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Cuerpo, muerte y (meta)ficción

Cuerpo, muerte y (meta)ficción

Finalizada una edición más del Festival Internacional de cine fantástico-terrorífico de Sitges, templo de culto para quienes amamos el cine de género fantástico, es necesario hacer un pequeño balance de lo acontecido y, sobre todo, de centrar la mirada en aquellos títulos visionados que más llamaron la atención de quien les escribe.

Asimismo es interesante destacar algunas decepciones como la de Presence (Steven Soderbergh, 2023), She Loved Blossoms More (Yannis Veslemes, 2023), Bury Your Dead (Marco Dutra, 2024), Sew Torn (Freddy Macdonald, 2024) o Mads (David Moreau, 2024), entre otras, que se planteaban como opciones sumamente interesantes bien por su recorrido en otros festivales o bien por comentarios y críticas precedentes. Sin embargo, por razones de agotamiento de la propuesta formal (casos de Presence, Sew Torn, Mads) o por saturación de una imaginería vacua y excesivamente pretenciosa (She Loved Blossoms More, Bury Your Dead), dichas obras no cumplieron con las expectativas generadas.

Muy interesante, sin embargo, fue la proyección de la restauración en 4K de The Birthday (Eugenio Mira, 2004) o la recuperación de clásicos como Malpertuis (Harry Kümel, 1972), Garras humanas (Tod Browning, 1927) o Las vampiras (Jess Franco, 1971), entre otras, que plantean una formidable dialéctica entre los nuevos títulos que trae el festival con diamantes del pasado, algunos de ellos olvidados y perdidos en las catacumbas del tiempo, pero que por ello sus proyecciones son más que necesarias en un festival como el de Sitges, para ver su importancia y sus influjos en las propuestas del presente. Esta es una de las premisas más interesantes del Festival a lo largo de su historia.

Pues bien, de todas las películas visionadas, vamos a las que resultaron más interesantes. En primer lugar, Maldoror, de Fabrice du Welz. Su director es una de las miradas más fascinantes y veraces del cine contemporáneo, y en Maldoror edifica, con una sobriedad inquietante, una sórdida historia de búsqueda y obsesión, en la que se retrata con fuerza y nihilismo la podredumbre de una sociedad que se sostiene en el limbo del engaño y de lo abyecto. Para muchos, su propuesta narrativa podría recordar a la que, por ejemplo, Fincher plantea en Zodiac, pero Du Welz va más allá (mucho más allá), al ser más genuino y oscuro cuando teje, con parsimonia y maestría, un relato en el que lo que prima es focalizar una comunidad que se pudre en su crueldad e injusticias, y cómo la única manera de afrontar la ley y lo ético en ella es a través de la violencia y soledad del kamikaze. Una obra importante que con el paso de los años se valorará tal y como se merece.

Body Odyssey, de Grazia Tricarico, fue una auténtica sorpresa. En primer lugar, por la humildad de su puesta en escena que, de forma majestuosa, combina realismo y lo alucinógeno sin aspavientos ni la necesidad de demostrar virtuosismo en cada plano rodado (virtuosismo que Tricarico tiene a raudales). En segundo término, porque es un body horror conceptual, abstracto, metafísico casi, en el que Tricarico filma el cuerpo de una manera fascinante, en donde cada plano de esa corporalidad parece captar y alumbrar un aspecto diferente de la misma. Finalmente, porque es capaz de adentrarse en la cuestión del deseo femenino con elegancia, rehuyendo en todo momento adoctrinamientos y reflejando con profundidad sus ambivalencias y dificultades. La sorpresa positiva de este Festival.

Strange Darling (JT Mollner, 2023) venía con muy buenas referencias (por ejemplo, Soderbergh dijo de ella que era, sin dudarlo, la mejor película del 2024) y no defraudó las expectativas. Realmente es una película de la que se debe hablar lo mínimo de ella, para no destapar los puntos interesantes que aborda, de los cuales hay que remarcar, sin embargo, un par: la manera en que problematiza las formas de construir el amor en el siglo XXI, así como la cuestión del consentimiento sexual. En ambos sentidos, la película es arriesgada, compleja, nada a contracorriente y es muy sugerente narrativamente en sus abordajes temáticos.

Pepe (Nelson Carlos De Los Santos Arias, 2024) es una obra fascinante que trata las relaciones problemáticas entre humanos por un lado, entre humanos y naturaleza por el otro y, finalmente, entre humanos y animales, de una manera inteligente, sofisticada y humilde. Uno de los puntos interesantes de su propuesta discursiva es la manera en que se conjuga lo trascendente con la ironía a lo largo de los diferentes capítulos que configuran la obra. Y es que desde la perspectiva espectral de un hipopótamo moribundo, De Los Santos interrogará la condición humana y sus incongruencias, callejones sin salida y estupideces con ingenio y virtuosismo.

Dragon Dilatation (Bertrand Mandico, 2024). Mandico ahonda en la propuesta disruptiva de sus últimas obras y (de)construye en todo momento un laberinto autorreferencial donde se cuestiona la naturaleza de la obra de arte y la posición del artista que se adentra en ella. Una experiencia audiovisual apabullante, indescriptible, en la que la apuesta radica en que el espectador sea capaz de alejarse de sus preconcepciones y penetre en una espiral en la que los límites entre arte y vida se diluyen en cada fotograma. Una verdadera obra de arte de Mandico tanto en su puesta en escena como en la representación fílmica de la misma.

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