A Jero García (Carabanchel, 1970) se le quiere y se le admira —del latín admirari, “maravillarse, contemplar con agrado”— porque sabe ser, sabe estar y sabe hacer. Sobre todo, porque hace. Antónimo de perro ladrador, Jero, hombre de acción, hace mucho, mucho bueno. Y lo hace muy bien, ya sea enseñando a boxear en esa “antigua cochera acondicionada que habla en morse al barrio con los golpes a los sacos” (Gistau), evangelizando por los colegios del Reino de España contra el acoso escolar, o escribiendo una primera novela, Cola de lagartija (Temas de Hoy, 2023), que se lee, bebe y disfruta como un cuento tradicional, de los que te contaban tus padres cuando eras niño chico. Cuentos que igual, ahora, se encarga de contar un cacharro tipo Alexa.
Jero, que es un tipo muy listo, ha sembrado sus entrevistas promocionales con un estribillo implacable: “Cualquier parecido con la realidad es pura casualidad”. ¡Será truhan! Quienes tenemos la fortuna de gozar de su amistad sabemos que el rey del Lucero ha vertido su vida en Cola de lagartija. Por supuesto, difuminándola, adulterándola, cambiando de lugar las piezas de su Lego, haciendo malabares literarios, pero Jero ha jugado, a lo largo de 246 páginas, con la baraja que le ha brindado su biografía. Una baraja compuesta por cartas como, entre otras, la del barrio bravo, la del TDH, la de las adicciones, la de los tropiezos. Una baraja que también incluye cuatro ases: el de la determinación, el del aprendizaje, el de la nobleza y el de la gallardía. Con estos naipes, imperfectos y humanísimos, el autor y sus protagonistas no siempre han vencido/vencen, pero se tatúan la imprescindible lección de que, ante la derrota, uno debe intentar levantarse siempre.
A Jero se le reconoce en Cola, ese joven carabanchelero que, a sus seis años, “manejaba mejor los puños que las palabras”, así como en Fernando, ese entrenador salvavidas que no está libre de pecado. Cola de lagartija sabe a Dickens cruzado con Eloy de la Iglesia. Como estampa el periodista y escritor Pedro Simón en su fabuloso prólogo, tiene algo “del Lazarillo y de La leyenda del indomable”. La novela es un contenedor de atracos, de colegas de hostias, de clasismo, de lecciones de vida, de errores y remiendos. También de nombres absolutamente reconocibles: David (Gistau), Miriam (Gutiérrez, la Reina), o “un tal Sabina que iba de retirada después de cerrar su Mandrágora”. El libro, sobre todo, exuda verdad y, por ello, se disfruta tanto. Esa verdad se manifiesta adulterada —volvemos al estribillo: “Cualquier parecido con la realidad…”, etcétera— en una prosa sencilla, en una narración efectiva y trepidante, en un ejército de capítulos que su creador concibió como asaltos. Sí, el que fuera campeón de España de boxeo, kick boxing y full contact ha parido un cuento largo y viejo, de los que antes, al menos, contaban los padres y disfrutaban los hijos. Una historia sólida y entretenida, de esas que fomentan la lectura —más obras tipo Cola de lagartija y menos La Regenta en los colegios, por favor—, que no parece escrita por un novelista primerizo. Una historia en la que cualquier parecido con la realidad, en fin, no es más que puro Jero García.
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Autor: Jero García. Título: Cola de lagartija. Editorial: Temas de hoy. Venta: Todostuslibros
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