Nada más ganar la Vuelta a Chile de 1987, Peter Tormen declaró en la televisión que había corrido con la bicicleta de su hermano: “A él le dedico el triunfo, a mi hermano Sergio, detenido y desaparecido”. Los patrocinadores de su equipo, el Pilsener Cristal, bien situados en la dictadura pinochetista, amenazaron con despedirlo si seguía abriendo la boca. Peter dijo que ya se marchaba él. Dejó de competir y montó un taller de bicis en Santiago.
Hace unos años en Santiago levantaron un tremendo Museo de la Memoria, instalaron adoquines por las calles con nombres de desaparecidos y asesinados, placas que recuerdan la aplicación de malos tratos incluso dentro del Ministerio de Defensa. El 30 de abril de 2023 cientos de ciclistas dieron vueltas al velódromo nacional, que fue sede de detenciones y torturas masivas, y después celebraron el cambio de nombre de la pista: pasó a llamarse Velódromo Sergio Tormen. En Santiago también se puede visitar el número 38 de la calle Londres: la casa por la que pasaron los Tormen, Guajardo y otros dos mil, de los que murieron o desaparecieron 98. Ahora es una casa vacía, con informaciones escuetas sobre los métodos de tortura, una casa de pasillos estrechos, paredes desconchadas y un suelo de tablas que crujen, como cruje un velódromo de madera o como cruje el recuerdo de la tortura, en los países que no lo silencian.
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