Michael Honig es el seudónimo que ha utilizado un médico inglés para escribir La senilidad de Vladímir P. (Libros del Kultrum, 2024). El personaje principal es un expresidente de un gran país que se presenta como un hombre senil, chocho y olvidadizo: ¿Vladímir Putin? Un hombre sinónimo de lucro que representa la cúspide, el escalafón más alto al que puede llegar una persona dentro de un sistema plagado de corruptelas; tramas y subtramas conducen al enriquecimiento personal y retroalimentan la mediocridad moral: medrar es la aspiración vital. Vladímir P. está en el vértice de dicha jerarquía corrupta y se encuentra rodeado de los lujos que ha ido adquiriendo y acumulando a lo largo de los años como presidente —casi vitalicio— de un país pongamos que hablamos del… Kremlín.
Para conseguirlo, el autor nos presenta al sobrino de Sheremetev, que es un bloguero que se dedica a escribir contra el régimen. Por eso está encarcelado. La solución a este conflicto alimentará la trama hasta el final, con risa y pena incluida.
La forma. El narrador persigue a Sheremetev. Una tercera persona amiga del hombre más honrado de la trama. No interviene en ninguna cadena de favores. Y lo consigue hasta el mismo momento en que descubre de cuántas y lujosas maneras se puede dar la hora en una residencia presidencial. Y Sheremetev se entera.
Los diálogos están vivos y revelan el genuino carácter y la ambición del hatajo de corruptos que parecían, en un primer momento, recelosos de los negocios a los que fueron invitados, pero que se zambullen sin remilgos en las piscinas de la fraudulencia. No quieren que se les catalogue como lelos e idiotas, a lo Sheremetev, el enfermero de Vladímir P.
La senilidad de Vladímir P es una sátira política que dibuja la decadencia de un líder que fue capaz de aterrar arqueando las cejas y de creer, sin contemplaciones, que las comisiones son las que mueven el mundo. Un hombre decadente que se enfrentaba a la honestidad de un hombre bueno que lo cuidaba en su vejez, y del que dependía para todo.
Hay que destacar un punto fuerte de la novela: la pintura y el retrato de sus personajes. Desde el despliegue dialogado que se realiza al principio, donde la corrupción latente los alimenta a todos, hasta la amalgama de intereses espurios con los que la mayoría sintonizan hasta el final. Eso sí, en todas las novelas hay un pero, y en esta es un pero postrero que, por inevitable, resulta espléndido: es el sufrimiento moral inevitable por uno de los personajes; porque es una injusticia cotidiana que experimentamos todos los días en nuestras vidas y que la ficción, otra vez, funde con la realidad.
Como decía Thomas Mann en La montaña mágica, «el lector juzgará que quien narra esta historia —ahora la de Vladímir y Sheremetev— está cargando las tintas. Sin embargo, quien escribe esta historia no está inventándose nada, sino que se atiene rigurosamente a la vivencia personal de su ingenuo protagonista». Honig lo refuta.
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Autor: Michael Honig. Título: La senilidad de Vladímir P. Traducción: Antonio Lozano. Editorial: Libros del Kultrum. Venta: Todos tus libros.
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