«Yo soy el lugar de las apariciones» afirmaba Juan José Arreola en su microrrelato «Cuento de horror». Y quizá una buena forma de definir la antología Perversas sería parafraseándolo, pues, tras leer sus quince relatos, me viene a la cabeza que muchas veces «nuestro cuerpo es el lugar de los horrores». Sobre todo en el género del body horror o terror corporal, al que homenajea con brillantez este libro, con edición a cargo de la gran Joyce Carol Oates y publicado en España por la editorial Horror Vacui.
Si una de las claves del body horror es la transformación del propio cuerpo, con todo lo que esto conlleva de monstruoso, podríamos pensar en Gregorio Samsa y su metamorfosis. Pero este género parece íntimamente ligado al cuerpo femenino. Así lo expone Oates en la introducción, refiriéndose a criaturas monstruosas como arpías, furias o gorgonas. Entre ellas destaca a Medusa, violada por Neptuno y castigada de forma injusta y absurda por Atenea. Esta última la transformó en una «gorgona de cuya horrible cabeza brotaban serpientes». Y es que, según añade Oates, «a lo largo de la historia, el cuerpo femenino ha sido condenado como un objeto inmoral por despertar el deseo sexual en el varón». Por eso resulta clave en esta antología la elección de quince relatos escritos por mujeres y protagonizados también, casi en su totalidad, por otras mujeres que, como Medusa, sufren en muchas ocasiones la violencia, la exigencia y el odio contra el propio cuerpo. Y si Sigmund Freud definía lo siniestro, lo unheimlich, como «aquella suerte de sensación de espanto que se adhiere a las cosas conocidas y familiares desde tiempo atrás», ¿qué podría resultarnos más espantoso que la transformación incontrolable de nuestro cuerpo?
Hay múltiples cuerpos —femeninos— en Perversas. Y, además de la estructura que la propia Oates propone para organizar la antología en tres partes —monstruos, anatomía mórbida y fuera del cuerpo y del tiempo—, muchos relatos también se definen a través de su relación con las manifestaciones de lo siniestro propuestas por Freud. Dejando aparte los presagios funestos y el dejà vu, varios títulos de la antología podrían clasificarse en torno al doble, las amputaciones o lesiones, la confusión entre lo real y lo fantástico y entre lo inanimado y lo viviente.
En torno a la figura del doble —y, en este caso, la figura del gemelo/a— podría citarse «Malena», de Joanna Margaret. A través de la frase/mantra «tu don está dentro de ti», resonando una y otra vez en el interior de la protagonista, este texto explora los límites del arte, evocando ecos del filme Inseparables de David Cronenberg. También sobre las fronteras entre arte y maltrato habla Raven Lainani en «Ejercicio de respiración». A su vez, el cuerpo amputado o «monstrualizado» es el eje de relatos como «Frank Jones», de Aimee Bender, una historia «frankestiniana» de criaturas hechas a partir de verrugas y de «Portación oculta», uno de mis favoritos de la antología, donde Lisa Tuttle «convierte úteros en pistolas» y critica la política de armas en EE.UU. y el control sobre la mujer —muy al estilo de El cuento de la criada, de Margaret Atwood—. En este grupo hallamos también «Bailando con los espejos», de Lisa Lim, relato acompañado de ilustraciones que nos habla de herencias funestas sobre la obsesión con la teórica belleza y el maltrato al cuerpo; y «Anatomía repugnante», el único protagonizado por un hombre y que en su increscendo obsesivo, la referencia a las enfermedades venéreas y la incomodidad provocada por algunas escenas me ha recordado a «Hongos», de Guadalupe Nettel.
La confusión entre lo vivo y lo artificial es uno de los núcleos de «Sydney», inquietante relato que aísla a la protagonista junto a un marido misterioso —al estilo del Rochester de Jane Eyre— que guarda un terrible secreto en «el desván». Por último, el juego entre lo real y lo fantástico a través del sueño y la atmósfera onírica son claves en «Cintas color escarlata», de Megan Abbot. A esta combinación se le une la materialización de un deseo algo perverso en «Némesis», de Valerie Martin, relato basado en un personaje masculino narcisista a quien repugna la deformidad de la narradora femenina y que, a causa de caprichos del destino —o no—, se transformará en aquello que tanto le repele.
Precisamente, las transformaciones son otro de los anclajes de esta antología. Hay metamorfosis en las mujeres-lobo de «Hocico», de Cassandra Khaw, y en la protagonista de «Metempsicosis o el viaje del alma», de Margaret Atwood, que me ha hecho rememorar uno de los relatos más perturbadores de Patricia Highsmith: «El observador de caracoles». Las metamorfosis son también un elemento clave en los cuentos de hadas y hay reminiscencias de estos en «La séptima novia o la curiosidad femenina» de Elizabeth Hand, que habla del abuso del cuerpo femenino y de la venganza en una compañía de teatro cuyos actores están representando «Barbazul». Otro ejemplo es «Bailando», de Tananarive Due, que al body horror le suma un black horror con cierto homenaje a uno de mis cuentos de hadas favoritos: «Las zapatillas rojas».
Finalmente, la referencia a otros textos es clave en «Su corazón puede fallarle», una fantasía de Yumi Dineen Shiroma en torno a la posible convivencia de Mina Harker y Lucy Westenra, protagonistas femeninas del Drácula de Bram Stocker. Y acabo regresando al ya citado desván, para referirme a uno de mis relatos favoritos —o crónica, pues como lo define la propia Oates, autora del texto, «está basado en registros históricos»—: «La silla de la tranquilidad». A través de un monólogo femenino, Oates transmite la angustia de aquellas mujeres que, entre finales del XIX y principios del XX, eran tratadas —y maltratadas— a causa de la supuesta «histeria femenina», simplemente por no acatar lo establecido y ser más «locas del desván» que «ángeles del hogar».
Las quince historias de Perversas combinan, pues, miedo, angustia y violencia, manifestaciones de lo siniestro, metamorfosis y locas del desván y convierten los cuerpos femeninos maltratados tanto en personaje como en narrador. Demuestran, en definitiva y con palabras de Tananarive Due, que «un sueño enterrado puede renacer como una maldición» y que el cuerpo puede ser, también, el lugar de los horrores.
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Autor: Joyce Carol Oates (ed.) Título: Perversas. Editorial: Horror Vacui. Venta: Todos tus libros.
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