Estatutarias de la Academia Mexicana de la Lengua (AML), donde expuso que el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, está convencido de que la corrupción puede ser atacada mediante la austeridad y, en consecuencia, se ha propuesto limpiar el capitalismo de la escoria ideológica neoliberal para purgarlo y llegar a una economía limpia, soberana y autosuficiente. El deseo del purificador jefe del ejecutivo es que la burguesía mexicana pase por el colador de su moralina higienizadora para que una vez sus pecados neoliberales hayan sido acrisolados se convierta en una clase alejada de la globalización y orientada hacia los sanos valores nacionalistas que él predica. En esencia, como afirma Bartra —autor de obras de referencia para la izquierda internacional como La democracia fragmentada, Cerebro y libertad, Las redes imaginarias del poder político o Breve diccionario de sociología marxista—, AMLO “no quiere reformar, sino purificar”, razón por la cual invitó al mundo intelectual a estudiar el régimen lopezobradorista en el contexto de fenómenos como la aparición de dictaduras a partir de democracias. “Sin duda, el populismo que caracteriza a la política de López Obrador nos indica que hay un terreno fértil para que crezcan tendencias autoritarias que nos arrastren hacia una condición posdemocrática”, ha señalado el investigador, hijo de Agustí Bartra y Anna Muriá, dos exiliados españoles que huyeron del franquismo después de la Guerra Civil Española, y uno de los más eminentes intelectuales mexicanos dedicado desde hace años a las ciencias humanas, sociales y políticas, para quien la combinación de los efectos destructivos de la pandemia con la política económica “desastrosa” del gobierno mexicano actual “pueden desembocar en una situación dramática que auspicie el autoritarismo, aunque también hay que decirlo, pueden desgastar la legitimidad del régimen, que además no está logrando controlar la crisis de inseguridad y de violencia homicida que vive el país”. Para Bartra, hay claras señales de que AMLO estaría dispuesto a recurrir a medidas autoritarias para apoyar su línea política y marginar a la oposición, además de que, en el terreno intelectual, no hay duda de que López Obrador ha perdido la batalla. “Y eso lo irrita mucho”, agrega el catedrático, quien aprecia en ese enfado la razón por la que el mandatario mexicano ataca constantemente a los intelectuales críticos con su gobierno. Al loro.
JUAN MANUEL TORRES, UN AUTOR SECRETO
Miembro de la llamada Generación de Medio Siglo, en la que se puede incluir a escritores como Juan García Ponce, Salvador Elizondo, Juan Vicente Melo, Inés Arredondo o Jorge Ibargüengoitia, Juan Manuel Torres (1938-1980) es de esos autores a los que una densa niebla ha ocultado durante décadas. Fallecido de forma prematura a consecuencia de un accidente de tráfico cuando estaba a punto de cumplir 42 años, publicó en vida apenas dos libros: El viaje (Era) una colección de espléndidos relatos, y Didascalias (Joaquín Mortiz), una novela bastante arriesgada para el momento de su aparición en 1970. Recordado ante todo como brillante cineasta, Torres fue amigo cercano de Sergio Pitol, con quien coincidió en Polonia, país en el que realizó cursos de cine, y de José Emilio Pacheco, con quien mantuvo una larga y jugosa correspondencia. El olvido hubiera seguido haciéndose cargo de este escritor, si no fuera porque el doctor José Luis Nogales Baena se dio cuenta, mientras escribía su tesis doctoral sobre Pitol, de que el autor de El arte de la fuga citaba constantemente, tanto en sus cuentos como en su obra ensayística y autobiográfica, a Juan Manuel. Y comenzó a indagar, descubriendo, entre otras cosas, que la obra de Torres, además de inencontrable, reflejaba una literatura experimental procedente de las vanguardias que pretendía denunciar la imposibilidad de la representación mimética y de la verosimilitud realista, a través de la autorreferencialidad a uno mismo, que es al mismo tiempo señalada y puesta en duda, construyendo una literatura que se esfuerza en enfatizar la crisis del personaje narrativo, la deconstrucción del yo biográfico y la fragmentación del sujeto, y que sitúa a su autor, junto con Salvador Elizondo, como uno de los primeros que practica este tipo de literatura en México. Por esa razón, Nogales Baena ha confeccionado, junto con Mónica Braun, cuatro tomos que abarcan las Obras completas del escritor, el primero de los cuales, con todos sus relatos (incluido uno que fue hallado entre la correspondencia de José Emilio Pacheco que custodia desde 2018 la Universidad de Princeton), acaba de comenzar a circular en México publicado por la Universidad de Veracruz en coedición con el sello Nieve de Chamoy, y ya se anuncia que el segundo volumen, que sus editores esperan se publique también este mismo año, detallará su relación con Polonia y reunirá sus cartas a Pitol, a Witold Gombrowicz, a Pacheco y a su hija Claudia; y sus traducciones de Bruno Schulz y de Gombrowicz. Un rescate digno de encomio.
JOSÉ EMILIO PACHECO Y FERNANDO BENÍTEZ, POR LOS CAMINOS DE VERACRUZ
Hace varios años el periodista e historiador mexicano Fernando Benítez (1912-2000) viajó con José Emilio Pacheco (1939-2014) al puerto de Veracruz para reconstruir varios de los grandes acontecimientos de la historia y la cultura que han marcado los derroteros de esa mítica ciudad, por la que no solo han entrado las principales migraciones que conforman el grueso de la población de México, sino buena parte de los productos materiales y culturales que a lo largo de las centurias han enriquecido la diversidad mexicana, desde los iniciales pasos de Cortés y los conquistadores españoles, sus encuentros con los indígenas que habitaban en las costas del Golfo de México, hasta los hechos de la Revolución, pasando por las distintas intervenciones extranjeras, las acciones y ocurrencias del polémico Santa Anna y la vida y obra de poetas como Salvador Díaz Mirón. El resultado fue una espléndida y divertidísima crónica, donde la erudición y la precisión histórica que despliegan Pacheco y Benítez permiten al lector penetrar en el entramado en el que se forjaron los mitos, hechos, leyendas y figuras del emblemático Veracruz y cómo, a su vez, todo ello se ha ido fusionado con el devenir del resto del país. Rescatada en 2008 en una edición ilustrada de coleccionista, esta invaluable crónica de dos grandes de las letras mexicanas vuelve al mundillo editorial en el marco de los 500 años de la Fundación del puerto de Veracruz, de la mano de la editorial de la Universidad Veracruzana. Una autentica joya.
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