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Cuatro cuentos cuánticos, de Javier Argüello

Cuatro cuentos cuánticos, de Javier Argüello

Los cuatro relatos que componen este libro desafían literalmente la consistencia del mundo que habitamos. Un ejemplo: un periodista varado en Ucrania termina encontrándose en Londres con un escritor del siglo XIX. Y es que los saltos cuánticos que propone el título no son aquí cosa de broma.

En Zenda reproducimos el arranque del relato “Partir”, presente en el libro Cuatro cuentos cuánticos (Random House), de Javier Argüello.

***

PARTIR

Fue una noche en el bar de la universidad que conocí a Oscar Caridad. Oscar Caridad era un loco. Y sé que esto es algo que se dice de mucha gente, pero en este caso no se trata de una apreciación mía. Tal vez convenga aclarar que yo asistí a la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, el lugar escogido por los integrantes del Frente de Artistas del hospital psiquiátrico José Borda para dar a conocer sus trabajos. Oscar Caridad formaba parte del taller de poesía, y la noche de la que hablo había venido junto con otros internos a enseñarnos sus escritos. Yo había terminado mi última clase y, antes de irme a casa, había decidido pasar por el bar a ver si me encontraba con alguna cara conocida. Fue así que, por pura casualidad, di con el singular grupo de poetas.

Antes de dar por comenzado el evento, el coordinador del taller nos explicó que lo que íbamos a escuchar eran justamente las reflexiones de los internos acerca de lo que representaba para ellos la palabra poesía. El texto presentado por Caridad se titulaba Partí, y constituía una hermosa y poética explicación acerca de la manera en que había comenzado a alejarse el mundo, hasta que llegó un punto en que se le hizo imposible compaginar ese alejamiento con la realidad cotidiana. Me impresionó de tal manera que, luego de que bajara del escenario, me acerqué a hacérselo saber y a pedirle que me dejara fotocopiarlo o transcribirlo. Accedió con aire ausente y, como la fotocopiadora ya estaba cerrada a esas horas, nos sentamos en una mesa, yo a copiar su escrito y él a esperar a que lo hiciera. Apenas había empezado cuando Caridad me preguntó si el edificio en el que estábamos era el de la Facultad de Filosofía y Letras. Le expliqué que no, que era el de Ciencias Sociales, y restándole importancia al asunto seguí trabajando. No pasó mucho tiempo, sin embargo, antes de que volviera a interrogarme acerca del mismo asunto. ¿Y en algún otro momento no fue la Facultad de Filosofía y Letras? preguntó. No lo creo, le dije. En los cinco años que llevaba estudiando allí nunca había escuchado a nadie que hiciera ninguna referencia al tema, así que asumí que mi interlocutor debía estar confundiéndose ¿Está seguro?, insistió él. Más por complacerlo que por otra cosa, interrogué a la gente del bar al respecto y para mi sorpresa descubrí que, efectivamente, hasta hacía doce años atrás, esa en la que nos encontrábamos había sido la sede de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Sentí algo de vergüenza. En ningún caso había querido tratarlo como a un loco, pero las circunstancias hacían poco probable que él pensara algo diferente. Discreto, sin embargo, guardó silencio. Seguí trabajando, y ya casi había terminado, cuando Oscar Caridad intervino de nuevo. Yo antes estudiaba acá, me dijo obligándome a levantar la vista. Entonces me miró a los ojos, y con la misma inmutable inexpresividad agregó: yo antes era como vos.

Transcribo a continuación el poema que Oscar Caridad leyó esa noche:

-Partí-
En el muelle saludé vestido de rojo.
Sabía y estaba alerta del largo viaje de Ulises.
Soñé que mi pensamiento fuera como el mar.
Soñé con un violeta eterno.
La mecánica del ego nunca te deja ir del todo.
La inteligencia te juega trampas, como el recuerdo.

-Partí-
En la borda mirando el mar oscuro.
Tenso, vestía luto.
Despedí mis últimas palabras reconocidas.
Despedí la muerte del delirio de este mundo.
Una palabra volvió sobre sí: poesía.
El retorno de la fuga de todas las palabras.

El hecho ocurrió hace unos diez años, y no fue sino hasta esta noche que volví a tener noticias de Oscar Caridad. Fue en un bar cerca de mi casa. Un bar en el que, extrañamente, nunca antes había reparado. Me encontraba regresando de un día particularmente ajetreado cuando lo vi. Y no es que estuviera escondido, no. Tampoco era un sitio nuevo. Se notaba en la arquitectura y en el mobiliario, y sobre todo en la forma en que el hombre que lo atendía se relacionaba con sus clientes. Era un tipo mayor y llevaba a cabo su trabajo con la mecánica tranquilidad que sólo el tiempo otorga.

Entré como por obligación. Me parecía una especie de deslealtad hacia vaya a saber quién esto de no conocer un bar tan cercano a mi domicilio. Me senté en la barra y pedí cerveza, y mientras esperaba, comencé a recorrer el sitio con la vista. Entonces lo descubrí. A escasos dos metros de donde me hallaba, y también junto a la barra, me encontré con la melancólica silueta de Oscar Caridad.

(…)

—————————————

Autor: Javier Argüello. Título: Cuatro cuentos cuánticos. Editorial: Random House. Venta: Todos tus libros.

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