Espero que nadie me tome por un fanático apocalíptico si digo que la tentación nos puede arrastrar al fondo del abismo y dejar ahí hasta que alguien se apiade de nosotros. Porque cuando las pasiones del ser humano se alían con los intereses económicos de gente sin escrúpulos, no hay libro de autoayuda que valga para salir del hoyo. Como buen ejemplo de ello, el vasto mercado editorial francés cuenta con una curiosa marca que siempre me ha llamado la atención.
Se llama France Loisirs y se presenta bajo la forma de un club de libros, aludiendo a todo lo que ese tipo de asociación evoca en nuestra cabeza. Para ser miembro y disfrutar de sus ventajas, hay que pagar una módica cantidad al mes (creo que ahora está en unos cuatro euros). A cambio obtenemos interesantes descuentos (de hasta un treinta por ciento respecto a lo que una terrenal librería nos podría ofrecer), el apoyo de consejeros expertos en elegir el libro adecuado para cada momento (gracias a recomendaciones personalizadas) y una cuenta en la que seguir acumulando privilegios (por ejemplo, con cada adquisición recibimos puntos que nos permitirán obtener ejemplares gratuitos). Tras cierto éxito como club de libros, ahora también ofrece películas, revistas, juguetes y hasta una agencia de viajes.
En definitiva, se reúnen todas las condiciones para que cualquier lector se sienta bien acompañado, sobre todo quienes reconocen querer leer, pero no tener tiempo para ello, por lo que formar parte de este tentador club les empuja a comprar libros y ocuparse de una afición que desdeñarían de otra manera. Como quien se inscribe en un gimnasio para obligarse a hacer deporte.
Pero algo huele a podrido en Dinamarca. Hay un lado oscuro que, supongo, más de uno estará viendo venir. Además de todos los medios enumerados para captar y conservar clientes, hay una obligación de compra regular, por trimestre para ser más exactos. Así es como muchos se ven atrapados en un bucle consumista que gira en torno al libro, convertido en un banal objeto de especulación. Al final los socios acaban descubriendo que no hay tanta elección como pensaron en un primer momento, pues encuentran títulos que aparecen exclusivamente en France Loisirs y no salen de su circuito cerrado. Muchas publicaciones tienen tan poco interés que no sobrevivirían mucho tiempo en una librería convencional. Algunos resúmenes son interesantes, las reseñas tentadoras y el envoltorio atractivo, pero la lectura acaba revelando un interior vacío y previsible, que no va mucho más allá de la prometedora contraportada. Además, las tiendas físicas son escasas y hay que comprar los libros por internet, pagando unos gastos de envío que no figuran en las flamantes ofertas. Cuando el pedido llega a casa, el cliente descubre, además de los ejemplares deseados, libros “regalo”, que nunca habría elegido en condiciones normales. Es la manera que tiene esta curiosa industria de dar salida a infumables títulos que nadie compraría de otra forma. Y si, tras una decepción tras otra, los socios deciden desistir y abandonar el club, se encuentran con una inimaginable carrera de obstáculos, hasta el punto de que algunas webs ayudan a consumar el largo y doloroso divorcio.
Así que ese engañado lector sigue sin tener tiempo para leer, no suele acabar esos vacíos volúmenes, pero continúa comprando cada mes, aunque solo sea para llenar su biblioteca con coloridos lomos. Conozco a algunos de ellos, quienes me describieron a France Loisirs como el mismísimo diablo que les empuja seguir a su lado. Me pregunto qué inestimable don les habrá otorgado a cambio de sus almas. Ni siquiera ellos lo saben. Tal vez siguen siendo socios para descubrir algún día qué rédito les acabará aportando todo esto. Y desde aquí propongo una oración por estas almas, que no saben cuán perdidas están. Invoquen a sus más sagrados autores para que les saquen de esa oscura espiral. Vade retro, Satanás.
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