No deja de ser, cuanto menos, paradójico que alguien cuyo apellido significa La Alegría haya despachado una de las novelas más oscuras, deprimentes, turbias y desoladoras de los últimos tiempos. Pero así es la vida y eso, que así es la vida, algo a veces inexplicable y a lo que es muy difícil encontrarle sentido, es lo que al fin y al cabo cuenta el escritor pugliese Nicola Lagioia en la fascinante e hipnótica La ciudad de los vivos.
A lo largo de las 459 páginas del libro, el autor da un recital de técnica narrativa: no se trata de una narración lineal sino que va dando altos adelante y atrás en el tiempo, pasa sin solución de continuidad de la utilización de la tercera persona omnisciente a la primera para mostrar su implicación en el relato, incluye extractos de documentos oficiales, citas de medios de comunicación, entrevistas con familiares y allegados y hasta mensajes de WhatsApp que se enviaron los dos asesinos. Todo con el objetivo de intentar descifrar lo indescifrable y comprender lo incomprensible: ¿por qué hicieron lo que hicieron?
Porque lo que pretende Lagioia con La ciudad de los vivos no es contar una historia morbosa y malsana (como hicieron en su momento las televisiones, con el miserable y deleznable propósito de subir audiencias) sino analizar, casi desde una perspectiva entomológica, sin juzgarles en ningún momento sino intentando comprenderles, a dos individuos de personalidades complejas e inextricables, verdugos (a su pesar), sin duda, pero también víctimas, del sistema y del tiempo que les ha tocado en suerte… o, más bien, en desgracia. Manuel y Marco se convierten, de este modo, en epítome extremo de la degradación moral y espiritual consustancial a la mal llamada sociedad del bienestar, en la encarnación de todos los males que conlleva y contra los que es inútil combatir.
Al mismo tiempo, el libro es una especie de exorcismo personal del autor. Por un lado, toma conciencia de que si no hubiera tenido suerte y se hubieran dado las condiciones necesarias en un momento determinado, él mismo, o cualquiera de nosotros, podría haber cruzado el límite que cruzan los protagonistas. Y, por otro, deja que salga a la luz su ambigua y ambivalente relación con Roma, una ciudad a la que detesta profundamente, a la que describe con términos ominosos e insultantes (sucia, corrupta, agresiva, decadente…) y a la que considera tan culpable del crimen como a sus propios autores materiales. Y, sin embargo, a medida que van evolucionando los acontecimientos y, con ellos, él mismo, acaba asumiendo que es una ciudad que “regala mucho más de lo que pide a cambio” y que es imposible no amarla, para lo que no queda otra que aceptarla tal como es.
Al tratarse de una non fiction novel, es imposible no encontrar en La ciudad de los vivos ecos y reminiscencias de obras maestras del género como A sangre fría, de Truman Capote; Operación Masacre, de Rodolfo Walsh, o la más reciente La fiesta del chivo, de Mario Vargas Llosa. Como en ellas, cada página es una bofetada (algunas, directamente un puñetazo) y una invitación a la reflexión sobre cuestiones sin respuesta como si el Mal (con mayúscula) nace o se hace, si la empatía de los humanos hacia sus congéneres es algo natural o una mera imposición social contra la que algunos acaban rebelándose o si todos somos a la vez potenciales víctimas y potenciales verdugos. Lagioia intenta dar las suyas, sin imponerlas en ningún momento… pero cada uno de nosotros deberá encontrar las suyas propias.
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Autor: Nicola Lagioia. Traductor: Xavier González Rovira. Título: La ciudad de los vivos. Editorial: Literatura Random House. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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