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David Felipe Arranz: «Se está silenciando a los intelectuales»

David Felipe Arranz: «Se está silenciando a los intelectuales»

La actualidad siempre sorprende al hombre, y el columnista es el encargado de darle revancha y sorprender a su vez a la actualidad con una idea, una metáfora, un verbo, un pensamiento que la desarma y muestra al mundo con sus desnudeces y carencias. El articulismo y la crónica son géneros del instante, el arte de esbozar la realidad a vuela pluma, como un grabado de Goya, pero con teclado y las premuras del cierre. Son los renglones espontáneos del presente, de la historia pillada in fraganti y escrita a pie de calle antes de que vengan otros a hacer teoría y dar explicaciones de las causas y procesos en gruesos volúmenes. El periodismo es el primer borrador de la Historia, en mayúscula, su manuscrito en bruto, y su fuerza descansa en que nos transmite el pulso de aquellos que la vivieron/sufrieron, las impresiones de quienes contemplaron el efecto de sus maremotos. David Felipe Arranz disfraza su curiosidad detrás de la apariencia de un hombre tranquilo, remedando a John Ford, por quien siente tanta simpatía. La suya es una inteligencia desbordada, enjaezada de muchos saberes, principiando por el cine, la literatura y el teatro. En un mundo obsesionado por la especialización, él ha dado sedal a sus inquietudes y dejado libre la imaginación para que se alimente de los más diversos conocimientos. Ahora nos viene con España sin resolver (Pigmalión), que reúne sus escritos periodísticos entre 2010 y 2020, que es una visión sin prejuicios ideológicos de lo que nos ocurre, pero alejándose lo que puede de las presbicias imperantes.

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—España está sin resolver, y lo que queda…

"Hoy, el nivel de formación intelectual tanto del ejecutivo y la oposición es lamentable"

—Para resolver el sentido de Estado del país necesitaríamos una generación de políticos y estadistas de la que estamos ahora mismo a años luz. Si hubo una posibilidad de ordenar el territorio político fue durante la Transición. Hoy, el nivel de formación intelectual tanto del ejecutivo y la oposición es lamentable. Por lo tanto, a medida que ese recambio generacional se produce, a esta efebocracia la considero incapaz de resolver los problemas de España. Es ajena a los problemas de la ciudadanía. Las personas sensatas y críticas deberían vigilar a los gobernantes a los que pagamos.

—¿El nivel cultural tiene relación con la prosperidad o decadencia de un país?

—Absolutamente. Y una cosa más. Se ha cedido la responsabilidad intelectual a internet. De la red se nos ha llegado a asegurar que contenía todo el universo. Es falso, en los libros en papel existen cosas muy útiles para la sociedad que no están en ninguna web, empezando, por ejemplo, por la Enciclopedia Universal de Espasa de antes de la Guerra Civil, donde existe un alto porcentaje de entradas que no están en internet referidas a estadistas, juristas, oradores o economistas que han desaparecido. Y en sus índices estuvieron trabajando nada menos que Miguel de Unamuno, Menéndez Pidal y Ortega y Gasset. Esto es lo que C. S. Lewis llama, en Una pena en observación, «la imagen descartada», que consiste en que una sociedad es más decadente cuanto más ignora a sus grandes predecesores, a los grandes padres del conocimiento. Umberto Eco recordaba que «somos enanos a hombros de gigantes». Hay que poner en tela de juicio el Dios de internet como valor absoluto.

—¿Recelas de él?

"Todo es marca, forma, adoración, influencers... y la sociedad ha picado el cebo de esa nadería"

—Es que alrededor de la tecnología han surgido unos gurús que ocupan espacios del debate público que son una cáscara de huevo sin yema y sin clara. Todo es marca, forma, adoración, influencers… y la sociedad ha picado el cebo de esa nadería. Va a ser difícil salir de ese círculo.

—¿Por qué?

—Porque el verdadero conocimiento incomoda al que no lo tiene. Al que sabe hoy se le ridiculiza, menosprecia… estamos llegando a unos niveles… La memoria, en el último borrador de estudios de la universidad, ya no cuenta, pero sabemos desde tiempos grecolatinos que es fundamental para el conocimiento. El mapeo cognitivo de la realidad, y de sus referentes, solo se puede alcanzar a través de la memoria.

—¿Alude al sabio despreciado?

Platón dio con un modelo de gobernante muy interesante. Quería que la República fuera conducida por los mejores. En su caso situó a los filósofos, pensadores, poetas y otros hombres que eran, en su época, los grandes depositarios del saber. Ahora mismo en las sociedades occidentales, no las orientales, se ha producido un adanismo que ha desplazado a los grandes sabios. El papel de los intelectuales existe en Francia, pero en España se ha producido un gran vacío. Aquí los que participan en la opinión pública enseguida se les evalúa si son de izquierdas o derechas. Y nada más. Se los está silenciando.

—¿Es perjudicial para el país la división de izquierdas y derechas?

