Defendiendo a mi enemigo: Nazis americanos en Skokie y los riesgos de la libertad es un ensayo de Aryeh Neier que el Instituto Berg publica en castellano como parte de la Biblioteca Literatura y Derechos Humanos, un proyecto en colaboración con diversas entidades internacionales para propiciar, desde la literatura, el conocimiento de la conquista y reconocimiento de los Derechos Humanos a lo largo del siglo XX. A continuación reproducimos el texto de Karina Sainz Borgo que sirve de prólogo a este libro.
En abril de 1977 el partido nazi estadounidense pretendía manifestarse en Skokie, una localidad del estado de Illinois donde residía la mayor comunidad de supervivientes del Holocausto en Estados Unidos después de Nueva York. Acudiría un grupo de 25 personas vestidas con el uniforme nazi y brazaletes con esvásticas. La concentración suponía un agravio a las víctimas, pero la ley garantizaba el derecho de los otros a expresarse, incluso aunque incitaran al racismo y la segregación religiosa.
El asunto generó una diatriba judicial y moral que Aryeh Neier explica en las páginas de Defendiendo a mi enemigo: Nazis americanos en Skokie y los riesgos de la libertad, un ensayo que el Instituto Berg publica ahora en castellano y que cobra aún mayor vigencia más de 40 años después. A pesar de la aparente democratización digital, hoy el espacio para la pluralidad se reduce. Se impone el ruido por encima de los argumentos. En ese contexto, el libro de Neier incomoda y por eso es necesario. Porque nos planta ante una paradoja: fue él quien representó a los miembros del partido nazi para que pudiesen manifestarse en Skokie.
Abogado, presidente del sindicato de Derechos Humanos, American Civil LIberties Union, fundador y director de Human Rights Watch en los años 80, Neier nació en la Alemania nazi, en 1937. Era todavía un bebé cuando su familia huyó a Inglaterra, donde creció como refugiado. Dos años después del fin de la II Guerra Mundial, la familia de Neier emigró a Estados Unidos. Aryeh creció en la América de la persecución a los comunistas. La caza de brujas del macartismo despertó en él la vocación por la defensa del derecho de cualquier persona a expresar sus ideas, incluso si eran contrarias a las suyas.
Siendo judío y una víctima del nazismo, Neier aceptó el caso. Recibió muchos ataques, pero esa fue su manera de luchar contra aquellos a los que adversaba. Defender al propio enemigo era la única forma de proteger una sociedad basada en libertades democráticas. En este ensayo queda muy claro que el ejercicio de la libertad conlleva sus riesgos y que la salvaguarda de las leyes que la amparan fortalece la construcción de una identidad individual y colectiva. “Y yo, siendo judío, ¿cómo puedo negarme a defender la libertad, aunque sea para los nazis?”, se pregunta Neier.
Resulta imposible no sentirse interpelado, como periodista y ciudadano, por las reflexiones de Neier. La prensa y los medios, apeados y desalojados del poder que tuvieron, han sido desplazados y condicionados por las redes sociales, un nuevo campo de batalla simbólico que se vale de bulos, el uso de datos y algoritmos para condicionar una determinada mirada sobre la realidad. Se habla de Internet y sus plataformas como si de un cuerpo ajeno se tratara. Pensamos que la responsabilidad se deposita en su dinámica y no en la de los usuarios, es decir, en el conjunto de los ciudadanos que acuden a ellas. En la era digital todo se comparte. Se esparce. Se replica. Se agiganta. Se viraliza. Todos contra todos.
Si la libertad no garantiza la protección de un derecho (si los nazis gozan de libertad para expresarse, puede que ganasen adeptos para su causa), sí lo hace la posibilidad de propiciar un debate. Neier consigue defender el derecho a expresarse apoyándose en las ideas de John Milton sobre la pervivencia de la verdad en un encuentro libre y abierto con la falsedad. “Por eso quiero que los enfrentamientos dialécticos sigan siendo libres y abiertos, para darle así una oportunidad a la verdad”, escribe. Por esa lógica, prístina y clara, es posible desmontar las falacias que relativizan el peso de los hechos y los argumentos frente al relato de la propaganda y la desinformación.
Para Neier el sentido de justicia y libertad pasa por los límites de la ley, y lo evoca constantemente. “Si hay un principio de la Constitución que con más fuerza llama a ser respetado sobre todos los demás es el de la libertad de pensamiento: no la libertad de pensamiento para quienes piensan como nosotros, sino la libertad para el pensamiento que aborrecemos”. Es decir, defender la libertad de nuestros enemigos para conservar la propia. Al tratar de negar a los nazis el derecho a manifestarse, el caso Skokie sirvió a la causa nazi. “Frank Collin pareció comprender —al menos intuir— que, si lograba provocar reacciones desagradables por parte de los vecinos de Skokie ante la marcha, estaría contribuyendo a su proyecto”, escribe en las páginas de este libro. Silenciarlos sólo aumentaba su impacto.
Finalmente, el Tribunal Supremo de Illinois dictaminó que el partido nacional socialista estadounidense podía marchar por las calles de Skokie. No lo hicieron allí, pero sí en Chicago, donde ya había sido autorizada. La lucha, sin embargo, no había sido en vano. Según admite el propio Neier, la propuesta nazi de manifestarse condujo a la propia comunidad a un mayor debate e intercambio sobre los males del nazismo y del Holocausto. La naturaleza de la censura que propone Neier entronca con una reflexión jurídica que nos prepara para entender y anticipar las formas de censura algo más elaboradas con las que ahora estamos obligados a lidiar.
Al travestir la verdad en relato, en una gresca informe y desprovista de razones, se funda una nueva realidad que no se puede comparar y acaba dándose por buena. Así, el ladrón queda convertido en libertario, la víctima en culpable y la verdad en utilería. La pasión por silenciar y confundir es tan antigua porque sus resultados son irreversibles y duraderos. Lo escribió con claridad Doris Lessing en su ensayo La cárceles que elegimos: la primera tarea de quien ejerce el poder es la degradación del lenguaje, la segunda es la repetición y la tercera el recurso del eslogan, reducir ideas complejas a una fórmula verbal simple. Seguimos expuestos a la misma amenaza, que ahora se amplifica con la presencia de Internet.
Este libro de Aryeh Neier es hoy más urgente y necesario que nunca. Su defensa de la libertad de expresión y pensamiento son un cortafuego, incluso una advertencia. En un siglo llamado a resolver y superar los conflictos y desmanes de su predecesor, la amenaza autoritaria se esparce, la desigualdad e inequidad política, económica y social entre ciudadanos se acentúa, y el asedio de la propaganda y los extremismos amenazan libertades que dimos por supuestas.
Quienes hayan sufrido en carne propia el asedio, la persecución o el desmantelamiento de las instituciones y la justicia, encontrarán en estas páginas un eco de lucidez y un espacio para la reflexión. Pero, sobre todo, para aquellos que ignoran o subestiman los peligros que acechan a las democracias y los derechos humanos, las palabras de Neier cobran una vigencia y universalidad todavía mayores. No basta con el ruido. Hay que propiciar el encuentro libre y abierto de la verdad con la falsedad. Porque, tal y como afirma Neier, la primera siempre prevalecerá.
—————————————
Autor: Aryeh Neier. Prólogo: Karina Sainz Borgo. Título: Defendiendo a mi enemigo: Nazis americanos en Skokie y los riesgos de la libertad. Editorial: Instituto Berg. Venta: Todostuslibros y Amazon.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: