Todas las desorientaciones existenciales que genera la opulencia se parecen. Sin embargo todas las desorientaciones existenciales que genera la miseria lo son a su manera. Las que asoman en cada página de este libro responden al segundo tipo. Está, por una parte, la historia de una pareja de inmigrantes polacos que ha llegado al Berlín de principios del siglo XXI, en el que sobreviven a base de trabajar en todo lo que pueden: limpiando casas, demoliendo edificios… Después está la de dos chicos de una próxima región alemana que huyen de su pueblo en dirección a la capital en pos de no se sabe muy bien qué y en cuya búsqueda salen los padres de los dos, cada uno de los cuatro por su lado y a su manera y, también, sin saber muy bien a dónde dirigirse.
Las cuatro parejas tienen en común una maquinal voluntad de cambio, de mudar de sitio, de ambiente, de personas, animada solo por el deseo de huir de algo: de la familia, de la pareja, de la soledad, del alcohol. No, desde luego, de ese lobo que ha aparecido en Berlín después de haber cruzado el río, ahora helado, que separa Polonia de Alemania. Ese animal evoca aquí una probabilidad en lo imposible, la de que lo inesperado aún suceda y que, por lo tanto, la chica polaca encuentre un novio alemán, los jóvenes fugitivos a su amigo Icke, y a ellos los padres que han salido en su búsqueda y que, además, también tienen por delante la mucho más desconcertante misión de encontrarse a sí mismos.
Tiene, por lo tanto, esta historia algo de cuento de navidad y no solo por los parajes nevados sobre los que discurren estas vidas sin rumbo sino por esa presencia latente de lo, en definitiva en ese lugar y en ese tiempo, sobrenatural. Del lobo en realidad lo que hay es la foto que le ha hecho el inmigrante polaco cuando está a punto de llegar a Berlín. Eso y los testimonios de los que, en una ciudad tras otra, en un barrio tras otro, lo han avistado, siquiera fugazmente, sobre todo fugazmente. Una periodista turca, que ha entrevisto la oportunidad de dar un salto profesional, va tras todas estas historias y un quiosquero llamado Charly persigue el lobo en sí, armado con una cámara de fotos o con una escopeta.
Son ellos dos también personajes que necesitan huir, aunque sus vidas sean en apariencia menos crudas que las del resto. Ella aspira a escapar de su estirpe extranjera que la condena al suburbio; él, de la anodina vida del quiosco, que va camino de cerrar. Los dos, sin embargo, necesitan algo para activar la huida, un acontecimiento fantasmal, mediático después de todo, en lo que no parece sino una muestra de la banalidad de unas vidas aún más banales que las anteriores que, en definitiva, no hacen sino avanzar, aunque sea en círculo pero, en el fondo, sin necesitar de ningún deus ex machina para ponerse en marcha. Porque hay para quien, en la miseria, como les sucede a Charly y a la periodista turca, la desorientación existencial es una forma de vida y para quien, en la miseria, como les sucede a los inmigrantes polacos y a los chicos del pueblo, la desorientación existencial es simplemente la vida.
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Autor: Roland Schimmelpfennig. Título: Una clara y gélida mañana de enero a principios del siglo XXI. Editorial: Periférica. Venta: Amazon
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