De un tiempo a esta parte la novela que relata la infancia está reivindicando un género propio, un género con más sombras que luces y mucho más complejo de lo que podamos intuir. Un género que sirve a un propósito catártico o a una especie de relato confesional en el que hay más vértices que curvas. Todo bastante dañino. Cruel. Y el motivo no es otro que satisfacer la naturaleza voyeurista del ser humano. Pero en este caso está justificado ya que, en la infancia, todo lo susceptible de ser contado es siempre lo negativo. ¿A quién le interesa la historia normal de un niño normal con una vida normal? A nadie. Por eso nos esforzamos en contar historias de miserias y de tránsitos por la infancia que son verdaderos campos de minas. Sólo nos interesa la miseria. El ser humano es literariamente carroñero.
Malaherba es un ejemplo de relato que se sale del canon habitual de la novela de infancia. Manuel Jabois retrata experiencias de unos niños de diez años en unos años que fueron los suyos, que fueron los míos, que fueron los de muchos de nosotros. Condensa la historia en unos pocos personajes y alrededor de dos familias: la del auténtico protagonista y narrador, Tambu, y su hermana Rebe, y la otra, que les proporciona cobijo cuando las cosas les vienen mal dadas, reúne también a dos hermanos, Elvis y Claudia. Un círculo muy cerrado que no tardará en empezar a comprimirse.
El libro comprende una época muy marcada, cuando muchas familias quisieron ser familias a pesar de los problemas. La palabra «drogadicción» no aparece en la novela, pero todos sabemos que mucha de esa gente murió, se arrasó, y otra intentó levantarse, dar la apariencia de una familia normal. Los padres caían y las madres protegían, pero uno de los dos tenía que mantenerse en pie.
La columna vertebral de la historia es la relación de Tambu y Elvis. Ellos sienten una inclinación mutua natural, una forma cálida de amistad suprema, ajena a las pulsiones posteriores de sexo. La cruel difamación infantil les regala una palabra nefanda, y ellos no entienden nada, ¿qué es eso, somos maricones? Lo que sí saben es que al estar uno junto al otro disfrutan de una paz que no conocen de otra manera, y que en ello encuentran una defensa invencible frente a todo lo que les amenaza.
Esta novela es un relato de piedad y terror. De soledad y de hermandad. De experiencias vitales, de cómo madurar de golpe o de no querer madurar. O de no poder y no poder evitarlo. Malaherba es una novela tierna en la que Jabois tiene el don de hacernos empatizar de una manera diabólica con lo que a él le interesa en cada momento. Quizá es la novela en la que mejor se describe cómo despierta la sexualidad en unos niños que no saben qué les pasa, pero que saben que algo está cambiando dentro de ellos. El autor hace un acto de normalización de ese tránsito, poniendo ese hecho, nuclear para la historia, en un plano inferior casi imperceptible pero que ilumina con una luz tenue pero eficaz todo el desarrollo de la novela.
“Los chicos están llenando de contenido cosas que ellos sentían o sabían, pero no sabían cómo llamarlas. Descubren los olores, los afectos, la vida. El niño no accede a la complejidad del pensamiento, pero se fía de sus sentidos”.
Malaherba es una de esas historias de familias que se rompen, o que están a punto de romperse, pero sin entrar a detallar los motivos del naufragio. “De niño hay un bombo gigante con las desgracias que te van a marcar el resto de la vida”, decía Jabois en una entrevista.
Y es que la brecha que existe entre nuestra infancia y la de nuestros hijos es más grande que la de nuestros padres y la nuestra. Internet ha cambiado todo. También las relaciones, y Malaherba nos recuerda, con una dosis de nostalgia, cómo eran las relaciones antes de la revolución digital.
Este mensaje es muy necesario hoy para una sociedad llena de millennials brillantes y estúpidos a partes iguales, en la cual, como dice el propio Jabois, “nuestra generación tiene el problema de que piensa que para saber a dónde va el mundo tiene que mirar a sus padres en lugar de a sus hijos, y no solo. Tenemos casi cuarenta años y vivimos entre el fuego cruzado de una generación que está dejando de saber todo sobre un mundo que ya no comprende y otra que empieza a saberlo sobre un mundo que aún no comprende”.
Reconozco que Jabois es uno de mis columnistas de cabecera. Comparto con el gallego generación, preocupaciones y creo que algunas pulsiones adolescentes que intuyo han ayudado a conformar lo que somos hoy. Es alguien capaz de poder poner por escrito conceptos que hay dentro de mi cabeza que yo no soy capaz ni de expresar con palabras. Creo que vivimos con la nostalgia perpetua de los momentos en que vivimos las cosas por primera vez. Cuando cumples 10 años tienes que saber que ya no los vas a volver a cumplir nunca más. Esto, tan básico, es una tragedia. Creo que ese sentimiento es la base para que un escritor que a diario analiza la actualidad, escriba un libro tan ajeno a su círculo. Intuyo en Manuel Jabois un mundo literario más rico y complejo que construye un círculo mucho más grande del que yo imaginaba.
Malaherba es un libro de pérdida de la inocencia, despertar sexual, enfermedad y muerte, amistad, nostalgia, en el que hay que sumergirse sin más detalles. Un libro con una prosa tan rica y suave que impide incluso terminar este artículo con su habitual mazazo sobre la mesa. Así que lo dejo aquí. Lean a Jabois. Feliz lectura.
Sed buenos.
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Autor: Manuel Jabois. Título: Malaherba. Editorial: Alfaguara. Venta: Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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