La otra noche, justo cuando el mundo daba el pasito ritual de un año al otro, escuché que vino de visita la Cacería Salvaje. Verán ustedes, siempre entran por Murcia. Aquí les tenemos cariñico, por eso de que aún quedan algunos genes de las incursiones vikingas y de que mate usted al… ehem… y váyase a Murcia. Los vikingos están tan en boga últimamente que a Odín le gustaría hacer un último intento y regresar de vez en cuando aunque fuera de visita. Que eso de sentarse vestido con harapos frente a un café del centro ya le cansa.
Me pongo en sus pieles y me da pena. ¿Qué no pensarían al toparse con cosas como la Cumbre del Cambio Climático desarrollada en Dubai? ¡Alguien les estaba haciendo el trabajo, oiga! Las guerras nunca van a suponer una sorpresa para estas gentes de pro. Lo que sí es novedoso es la búsqueda de corrección política en mitad de un proceso en el que unos y otros se matan a tutiplén.
Pero bueno, como dirían algunos, desgracias han existido en todos los tiempos. Cierto. Y quien no se consuela por tonto es porque no quiere. También cierto.
Yo diría que esta gente, con sus pasos atronadores, poderes sobrenaturales y el solo propósito de sembrar la desgracia, debieron de verse sorprendidos al conocer una cosa llamada las Nueve Barreras Planetarias, desarrolladas por el Centro de Resiliencia de Estocolmo.
Estos son nueve límites que combinan los factores bióticos y abióticos del medio ambiente que deben gozar de buena salud si deseamos seguir dando saltos entre matas a lo bucólico. Es de suponer que si cruzamos las nueve barreras el planeta Tierra dejará de ser un ambiente capaz de sostener vida. No habrá explosiones, ni plagas, ni se abrirá la tierra. Bueno, ahora que lo pienso, tal vez pasen algunas de esas cosas, pero en pequeñito, no en sentido bíblico. Estos límites, que les digo a ustedes que van parecer de lo más lógicos, son: cambio climático —que no solo de calor va la cosa—, deforestación —con lo que nos gusta la carne roja—, pérdida de biodiversidad —inseguridad alimentaria y tal—, productos químicos sintéticos —plástico, contaminantes diversos, organoclorados—, agotamiento del agua dulce —Mesopotamia convertida en un Erial, Doñana la fresa y los unicejos de turno—, acidificación del océano, agotamiento del ozono —¡que vengan los melanomas!—, sobrecarga atmosférica de aerosoles —de eso que creemos que pasa en China nada más— y agotamiento del nitrógeno y fósforo —principales nutrientes empleados en la producción primaria. ¿A que no sabían ustedes que antes de la Primera Guerra Mundial la carencia de estos dos elementos era la principal causa de las hambrunas en Europa? Esto, para otra columna.
Pues nada, que la Cacería Salvaje paró en la churrería de mi pueblo, donde les clavaron dos euracos por una ración de churros. La churrera, que además de gritar como un becerro y coser a su crío a pescozones está puesta en todo y lo mismo te habla de medio ambiente que sabe de los cotilleos de la corporación municipal, o de las vicisitudes que ha vivido la harina de sus churros por la guerrica de Ucrania, les dio las nuevas.
En corto: ya hemos cruzado seis de las nueve barreras. Y de forma directa, les diré que no hay vuelta atrás, aunque haya quienes se empeñen en que el ingenio humano lo puede todo. Por el momento, yo no confiaría en un ingenio que celebra una cumbre para combatir el Cambio Climático en un país carente de democracia y coloca a la cabeza a un señor con tantos intereses en la quema de fósiles líquidos que no quiero ni imaginar la de bolsillos que hubo que untar.
La Cacería Salvaje vino de paseo al principio de este 2024 y se largó de la churrería, sin pagar, eso sí, aliviados de pertenecer al reino de las leyendas, donde podrán perdurar un ratico más hasta que el resto de la humanidad se pare a pensar que no hubo tiempos peores. Y bien visto, poco importa si los hubo o no, que hay una pila muy interesante de estudios que analizan el colapso de la población humana, la extinción de miles de especies, el sobrecalentamiento del este de Norteamérica, la sequía y frío extremos en el norte de Europa, crisis migratorias, guerras por el agua y, en especial, pelmas como yo contándoles lo que, por algún motivo, los principales medios no les cuentan.
Feliz añico y esas cosas, gente.
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