Hubo un senador en la antigua Roma que ordenó construir un autómata idéntico a Julio César. Pero no idéntico a cuando estaba vivo, sino a cuando estaba muerto. Porque, cuando alguien accionaba el mecanismo que lo controlaba, el muñeco se levantaba de la tumba y mostraba a los espectadores las 23 puñaladas que los traidores, Brutus incluido, le asestaron el día de su muerte. El aspecto de aquel autómata era tan terrorífico que algunos de sus verdugos huyeron de la ciudad por no poder soportar su contemplación.
Raúl Ferrero mantuvo una conversación con Álvaro Colomer en el marco de los “Diálogos online” que la ACEC (Asociación Colegial de Escritores de Cataluña/Associació Col·legial d’Escriptors de Catalunya) realiza con el apoyo de CEDRO.
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