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Cruz Sánchez de Lara: «El guion de tu vida mejora mucho cuando te comprometes a escribirlo»

Cruz Sánchez de Lara: «El guion de tu vida mejora mucho cuando te comprometes a escribirlo»

Una deconstrucción completa y manuscrita por, entre muchos otros, Pedro Sánchez, Esperanza Aguirre, Iván Redondo, Micaela Navarro o Pedro J. Ramírez —quien transcribe, en este caso, el Artículo 20— de la Constitución Española preside una de las paredes del despacho de Cruz Sánchez de Lara (Almería, 1972), abogada, activista por los derechos humanos, vicepresidenta ejecutiva de El Español, editora de “Enclave ODS” y “MagasIN” —las secciones de mujeres y sostenibilidad, respectivamente, del citado periódico— y, aunque a ella le descoloque la cosa, novelista, por eso de que acaba de publicar Cazar leones en Escocia (Espasa, 2022), una ficción sólida y feminísima en la que confluyen tres generaciones de mujeres, un pretexto literario para discurrir por asuntos como el amor, la amistad, la maternidad, los celos o la vejez, y un contenedor narrativo de un porrón de pensamientos e impresiones de la autora, repartidos —o no— por todos sus personajes. Zenda la entrevista, ya digo, escoltado por una Carta Magna tsunámica, dividida en una legión de notas de papel cuidadosamente dispuestas y enmarcadas: “Yo no había pedido un autógrafo en la vida, pero cuando fue el cuadragésimo aniversario de la CE, se me ocurrió esta idea”. Conversamos:

—Cruz, en este inmueble, ¿qué se cuece?

"Un abogado es un contador de historias que espera que se le crea, y que tiene la verdad como yugo"

—Aquí se cuecen muchas cosas. Este inmueble es mi nueva redacción y el exponente de mi cambio de vida, porque he dejado el ejercicio de la abogacía, con mucho dolor de mi corazón, en el mes de diciembre, y aunque ya era vicepresidenta de El Español, desde principios de este año, soy vicepresidenta ejecutiva y me he hecho cargo de dos secciones: “MagasIN”, que es la sección de mujeres, y “Enclave ODS”, que es la sección de sostenibilidad. Aquí se cuece muchísima juventud, ilusión y entusiasmo, y un muy buen rollo de trabajo. Me gusta hacer todo con ilusión.

—¿Los cínicos sirven para el oficio que ejerce usted aquí? ¿Y para el que ejercía?

—Fíjate, yo creo que un abogado no es muy diferente de un periodista. Un abogado es un contador de historias que espera que se le crea, y que tiene la verdad como yugo. Somos esbirros de las palabras y de la verdad. Eso lo tenemos en común los abogados y los periodistas. Cínicos hay en todas las profesiones, pero creo que la mejor forma de envejecer siendo abogado es siendo honesto.

—Plagiando a Pilatos, ¿qué es la verdad?

—La verdad es la razón demostrada. Eso te lo enseñan cuando estás en la facultad, en primero de Derecho. Te dicen: “La razón no sólo hay que tenerla: hay que demostrarla”. Entonces, los abogados somos escritores de historias que no pueden apearse de la verdad, pero no solamente es eso, sino que tienes que contar la verdad y decir cómo se acredita con la prueba documental o con la prueba testifical número tal. Es una esclavitud de la demostración de hechos que te hace ser muy estricto escribiendo.

—Le inspiran Ruby Bridges y Mata Hari. ¿Por qué?

"De Mata Hari me gusta muchísimo la historia de cómo transforma su debilidad en seducción"

—De Mata Hari me gusta muchísimo la historia de cómo transforma su debilidad en seducción. Mata Hari tenía el pecho feisímo y se inventó una historia sobre el daño que le había hecho su marido, que era militar, en el pecho. Con eso generaba un sentimiento de paternidad en sus amantes y, a la vez, excitación, porque ella se diseñaba unos corsés extraordinarios. Ese saber transformar tus debilidades en fortalezas me parece una forma de vivir muy al límite que admiro, porque saber vivir tan al límite no me sale. Luego, Ruby Bridges fue la primera niña negra que fue a una escuela de blancos en EEUU. Me parece muy lamentable que la sociedad entera tenga que estar representada por una niña que, al final, tiene que afrontar el trauma del cambio siendo una niña, cuando es un cambio que tendríamos que afrontar todos como sociedad. Luego, que esa niña, cuando fue mujer, entregara su vida a una ONG para la educación de otros… me parece que es una vida de servicios, y yo admiro las vidas de servicios. Te podría poner cientos de ejemplos de mujeres y otros tantos de hombres.

—En su novela, también cita a unas cuantas escritoras, como Virginia Woolf o Mary Anne Evans (George Eliot). Como novelista, ¿qué ha aprendido de ellas?

—Primero, ¡qué fuerte me resulta oír que me llames novelista!

