Indias Occidentales holandesas. Dick de Boer (Kees Brusse) es propietario de Dakota Airlines, cuya flota es un avión DC-3 Dakota que pilota De Boer. Su situación financiera no es próspera y acepta trabajos, operando desde Curaçao, transportando mercancía entre las islas y la costa venezolana, cuya legalidad parece dudosa, por lo que está bajo el ojo de las autoridades. Se niega a facilitar un viaje, pese a que necesita el dinero, a Claudia (Monique van de Ven), que le presenta su amiga Helen (Diana Dobbelman), pero acepta el de una serie de cajas que debe llevar a Holanda. Logra evadir de noche la presencia de las autoridades, carga combustible en Palomeu (Surinam) en varios bidones, porque debe repostar en vuelo, y en solitario atraviesa el Atlántico hasta alcanzar Ameland, en Holanda, pese al fallo de uno de los motores. Ya en tierra, entabla relación con algunos otros pilotos escépticos, que incluyen a la atractiva pareja, Laura, (Willeke van Ammelroy), que sueña con viajar a ciertos paraísos, como Marruecos, espera el contacto para descargar la mercancía, visita a una antigua relación sentimental y tras ver la descarga de aquella y obtener el pago, un par de cajas que contienen mucho dinero, de su viaje, pone en marcha el Dakota y despega .
Supe de la existencia de Dakota (1974) merced a las estupendas crónicas y recensiones sobre el Festival de Cannes que el admirado maestro que era José Luis Guarner escribía en la revista Fotogramas. En la correspondiente al Festival de 1975 hablaba con entusiasmo de Dakota, una película que definía como hawksiana y behaviourística. De inmediato esos calificativos, junto con mi fe en los exquisitos gustos de Guarner y las referencias a Hawks, me hicieron anotar esa película como una pieza a cobrar. En vano. Con una constante, que suele suceder de vez en cuando con las obsesiones muy personales, Dakota se me escapaba una y otra vez. Guarner la programó dos veces en su Semana del Cine en color de Barcelona, y en esas dos ocasiones no pude viajar a la capital catalana. Luego desapareció de mi vista, pero no cejé en el propósito de visionarla. En un viaje a Amsterdam —la película es holandesa, como su director, Wim Verstappen, del que yo no conocía nada [1]—, me acerqué a la cinemateca neerlandesa, dispuesto a hacerme con el codiciado botín. Agua. La tenían en su colección, pero la estaban restaurando. En el buzón de sugerencias de la Filmoteca Nacional del Cine Doré la solicitaba de tanto en tanto. Infructuosamente. En otra ocasión le comenté el caso a mi amigo el productor Enrique Cerezo, que para mi sorpresa me dijo que conocía mucho a Verstappen, que formaba parte, como él, de una asociación de productores europeos, y se comprometió a conseguirme la película. Pues debe de ser de las pocas peticiones que le he hecho a Enrique y que no ha podido cumplir. Finalmente, hacia 2010 recuperé el contacto con José Andrés Dulce, un gran periodista y magnífico escritor de cine, con el que pese al Dulce de nuestros apellidos no tengo más parentesco que el de la amistad, y que en su momento, y tras conectar conmigo en los 90, me hizo llegar una estupenda monografía sobre Dreyer que trasladé a Garci, al que le gustó mucho y publicó en la añorada colección de libros de Nickelodeon. En una terraza madrileña le comenté mis avatares dakoteños a José Andrés, que me dijo que me conseguiría la película. No sé qué poderes mágicos empleó, pero el caso es que por correo me llegó un CD con diversas joyas hawksianas, una espléndida versión de la fordiana 7 Mujeres… y Dakota. Así que si hay un patrón para este Cofre del pirata, debe de ser sin duda el benemérito José Andrés Dulce. Dios y Griffith le bendigan.
35 años de espera a ver realizarse una obsesión cinéfila, y lo que el agua de la vida te ha arrastrado bajo los puentes, es mucha tela que cortar. Vi, en una muy buena copia, Dakota, y levanté la copa de mi admiración por el maestro Guarner, que 35 años antes había dado en la diana. Al menos en la diana de mis gustos personales e intransferibles.
No se si ustedes, vosotros, mis queridos lectores y expurgadores de este Cofre pirata, lograréis ver Dakota, cuya edición en DVD o blu-ray desconozco, o por cualquiera de los meandros internetiles o plataformas —me consta que este verano de 2021 se proyectaba en Netflix USA—, e ignoro también si la consideraréis, como yo, una joya pirata poco conocida o la clasificaréis de baratija en este variopinto botín que os propongo, que el gusto propio es tan intransferible como respetable, pero al menos os he puesto sobre su pista tan evasiva.
