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Culpa, sometimiento y redención

Culpa, sometimiento y redención

Escribir sobre la autoridad y los peligrosos deslizamientos, desviaciones, que puede sufrir, puede realizarse desde muchos puntos de vista. Aquí los discursos se multiplican exponencialmente, los relatos se diseminan hasta el infinito, podría decirse sin riesgo a equivocarse. Por citar un ejemplo, Hannah Arendt realiza, en varios de sus textos, la nítida distinción entre autoridad y poder, donde en resumidas cuentas, la primera se asentará en el reconocimiento (tal y como, por cierto, previamente había articulado Hegel), por ello tendrá una naturaleza relacional, dialógica, dependiendo siempre de la implicación y complicidad de la comunidad.

Ahora bien, cuando la autoridad se define de esta forma, rápidamente los problemas pueden surgir, y las manipulaciones hacerse presentes. Cuando la estratagema, interés, engaño o perversión (sofística o personal) dominan esta relación ya no hablamos propiamente de autoridad, sino que nos moveremos por el terreno del autoritarismo. En este punto, por consiguiente, ya no hay lucha por el reconocimiento, la complicidad de los semejantes, sino búsqueda interesada, exigencia de dominio, demanda de sumisión sin reserva alguna. Pues bien, es precisamente en este espacio de autoritarismo en el que circula buena parte del fantástico e inquietante libro Bestias, de la incisiva Joyce Carol Oates, editado majestuosamente por Editorial Contraseña.

"El terror a la figura paterna, a sus caprichos y arbitrios, la posterior venganza contra los castigos indiscriminados y la matanza final del padre, tienen un efecto contraproducente"

Es un texto sobre la violencia, sobre el punto en el que las fronteras de la autoridad son tan porosas, espectrales, que acaban deslizándose sigilosa, sutil pero irremediablemente hacia el terreno del abuso. Violencia objetiva, abuso del entorno y de la relación de poder, pero, sobre todo, de la violencia subjetiva, de la que determinados individuos se proporcionan a sí mismos en forma de culpa, remordimiento o frustración. Verdaderamente, la violencia late en toda la obra de Oates. Y lo hace de una manera lírica, metafórica, simbólica, ingenua por momentos, erigiéndose en el líquido amniótico en el que se construirá esta especie de Bildungsroman de Gillian, de iniciación a la perversidad masoquista para finalmente alcanzar su emancipación como sujeto (aunque dicha emancipación tenga sus claroscuros, fracturas o imposibilidades…). En Gillian, la entrega absoluta, se confunde con la admiración. El sufrimiento y martirio serán la recompensa a la resignación y el sometimiento a una fe a sus delirios, a la encarnación del despotismo y sordidez que representan Andre Harrow y Dorcas.

"Lejos de caer en una oscuridad sin retorno, Oates construye este abismo elegantemente, a través de elipsis, juegos temporales, sugiriendo más que describiendo"

Y esto nos conduce a algo de lo que plantea Freud en Tótem y tabú (más allá de la evidente referencia al designar la exposición de Dorcas con el nombre de la obra). El terror a la figura paterna, a sus caprichos y arbitrios, la posterior venganza contra los castigos indiscriminados y la matanza final del padre, tienen un efecto contraproducente: el padre ausente es más peligroso que el real, la culpa es mucho más aniquiladora que la sumisión miedosa a los designios paternos. La culpa, en el caso de Gillian, es el motor que moviliza el sometimiento: culpa por no ser lo suficientemente inteligente, radical, y viva para complacer al tirano con piel de intelectual, culpabilidad por no alcanzar los resortes de la experiencia que tanto Dorcas como Harrow pretenden imponerle como las verdaderas proezas existenciales, cuando lo que en realidad se trata son de vejaciones que constituyen el estímulo sexual de la pareja. Culpabilidad que se transmuta en miedo constante por no obedecer, por decepcionar. A su vez, la indolencia e ingenuidad de Gillian, se convertirán en las cómplices perfectas para que la corrosión de la culpabilidad sea mucho más cruda y lacerante.

Sin embargo, lejos de caer en una oscuridad sin retorno, Oates construye este abismo elegantemente, a través de elipsis, juegos temporales, sugiriendo más que describiendo. Hay retorno del averno, es un aprendizaje, una iniciación una Bildungsroman, como se comentaba en anterioridad, y, para ello, la sutileza se conjuga con la fuerza expositiva de manera magistral; el detalle, la metáfora o la referencia indirecta, se trenza milimétricamente con la intensidad discursiva para construir una narración simbólica, bella e inquietante.

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Autora: Joyce Carol Oates. Título: Bestias. Traductora: Pepa Linares. Editorial: Contraseña. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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