—Ha escrito una novela.

—Y esa es la gran pregunta: ¿todo el que hace una novela es novelista?

—Supongo que sí. Otra cosa es que sea buen o mal novelista.

"Si no me hubieran pedido una novela, jamás la hubiera escrito"

—Creo que esta capacidad de sorprendernos de la vida, cuando ya vamos avanzando, tiene su magia. Y lo que no podemos perder es la humildad de reconocernos aprendices en todos los caminos. Que me preguntes qué he aprendido como novelista, y que en la misma frase me metas a Virginia Woolf y a Mary Anne Evans… De Virginia Woolf he aprendido muchas cosas. La capacidad de síntesis de la necesidad de independencia y autonomía para ser feliz me parece precioso. Es un mensaje que ella dio cuando no podía ser ni una pretensión. Y de Mary Anne he aprendido la forma del retrato costumbrista de una sociedad perfectamente reflejada, pero en la que ninguno querríamos ser uno de sus protagonistas.

—Por cierto, ¿qué le empujó a ponerse a hacer literatura?

—Que me lo pidieron. Nunca jamás hubiera escrito una novela, y eso que mi padre, el otro día, me recordaba que el primer dinero que gané en mi vida fue en un concurso literario, porque siempre me ha encantado escribir. Cuando tenía diecisiete años, me dieron un premio regional que no tenía mucha importancia, pero que recibí como si me dieran el Nobel de Literatura (risas). He escrito esta novela porque me llamó la editora para pedírmela. Realmente, a ella, junto a mis padres, mi hijo y mi marido, está dedicado este libro porque creo que las personas de la calle, quienes somos ajenos al mercado editorial, no valoramos el trabajo que hay detrás de un libro. O sea, en este libro están mis palabras, mi historia, pero hay un trabajo de muchas personas que hacen posible una portada bonita, una edición cuidada, que te buscan como escritor, y me parece que tuve la fortuna de que un día alguien me escribiera porque me había leído en el periódico. He tenido ese privilegio. Si no me hubieran pedido una novela, jamás la hubiera escrito. Y una persona, por profesionalidad, ha sabido ver a una escritora que nadie sabía dónde estaba.

—Decía Proust que la impresión es al escritor lo que la experimentación es para el científico. ¿Qué impresiones personales, intelectuales o profesionales ha plasmado en Cazar leones en Escocia? ¿Cómo aparece reflejada Cruz Sánchez de Lara en estas páginas?

"La parte femenina de nuestro cerebro nos lleva a crear a las mujeres unos sentimientos de unión que están muy basados en el compartir las experiencias"

—Es una pregunta muy inteligente. Si tú me preguntas si la novela es autobiográfica, te digo que no; si me preguntas si la novela contiene pensamientos o impresiones mías, te digo que muchísimas. Yo soy el fruto de mi aprendizaje. Creo que un personaje está construido desde tus impresiones y tus pensamientos. Eso no significa que tú seas un personaje, que es lo que todo el mundo espera que yo diga: “Yo soy tal, yo estoy en tal”. No. Ahora bien, las reflexiones sobre el ego son mis propias reflexiones; las de la maternidad, mías o de otras mujeres a las que he leído… La parte femenina de nuestro cerebro nos lleva a crear a las mujeres unos sentimientos de unión que están muy basados en el compartir las experiencias. De esa forma de compartir, hay mucho mío y de las mujeres que he conocido.

— Los nombres de sus personajes no están puestos a voleo, ¿verdad? Su Miranda tiene ecos shakesperianos, Cata Arce suena a “catarsis”…

—Y Silvana, no sé por qué se me ocurrió, pero me encanta. Cata Arce suena a “catarsis”, ¿no? Y Miranda sale de La tempestad. Mi marido y yo la presenciamos en Londres, interpretada por la Royal Shakespeare Company, y fue tan impresionante que dos personas muy parecidas, pero muy diferentes, como nosotros, salimos teniendo un sentimiento de unión muchísimo mayor. Nosotros nunca, porque nos hemos conocido mayores, hemos tenido idea de tener un hijo, pero si hubiéramos tenido una hija, se hubiera llamado Miranda. Porque ese montaje de La tempestad, que, además, está pasado a DVD, de verdad, ha sido de las cosas más impresionantes que he visto en mi vida. Podría haberme impresionado a mí sola, pero es que salimos los dos sobrecogidos porque era una historia de esas que, aparte de la magia de Shakespeare, tiene una producción excepcional y unos actores que te trasladan al escenario. Y fue mágico.

—¿La maternidad es una vocación o una responsabilidad?