Me gusta Dakota porque es esencialmente hawksiana, en su manera escueta y directa. Hay grandes silencios, planos del avión volando, del piloto en la cabina con sus instrumentos y mediciones, o en su interior, lo que desalentará a los fans del cine parlanchín (aunque Hawks lo fuera en muchas ocasiones), de contar la trama y filmarla sobriamente. Me imagino que por ahí se colaría el fascinante calificativo guarneriano, que suscribo, de «behaviourístico», en la forma de mirar a un personaje, el piloto holandés Dick de Boer, como un individuo que vive en su mundo, que se basta a sí mismo y que es un conspicuo profesional.
En buena medida Dakota es la historia de un viaje [2], air road movie, que justifica toda la vida de Dick, y, orteguianamente, sus circunstancias: cumplir una tarea, como en Hatari!, otra pieza de resistencia para quienes buscan en el cine algo más que solo cine. Es hawksiana en su acendrado profesionalismo y su entregado amor a su avión, al Dakota, el protagonista vivo de toda la película, al que entiende y mima porque es su vida. Le encargan una tarea y la cumple, sin alborotos ni alharacas. Esa provisionalidad de vida, de nuevo tan hawksiana, se refleja en el final de la película, de nuevo De Boer en marcha, volando su Dakota con un solo motor, fundiendo en negro la imagen. Todo ello dota a Dakota de una perspectiva y tono muy moral, aunque algunas de las circunstancias del vivir de Dick y sus tareas sean muy cuestionables. También son hawksianas —aquí veo el parentesco con la menospreciada ¡Peligro, línea 7.000!, reconozco que a su modo— el amplio panel de mujeres que viven alrededor de Dick, sus dos relaciones antiguas. Si no recuerdo mal, creo que Guarner, al describir la vida de Dick, comentaba que las mujeres ya habían quedado atrás, lo que no impide el acuoso retrato, entrañable en una, su cómplice en todo, Helen (Diana Dobbelman ), sensual, Claudia (Monique van de Ven) en otra, provocativamente atractiva, Laura (Willeke von Ammelroy) en otra, y finalmente sorprendentemente, el tiempo no cesa de pasar, en Mary (Dora van der Groen), que sospechamos que formó parte importante de su vida .
Dakota forma parte de ese cine que cuando acaba la proyección te hace soñar despierto con cosas que llevas dentro, que te hace salir a la calle, a la vida, con gasolina extra, que te introduce sin prolegómenos en una secreta fraternidad de hombres y mujeres libres que peregrinan en un mundo de imágenes en estado puro.
DAKOTA ( 974). Producida por Pim de la Parra y Wim Verstappen. Dirigida por Wim Verstappen. Guion de Charles Gromley, Jan Verstappen, Harrie Verstappen, sobre una idea de Wim Verstappen. Fotografía de Jan de Bont y Theo von Sande, en Technicolor y Techniscope. Música de Antoine Duhamel. Montaje de Jutta Brandstaedter. Vestuario de Marjan Bos. Interpretada por Kees de Brusse, Monique van de Ven, Willeke van Ammelroy, Diana Dobbelman, Dora van der Groen, Helmert Woudenberg, Wim de Meyer, Bob Verstraeter, Marlies van Alcmaer. Duración 100 minutos
[1] José Andrés Dulce me incluyó en el CD una copia de Pastorale 1943, una película, que me gusta, de Verstappen sobre la ocupación nazi en Holanda, y tengo la vaga idea de haber visto en el Mercado del Film de Cannes durante un Festival en los años 80, otra película suya muy de acción policial sita en Amsterdam.
[2] Cuenta la ficha de Dakota en IMDB, en el apartado de Trivia, que en el guion original de la película, De Boer no viajaba solo a Holanda a través del Atlántico, sino que lo hacía en compañía de Claudia, a la que en la película se niega a llevar, y de otro personaje interpretado por un actor llamado Rudolf Lucieers. Pero las cosas del cine: durante el rodaje Monique van de Ven, la actriz que interpreta a Claudia, se enamoró de Jan de Bont, el director de fotografía y futuro director de películas como Speed, entre otras, lo que creó notable fricción en el set. Conclusión: Van de Ven, estresada, abandonó el rodaje, los productores la demandaron por ruptura unilateral de contrato, De Bont fue sustituido por otro director de fotografía, Theo van de Sande, muy joven, para todos los interiores y exteriores holandeses, y el personaje de Claudia notablemente reducido, desapareciendo el de Lucieers, y transformado notablemente la trama y el propio tono de la película. A Hawks le pasaba eso con cierta frecuencia, por ejemplo en Río Rojo con el personaje que interpreta John Ireland, o en Hatari!, con el de Michelle Girardon.
En «Casablanca» también tiene su protagonismo el maravilloso DC-3 y su logo del Pegaso, de Air France. Siempre nos quedará París… y Dakota.
No era un DC-3, pero no lo entiendo.
Era un L-12, también ficticio. ¡Me quiero borrar!