Hay una ley no escrita que obliga a cualquier persona que lee por primera vez un libro de Eduardo Halfon a tener que leer otro libro de Eduardo Halfon en el menor lapso de tiempo posible. Les ha pasado a decenas de lectores y críticos en diferentes países. A mí también me pasó. Empecé con El boxeador polaco, seguí con Duelo y continué con Canción. Tres libros en poco más de una semana. Entonces paré. Había disfrutado y había crecido y había descubierto algo, pero también me había saturado. La obra de Eduardo Halfon es breve pero proteica, sorprendente pero reiterativa, expansiva pero asfixiante. Una literatura tan absorbente que si no te detienes a tiempo pueden suceder dos cosas: te obsesionas o te empachas. Aunque, bien mirado, se pueden dar las dos reacciones a la vez.
Hace unos días, Eduardo Halfon publicó un nuevo libro, Un hijo cualquiera. Ahora, a los temas recurrentes en su literatura (identidad, memoria, vocación, desarraigo, destino) se ha añadido un concepto inexplorado: la paternidad. Eduardo Halfon ha escrito este libro durante los cinco primeros años de vida de su hijo. Por primera vez, el escritor guatemalteco escribe con plena consciencia de su paternidad, y a pesar de las contradicciones que he señalado, un escritor autorreferencial y padre primerizo como yo no podía dejar de leer lo que Eduardo Halfon tenía que decir al respecto.
¿Qué niño no ha escuchado la expresión “cuando seas padre comerás huevos”? Al parecer, el origen de esta advertencia, amenaza o premonición viene de tiempos inmemoriales, cuando los padres de familias humildes y trabajadoras se llevaban un huevo para alimentarse en las largas jornadas de trabajo. Las mujeres y los niños que se quedaban en casa tenían prohibido comerlos, y eran ellas, las madres, quienes repetían a los hijos que querían probarlos: “Cuando seas padre, hijo, comerás huevos”.
Escribo esta reseña de madrugada. La noche en la que estoy es mi cuarenta y un cumpleaños. El día que dejo atrás ha sido el primer cumpleaños de mi hijo. Desde que nació apenas he escrito nada. En parte por falta de tiempo, en parte por falta de ganas, sobre todo por exceso de miedo. No quería escribir sobre él y no sabía qué escribir si no escribía sobre él. Tampoco quería saber si el hecho de ser padre me iba a hacer escribir de otro modo, con más distancia, con más conocimiento y trascendencia, o con más petulancia. Me negaba a descubrir si haber sido padre conllevaba escribir mejor o peor. Me daba pavor darme cuenta de que, aun siendo padre, no era ni de lejos el escritor que me habría gustado ser. Pero, por encima de todo, no escribía porque me resistía a averiguar si estaba más cerca del padre en que había proyectado convertirme, o me estaba convirtiendo en el padre que nunca quise ser.
“Durante las últimas cuatro semanas —escribe Halfon—, yo había sido casi exclusivamente un padre. Ya no era un escritor. Ya no escribía. Escribir de pronto no me importaba, o me importaba poco, o me importaba menos que asegurarme de que mi hijo de tres años viviera su nueva realidad como si fuese una aventura”.
El nuevo libro de Eduardo Halfon habría sido diferente si Eduardo Halfon no hubiera sido padre. O mejor. ¿El nuevo libro de Eduardo Halfon habría sido diferente si Eduardo Halfon no hubiera sido padre?
Un hijo cualquiera, siendo muy parecido a los otros libros de Eduardo Halfon, es objetivamente distinto a los demás libros de Eduardo Halfon. No es mejor ni peor, más que nada porque no es conveniente, ni acaso necesario, juzgar a los libros según semejantes criterios. Sí tiene, desde luego, un tono más seco, que parece neutro sin llegar a serlo, que parece sencillo pero es inagotable. “El peso de ser padre”, dice Eduardo Halfon en el primer capítulo, que es lo mismo que decir el peso de estar vivo, de seguir escribiendo, de sostener a tu hijo, de acompañarlo y ser un asidero para él y no fracasar en el empeño. Un hijo cualquiera propende, además, a la búsqueda del equilibrio y la seguridad que solo permite la escritura, quizás para contrarrestar el hecho de que la vida es incontrolable y el mundo, sobre todo para un niño, está lleno de peligros. Despliega, asimismo, una voz más contenida y verdadera, alejada de la desmesura y el perfil caricaturesco de algunos otros textos del autor. Y se acerca, en definitiva, a un registro nuevo, a ratos poético y vulnerable, a ratos cauto y amable, como si Eduardo Halfon estuviera pensando que tarde o temprano su hijo leerá este libro y se buscará en él y se preguntará quién es su padre y quién sería él, como se pregunta Eduardo Halfon en la última página, sin su padre.
Este nuevo libro de Eduardo Halfon me habría interesado menos si yo no hubiera sido padre. O mejor. ¿Este nuevo libro de Eduardo Halfon me habría interesado menos si yo no hubiera sido padre?
La respuesta no importa, o no procede, o ya no es relevante. Eduardo Halfon ha escrito un libro sobre su hijo cuando lo que de verdad intentaba, una vez más, era descifrarse a sí mismo. Daño colateral o efecto mariposa, también los lectores hemos descubierto algo sobre nosotros mismos. Como si al fin nos hubiéramos hecho mayores y pudiéramos probar el ansiado huevo, solo que a estas alturas ya no significa lo que significaba entonces, sino simplemente que ahora debemos estar preparados para hacernos cargo de nuestras responsabilidades, seamos padres o no.
Pocas cosas más estimulantes se le pueden pedir a un libro.
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Autor: Eduardo Halfon. Título: Un hijo cualquiera. Editorial: Libros del Asteroide. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
Tengo un hijo y escribo un libro sobre la paternidad. Vale, vale. Tu hijo nació. Hay millones que no, que son ‘abortados’ por una madre perturbada y un médico sin escrúpulos que ha traicionado su juramento hipocrático. Vivimos en una sociedad que se pasa el día hablando de derechos, pero niega el derecho fundamental y absoluto, no condicionado a nada, de la vida. Y encima, de la vida de un ser que tiene aún más derecho que cualquier otro a la solicitud, consideración, beneficios y protección de todos los poderes de la tierra. ¡Hipócritas!