¿Qué es lo mainstream y qué es lo contracultural (lo auténtico, que dirían algunos). ¿Define la calidad de algo, a favor o en contra, su número de adeptos?
Como siempre, para mí todo es confuso. Empezando por el propio término, mainstream, que surge de las corrientes contraculturales con un sentido peyorativo para definir la cultura de masas, estética y artísticamente inferior, según sus parámetros, y acaba convirtiéndose en un término de uso generalizado.
En las últimas semanas, por una u otra razón, no hago otra cosa que leer y escuchar opiniones sobre la industria cultural y los productos que genera para el consumo, poco menos que idiotizado, de la generalidad de la población. El último parece ser Rosalía. Para quien no la conozca a estas alturas, supongo que los menos, una cantante que, grosso modo, mezcla el trap (por cierto, ¿qué es el trap?) con el flamenco.
Según tengo entendido (aunque quizá no sea así), Rosalía fue rechazada por OT, ese programa que básicamente se dedica a pasar por la trituradora, edición tras edición, a seudocantantes que a lo sumo durarán lo que tarde en llegar la siguiente edición. ¿Puede entonces la propia industria rechazar un potencial producto de mercado para después convertirlo en un rentable producto de mercado? Supongo que sí.
Pero en lo referente a la calidad de su música, sea cuál sea esta, ¿era auténtica cuando sus vídeos se compartían por una minoría, que acaba por convertirse en mayoría, y deja de serlo cuando tiene el apoyo publicitario de los mass media, aunque sus acordes sigan siendo los mismos?
Les advierto que empiezo a no tener ni idea de lo que estoy diciendo.
Y para generar más duda sobre la duda, más madera, que diría don Groucho: leí hace unas semanas un tweet de Constantino Bértolo, pope del sector editorial, que decía: «Hoy los escritores ya no producen literatura, es la mercancía literaria la que produce escritores». Y es posible que así sea.
En los últimos días los pasos de cebra de Madrid se han llenado de poesía (literatura a fin de cuentas) a través de la iniciativa del Ayuntamiento Versos al paso. 1100 pasos de peatones repartidos entre 21 distritos de la capital nos acercan a la metáfora y al símil.
Esta iniciativa partió en su día (hace ya unos años), de manera improvisada y clandestina (hago hincapié en el término), desde el colectivo Boa Mistura. Madrid amaneció de buenas a primeras, sin previo aviso, con algunos versos en sus calles que leyeron a primera hora domingueros con churros y periódico en mano, trasnochadores y runners urbanitas. Esta vez el Ayuntamiento ha encargado a Boa Mistura el jurado que seleccionará los versos que decorarán la ciudad: escritores, editores, periodistas, poetas y profesionales relacionados con el mundo del libro.
Ahora tenemos, pues, poetas irreverentes y resistentes vanagloriándose en las redes sociales (¿hay algo más mainstream que las redes sociales?) de que sus versos han sido elegidos por un colectivo irreverente y resistente pagado por las instituciones para redecorar Madrid como en un anuncio de muebles suecos. Con la paradoja, si es que es una paradoja, de que muchos de ellos son los que reniegan de Rosalía por haberse plegado al supuesto mercado o, en el peor de los casos, hacer uso de él; dejando de ser, por lo tanto, irreverente, resistente, auténtica y, quién sabe, si consecuente con no sé qué cosa.
Total, que no hago otra cosa que aumentar a cada golpe de post mi confusión inicial.
Al igual que los irlandeses parecen haber generado su identidad en contraposición a los ingleses, la contracultura parece generar su criterio en contraposición al criterio popular. Lo que viene a ser lo mismo que no tener ningún criterio, digo yo, o básicamente el criterio del “culo veo, culo quiero”, que dirían nuestras madres, pero a la inversa. Me refiero a la contracultura, no a los irlandeses, claro está.
«Comamos mierda: cien mil millones de moscas no pueden estar equivocadas», clamaban los revolucionarios franceses en Mayo del 68 para denostar las políticas a las que habían conducido las decisiones de la mayoría. Luego, como nos contó Daniel Cohn-Bendit en su libro La revolución y nosotros, que tanto la quisimos, todos (incluido él) coparon los puestos de poder en empresas e instituciones y mandaron al carajo la revolución y sus teorías. De todos es sabido que los valores y el dinero nunca hicieron buenas migas; donde dije digo, digo Diego, y rectificar siempre es de sabios.
Y, para no variar, ahora que estoy poniendo el punto final al artículo soy consciente de que en realidad yo de lo que quería hablarles era de Queen y de la reciente película Bohemian Rhapsody sobre la vida de su líder, Freddie Mercury. Ese grupo al que la mayoría descubrimos con su disco Greatest Hits I y continuamos escuchando con su Greatest Hits II. Ellos sí han sido capaces de aunar lo mainstream con lo alternativo, aunque sea post mortem. Como diría Bob Dylan, «debieron de equivocarse en algo».
¡Dios salve a la reina! Y nos conserve la vista, como decía mi abuela, porque el criterio…
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