Santiago Álvarez ha escrito una novela que es un choque entre dos mundos: el urbano y el rural. Ambientada la Tinença de Benifassà (Bajo Maestrazgo), la historia presenta a una familia que decide instalarse en una aldea dominada por tres hermanos que tienen la brutalidad como forma de vida.
En esta making of, Santiago Álvarez detalla los orígenes de Muerdealmas (AdN).
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El segundo de los ingredientes que me hizo escribir esta historia fueron los sucesos que sucedieron entre 1870 y 1934 en un lugar no muy lejos de allí: el Santuario de la Balma. Cada 8 de septiembre, decenas de miles de peregrinos de todo el Maestrazgo (algunos recorrían a pie dos o tres jornadas de viaje) acampaban fuera del Santuario para, una vez llegada la noche, entregarse a bacanales prohibidas a las puertas del recinto sagrado. Mientras, en la cripta más profunda, un grupo de fanáticos buscaban una cura para sus hijos con problemas de salud mental (que consideraban endemoniados). Los ponían en manos de las Caspolinas, siniestras mujeres de la cercana población de Caspe, que con impunidad convertían sus prácticas execrables en respetados exorcismos que aparentemente traían la paz a las pobres criaturas.
El tercer ingrediente fue, indudablemente, el enfrentamiento entre la España urbanita y la España rural.
A la primera la conocemos bien, pues somos parte de su fauna: competitivos, apresurados, con un punto de locura en todo lo que hacemos, y una inclinación a llenar nuestras vidas con cosas que no significan nada. Para esto escogí a Abel, un tipo que sale del psiquiátrico tras dos años y medio, donde fue internado por algo que apenas recuerda. Intentará recomponer su vida con su familia.
En cuanto al mundo rural, quise extremar ciertas características: un pueblo olvidado por todos con habitantes supervivientes, parcos, duros como piedras que brotaran del paisaje salvaje al que pertenecen, implacables con los demás y con ellos mismos porque cualquier otra cosa significaría su aniquilación. Así son los Osset: un clan rural caracterizado por una jerarquía precisa, normas centenarias y un territorio que defender. En ese territorio se encuentra Muerdealmas, el único lugar ficticio de la novela, donde se encontrarán la familia de Abel y los Osset.
Desde el principio, y más aún que Abel, me interesó Ventisca Osset, hermana de Ibón, el líder de la aldea. Es una mujer que ha sabido mantener un estatus importante en una familia eminentemente masculina. Es inteligente, apasionada y muy consciente de que su apellido la condena a unas normas dictadas por la brutalidad. Ella sabe lo difícil que es ser una Osset. Ella, que al no poder traer hijos al mundo no tiene hueco como mujer en el clan, ha tenido que endurecerse y convertirse en algo más fuerte.
Otra cuestión importante es la vocación de cierto estilo literario. Cuando uno habla de ello, se le trata de snob, incluso en el mundillo. Parece que hay que hacer literatura sin hacerla, pero el estilo es una de nuestras herramientas más poderosas. Si, por ejemplo, empleamos en la novela las técnicas de los medios audiovisuales (como desgraciadamente sucede a menudo), tenemos todas las de perder. Sin embargo, la literatura nos permite penetrar en la mente de los personajes y del lector de una forma inaccesible para otras artes. En Muerdealmas aparece un narrador en segunda persona que introduce al lector en la odisea que le espera a Abel, y que nos acerca a la tormenta de su mente. Para los Osset uso un narrador cámara que nos los muestra como son.
De la misma manera, el ritmo y la estructura es relevante. Tras la violenta escena inicial, la historia aumenta en intensidad y dramatismo. Es una novela que empieza caminando, que coge un trote creciente hasta desembocar en un galope desenfrenado. La idea es que el lector acabe exhausto.
Creo en el trabajo. Escribo mucho a mano, corrijo numerosas versiones en la pantalla del ordenador. Tengo una libreta con 250 páginas de anotaciones antes de empezar los borradores y en ella hay una frase en mayúsculas que subrayé. Dice: “NECESITO MÁS DUREZA”. Creo que buscaba, a través del estilo y de la historia, un puñal que atravesara al lector y que al mismo tiempo transmitiera el carácter agreste del territorio que aparece en el libro.
Posiblemente esta novela nunca la hubiera escrito sin la lectura de La España Vacía (2016) de Sergio del Molino, cuyo tono didáctico pero desprovisto de paternalismo señala con precisión de cirujano la despoblación del interior de nuestro país. Este libro me llevó inevitablemente a La lluvia amarilla (1998), de Julio Llamazares, que relata la extinción de una pequeña aldea del Pirineo aragonés y que me parece una de las mejores novelas escritas en lengua castellana. Finalmente, en cuanto a la acción, la psicología y el territorio, creo que algo han tenido que ver las grandes novelas de Jim Thompson como 1280 almas o El asesino dentro de mí.
En definitiva, en esta novela he dado todo lo que tenía para contar esta historia, que es la única forma de hacer las cosas. Después de eso, el éxito o el fracaso está muy lejos de mis competencias.
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Autor: Santiago Álvarez. Título: Muerdealmas. Editorial: AdN. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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