Álvaro vuelve a casa del despacho, agotado. Sonríe resignado al comprobar los mensajes de Whatsapp y le da al play mientras se quita la corbata, saca un par de carpetas y enciende el ordenador para seguir trabajando un rato. La voz de la tía Mer resuena por el salón.
—“Creo que ya está grabando. Álvaro, hijuco, está un poco pesada Pitu con lo de que le diste plantón a su sobrina. Ya le dije que la que no había aparecido era ella, que hablo así contigo todos los días y que desde luego culpa tuya no fue. Luego tenemos una merienda y lo aclaro, no pasa nada. Y además esa niña era encantadora y educadísima, y no creo que haya cambiado tanto en Roma. Me dijiste que fue en el Milford, ¿no? ¿No viste a tu tío por ahí? Porque va mucho al aperitivo; si el otro día en el tanatorio cuando lo de Fernando, ¿te acuerdas de Fernando? Era de los de siempre; pues la corona más bonita era la de los camareros del Milford. Por cierto, me comentabas que te habías cruzado con el gitano ese que viste en Urgencias, ya sé de qué te suena, ¿puede ser el trapero? Vivió en Valdepenín, lo conocí una vez, y vino hace años al campo a llevarse varias cosas de casa; ese gitano… Me vendría bien localizarlo, pero claro, tú no tienes ni idea. Bueno, tranquilo, cielo, ya me encargo yo de organizarte todo; mañana te acerca Lito el caldo, que me tiene que hacer unos recados cerca de tu casa, y si quieres le digo que te lleve algo de pollo también, y así cuando vaya Macarena a comer no tienes que hacer nada —Lito, una cosa: mañana por la mañana le lleva usted a mi sobrino un par de botes del caldo que está haciendo Nelly y un poco de pollo con la salsa. Y póngale unas patatitas, también. Es en Núñez de Balboa, ahora mismo no me acuerdo del número, mañana se lo digo. Huy, no sé si se sigue mandando, y lo del caldo es importantísimo.
—Siñora, creo teléfono sigue grabando.
—No pasa nada, Lito, que es mi sobrino y él sabe que con esto no me manejo. A ver cómo se para. Dígale al jardinero que no se marche, que ahora salgo, y por favor, que no corte el césped a estas horas. ¿Álvaro? El jueves te mando a Nelly para que le pegue un buen repaso a la casa; sí, a partir de ahora va los jueves, le dejas las llaves al portero y ya está. Y te no admito un no, que si me encargo me encargo.”
Eliminaste este mensaje.
—“Perdona, que antes he colgado sin querer; bueno, lo que te decía. Ay, espera un momento, que me llaman.”
—“Sigo, ¿me oyes?, ¿me oyes? Esto graba mal; hijo, yo creo que es Sánchez.”
Eliminaste este mensaje.
—“He hablado con tu madre esta mañana para ver qué tal está mi hermano, y me insiste en que el divorcio no existe, que ese Pierre con el que vive tu ex es sólo un amigo y que para ella María siempre será tu mujer. Y espera de corazón que sigas yendo a misa. Sigues yendo a misa, ¿verdad? Bueno, eso es cosa tuya. Nunca he entendido que mi hermano Jaime se casara con ella. Y tu tía Chiqui tampoco, aunque ella se casó con Alonso, que anda que… Pero no te digo nada, bastante tienes con que sea tu madre. Y luego está tu hija Maca, que está monísima, tan estilosa. Me contó que no para y que el otro día estuvo en la puesta de largo de la nieta de Fernando. Su hermano no estaría mal para ella, ahora que lo pienso. Ya organizaré. Por cierto, como tu tío Jaime está esta semana en el campo con lo del corzo, el viernes me voy con él. Si quieres estáis invitadísimos, que desde la montería no venís. Y tienes que ir menos al despacho y trabajar menos. Estoy preocupada, el otro día en la cena en casa de los Beaumont contaron que a su sobrino le había dado un infarto porque no se cuidaba nada, y es más joven que tú… Iba a tu colegio, ¿verdad? Bueno, no comentes, pero también dijeron que se había metido los Alpes por la nariz, y gracias a Dios ese no es tu estilo. Y encima estaba gordísimo, como su padre. Bueno, tú dime cuándo vienes. Y llama a Natalia otra vez, por favor. No te sientas obligado, pero llámala. LLÁ-MA-LA. Y lo del gitano olvídalo, fue todo hace mucho. Un beso. La tía Mer. Huy, qué tontería es esto, si ya sabes quién soy.”
Clic.
Álvaro ha desconectado mentalmente hace rato. Está repasando los términos de una inversión para un proyecto de arquitectura de un tal Pablo Aguilar, que acaba de llegar de Londres y ha abierto en Madrid a lo grande; inauguró la semana pasada, pero él no pudo ir porque estaba esperando a Natalia. La cosa tiene bastante buena pinta, y los números cuadran. Mañana lo estudiará mejor, se ha hecho tardísimo.
Los mensajes de voz los carga el diablo … muy ingenioso artículo