"Tuve una experiencia muy desagradable que me hizo vivir la maternidad en solitario"

—Siempre es una responsabilidad y no siempre una vocación. Creo que el día que tú eres madre o padre contraes una deuda con una persona pequeña, y la tienes que llevar adelante toda tu vida. Eso se vive de forma muy distinta cuando eres el receptor de cuando eres el generador. Comprendes mucho mejor a tus padres el día que tienes que desarrollar la maternidad. Además, yo, en mi vida, tuve una experiencia muy desagradable que me hizo vivir la maternidad en solitario. Con lo cual, la maternidad, para mí, ha sido siempre un punto de reflexión muy importante. La maternidad es más fácil cuando se ejerce conjuntamente con un padre. No siempre, porque hay veces en el que uno de los dos te sobra, pero, sobre el papel, es más fácil que ejercerla en solitario. Y he dedicado muchas horas a pensar en la responsabilidad de la maternidad. Probablemente, por eso sea un tema tan importante en la novela. Hoy, mi hijo tiene 24 años y ya hablo de esto con otra distancia, pero, realmente, es una responsabilidad siempre, sea o no una vocación. Mientras vives.

—¿Se sigue educando a las mujeres para que salgan de sus casas con un marido, como hicieron con su Cata?

—No. Afortunadamente, vivimos en una democracia desde hace muchos años. Mucha gente ya no recuerda haber vivido de otra forma. Silvana y Cata vivieron en una época en la que el Código Civil hacía distinción entre hombres y mujeres. Afortunadamente, hoy, a muchas chicas jóvenes, esto le sonará a historia antigua. Pero no es tan antigua. La Ley del Divorcio fue en el 81, y hasta el 78 estaba penado el amancebamiento y el adulterio.

—El término “amancebamiento” remite a la época de los cantares de gesta, casi.

—Es que además, fíjate: el Código Penal hacía una distinción de la infidelidad en función de si la cometía un hombre o una mujer. O sea, para que tú fueras condenada como mujer, bastaba con que un día durmieras con alguien; para que fueras condenado como hombre, tenías que tener una relación estable ajena al matrimonio. Claro, eso te parece la historia de Cromagnon, pero es la historia de nuestro país hace menos de cincuenta años. Esto lo han tenido que vivir generaciones de personas que están todavía vivas. Esto hoy lo vivimos desde una posición de igualdad jurídica; luego, la igualdad real y efectiva es otra cosa. La igualdad jurídica nos ha puesto a todos en el mismo plano, pero hay mujeres de generaciones anteriores, que todavía están vivas, que no podían abrir una cuenta por sí solas. Tenemos que sentir el privilegio de haber nacido en una generación mucho más libre, y no se nos puede olvidar que somos fruto de las anteriores, que vivieron con restricciones de derechos y con una desigualdad total.

—El personaje que más me llama la atención es Silvana, la suegra de Cata y la madre de Ciro, marido de Cata y homosexual. Escribe: “Silvana era consciente de que yo necesitaba oler otros cuerpos, dibujar en otras pieles y conocer el desenfreno y el frenesí”.

"Cuando tienes un hijo, la tendencia natural es la de justificar o entender a tu hijo"

—Emana empatía. Es una madre inteligente: es consciente de que su hijo es homosexual, de que su nuera tiene esa realidad, sabe que socialmente no tienen otra escapatoria, y quiere que su familia esté unida siempre. ¿Cuál es la forma de hacer eso? Tratar el tema con inteligencia y aparcar los sentimientos, que es algo verdaderamente difícil cuando se habla de un hijo. Porque los sentimientos de madre protectora se anteponen a la lógica y a la comprensión. De hecho, yo, que he llevado pleitos por asesinato de parte de la víctima, he visto a las madres de los asesinos, y estas buscan cualquier excusa para sentir que no son las madres de un asesino. Cuando tienes un hijo, la tendencia natural es la de justificar o entender a tu hijo. Y la generosidad de Silvana le lleva a entender que para que la vida su hijo sea posible en los términos necesarios, hacen falta la felicidad de su hijo… y la de su mujer.

—Por cierto, Amélie, casi al final del libro, cuenta que Paul le regaló entradas VIP para un concierto del mejor grupo de rock de la época. Pero no dice cuál. ¿En quiénes estaba pensando la autora?

—En quienes estés pensando tú (risas).

—Eso no vale, Cruz. Imagina que te digo Kortatu.

—Pues mira, puede ser. O Barricada, ¿quién sabe? Cazar leones en Escocia tiene una playlist. En el libro, me he dado cuenta de lo importante que es para mí la música.

—Para finalizar: cuenta su Alejandra que a Cata le encantaban las películas de amor y que decía que “en el mundo faltaban guionistas”. ¿Suscribe?

—Suscribo. La vida es mucho más bonita cuando le ponemos un decorado bonito, las palabras necesarias, y adornamos las historias. Es decir, tú eliges cómo es tu historia. El trabajo que tú hagas para vivir, muchas veces, no lo eliges, ni el sitio donde naces ni el dinero que tienes, pero sí cómo vives tu ocio. Y soñar es gratis. El guion de tu propia vida mejora mucho cuando tú te comprometes a escribirlo. Así lo creo.

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