Seguimos en nuestra lucha por salvar a los demás y salvarnos. Llevamos más o menos cincuenta años de paz y prosperidad en esta parte del Viejo Mundo y en ese tiempo nos hemos acostumbrado mal; creíamos que teníamos derecho a la juventud eterna, a la mortalidad selectiva, a una salud intocable; que podíamos engañar al tiempo con un bisturí y a la sabiduría con un clic. Pero no. La tierra, los dioses y nuestro propio egoísmo mal gestionado tenían otros planes. Y aquí estamos, formateando nuestro disco duro a golpe de realidad en su más cruda versión en 3D con sonido surround incorporado. Suele decir un novelista al que admiro profundamente que somos lo que somos porque fuimos lo que fuimos, y hoy para demostrarlo no vamos a ir a la Guerra de Troya: nos vamos a quedar en nuestro singular, lúcido, duro, brutal, único país. Una vuelta por su tiempo y su geografía a través de cuarenta escritores que hicieron con nuestra lengua española lo que Dios con el barro.
Ahí están y en ellos estamos. Cuarenta magníficos fragmentos del espejo roto de nuestra admirable España.
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- Cervantes como clave española, de Julián Marías, porque necesitamos el pensamiento de don Julián generoso, lúcido, tranquilo, honesto. Ahora más que nunca.
- Pedro Salinas, por Rafael Alberti, porque es la voz sencilla de una playa del sur hablando de la voz profunda de un corazón proustiano.
- Los sonetos de Francisco de Quevedo, porque son alimento de primera necesidad.
- La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca, porque es la historia terriblemente española de un confinamiento cultural.
- Don Juan Tenorio, de Zorrilla, porque sin él, nuestros muertos en noviembre se sentirían muy solos.
- La venganza de Don Mendo, de Pedro Muñoz Seca, porque demuestra que el humor y el talento triunfan siempre sobre la injusticia y la maldad.
- El burlador de Sevilla, de Tirso de Molina, porque explica muy bien que somos lo que somos porque fuimos lo que fuimos.
- El Lazarillo de Tormes, Anónimo, porque ¿quién no se ha sentido Lazarillo alguna vez?
- El sí de las niñas, de Moratín, porque es triste y esperanzador, como nuestro siglo XIX.
- Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique, porque nuestras vidas son los ríos que van a parar a la mar. Y porque todos querríamos tener, en la hora de nuestra muerte, un hijo como Jorge Manrique.
- Recuerdos de niñez y mocedad, de Miguel de Unamuno, porque con su palabra tan solo y en momentos difíciles, convenció y venció.
- Rimas y leyendas, de Gustavo Adolfo Bécquer, porque es una catedral gótica de palabras.
- El coloquio de los perros, de Miguel de Cervantes, porque a don Miguel debería recetarlo el médico, pues sirve para calmar el dolor español, que es el más terrible de todos.
- La Celestina, de Fernando de Rojas, lujuria, desengaño y luz. Más español imposible.
- Memorias de un Setentón, natural y vecino de Madrid, de Ramón de Mesonero Romanos, porque hay vidas que merecen ser leídas.
- Artículos de Arturo Pérez-Reverte, porque son la anatomía de una vida de aventuras y lucidez.
- Artículos de Javier Marías, porque constituyen el testimonio literario de nuestro tiempo y su negra espalda.
- Cuentos de Emilia Pardo Bazán, porque su fuerza, inteligencia, cultura y libertad siguen siendo un ejemplo de vida y de escritura.
- Antología de poemas de Juan Ramón Jiménez, porque como él mismo predijo, “soy el que quedará en pie cuando yo muera”.
- Artículos de Mariano José de Larra, porque algunos son tan actuales que corta la respiración comprobar lo poco que hemos cambiado.
- Cuentos morales de Leopoldo Alas, Clarín, porque Clarín era bueno incluso en otros textos que no eran La Regenta.
- Cuentos de Blasco Ibáñez, porque él mismo ya era un personaje de novela. O de película.
- Cuentos de Pío Baroja, porque era enjuto y malcarado hacia afuera pero caudaloso, sorprendente y rico hacia adentro, como la propia España.
- Poema del Mío Cid, porque es nuestro Ulises.
- Rimas de Lope de Vega, porque la lengua española se rendía ante él como las bellas damas y la fortuna.
- Antología poética de Miguel Hernández, porque es nuestro pastor de versos.
- Libro de Buen Amor, del Arcipreste de Hita, porque lleva setecientos años haciéndonos reír, y pensar, y amar.
- Sonetos de Tirso de Molina, porque estos versos ya valen por si solos gran parte del metal preciado con el que se forjó nuestro Siglo de Oro.
- Antología de Antonio Machado, porque sus versos siguen mostrando el camino.
- Oráculo manual y arte de prudencia, de Baltasar Gracián, porque sus trescientos aforismos ofrecen un conjunto de normas y orientaciones para guiarse en una sociedad compleja y en crisis. ¿Les suena?
- El sombrero de tres picos, de Pedro Antonio de Alarcón, porque hay que recordar, reconocer y convivir con aquella España que también, con lo bueno y lo malo, fue nuestra.
- La ruta de Don Quijote, de José Martínez Ruíz, Azorín, porque es divertida, erudita, aventurera y muy cervantina. El “multiple” Azorín, en un lugar de la Mancha. Una auténtica maravilla.
- Divinas palabras, de Ramón Valle-Inclán, porque es una lección densa y excesiva, como el propio Valle, de cómo se puede hablar de los temas universales (muerte, avaricia y lujuria) siendo absolutamente moderno.
- La señorita de Trevélez, de Carlos Arniches, porque leer a Arniches es hacer justicia con el talento y la sabiduría popular.
- Los telefonemas de Manolita, de Juan Valera y Alcalá Galiano, porque son dos monstruos de las letras riéndose a carcajadas y haciéndonos reír.
- Diario de amor, de Gertrudis Gómez de Avellaneda, porque su vida apasionada y singular fue casi tan literaria como su obra.
- Sangre gorda, de los hermanos Álvarez Quintero. Este texto interpretado por Concha Velasco que aquí, como siempre, está enorme, nos permite disfrutar de la literatura como debe ser; con los cinco sentidos.
- Cuentos, adivinanzas y refranes populares, por Fernán Caballero, porque de su educación alemana, entre otras cosas, adquirió un gusto recolector por la literatura popular, como harían los hermanos Grimm, y este es el magnífico resultado.
- Obra poética de Espronceda, porque es pintura en estrofas, historia de España hecha verso, y vida rimada.
- Cuatro cuentos de Benito Pérez Galdós, porque son cuatro sorbos deliciosos de un extraordinario vino español que sigue madurando, enriquecido, en sus novelas.
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