"Se pasó la página de la Guerra Civil y me parece asombroso que 46 años después de la muerte de Franco se vuelva a atizar la Guerra Civil"

—Totalmente. Y es más: se polariza de manera deliberada el espectro hacia los extremos porque hay muchos que tienen que comer. Desde diversos think tanks se atiza el guerracivilismo para vivir de ello. La máquina ideológica da trabajo a mucha gente que se dedica a pensar la manera de dividir a una sociedad, como la española, que no necesita este enfrentamiento y que selló un pacto en la Transición. Se pasó la página de la Guerra Civil y me parece asombroso que 46 años después de la muerte de Franco se vuelva a atizar la Guerra Civil. La explicación a esto es económica: hay muchos políticos que tienen que comer. Unos resucitan a Franco para atizar la nostalgia y otros por subsistencia ideológica. Y una puntualización.

—¿Cuál?

—Todos los familiares tienen derecho a sacar a sus muertos de las cunetas. Pero esto se puede hacer bien, de manera moderada, tranquila, sin agitar enfrentamientos y rencores. Pero sucede una cosa: a los políticos les resulta rentable agitarlo.

—Menciona a Ortega y Gasset, Gregorio Marañón… Ellos deseaban alcanzar un mayor progreso. ¿Hoy?

—Tuvimos cierta esperanza cuando se fundó Ciudadanos. Participaba Fernando Savater, Félix Ovejero, Albert Boadella y otros. Había intelectuales que aspiraban a ayudarnos a salir hacia adelante, a aplicar soluciones económicas y renovar las estructuras sociales.

—¿Pero?

"Más allá de Rivera desnudo en un cartel, no sé qué huella ha dejado... por desgracia"

—(Risas) Se equivocaron eligiendo al efebo, cuyo narcisismo reventó el partido. Albert Rivera pudo pactar con el PSOE y centrar el Gobierno de este país. Sin embargo, por su egolatría, deja pasar la oportunidad y los fundadores de este nuevo y pretendido centro abandonan el proyecto. Más allá de Rivera desnudo en un cartel, no sé qué huella ha dejado… por desgracia.

—¿Los políticos deberían dejar de «promisear» tanto y hacer más?

—La esencia de un político está en el marketing. Hay que vender el producto y ese producto no se ajusta a la verdad, ahora que hay más marketing político que política. Es en lo que se fundamentan las campañas. Ellos prometen, «promisean», cosas que no van a cumplir, y como eso está instalado en el discurso actual y está admitido y asumido por todos, va a ser raro encontrar a un político que sea coherente con lo que ha dicho después ganar las elecciones. Hoy mucho electorado vota a la menos mala de las soluciones. Hay mucho desencanto. Los españoles están más pendientes de su día a día, de llegar a fin de mes, de escapar del coronavirus, que de proyectos de los políticos.

—Retrata a los españoles faltos de ánimo y señala dos causas.

—Sí. Una, para mí, fue la crisis de los productos basura, los productos bancarios, que estafaron a miles de personas, y que el gobierno del PP solucionó con una inyección de fondos públicos.

—Y no está de acuerdo.

"En 2009 y 2010 se debió rescatar a los españoles, no a los bancos. La segunda estocada es el coronavirus"

—Es que lo que se hizo fue darles dinero. Pero en cambio, en otros países, en los nórdicos, lo que procedieron fue de manera contraria: se usaron los fondos públicos para rescatar a las familias y no a estas entidades. A estas se las deja caer. Este fue el primer golpe mortal para el ciudadano. En 2009 y 2010 se debió rescatar a los españoles, no a los bancos. La segunda estocada es el coronavirus. El español está exhausto y este magma de desesperanza es el caldo de cultivo del populismo. Por eso los discursos radicales calan tan profundo en las personas que están al límite.

—Y hay que sumar a esta especie de Black Friday moral que existe hoy.

—(Risas). Vivimos en un mundo de rebajas bastante atolondrado y mercadotécnico, casi distópico, diría. Algunos episodios de Black Mirror son casi proféticos. Cuando se pierde el rumbo ético de las cosas, la conciencia y también el sentido de la realidad, resulta más fácil manejar a muchas personas. Esos días estúpidos, como al que aludes, son un ejemplo de lo que está sucediendo. Nadie piensa por qué existe ese día y por qué tiene que ir. Otro ejemplo más reciente: ¿quién decidió que hay que aplaudir a los médicos? Y es más, ¿cuándo se decidió que debía terminar ese aplauso? ¿Desde dónde salen esas decisiones? ¿Quiénes las incitan? Y vayamos más lejos. Se ha aplaudido a los médicos, que han sido unos verdaderos héroes durante la pandemia, pero en cambio, a pesar de los aplausos, no se les ha ayudado en ninguna de sus reivindicaciones profesionales. Vivimos en este marketing que es convocar un aplauso, pero no satisfacer las demandas y las solicitudes de los profesionales que nos están salvando la vida. Todas las situaciones precarias que denunciaban los sanitarios siguen sin solucionarse en los hospitales, pero eso sí, se les ha aplaudido… Hay que plantearse cuánto duró y quién midió el tiempo que debía durar. Pero eso a nadie le importa.

—Menciona la devaluación de la clase media. Las corporaciones parecen que han lanzado una especie de Anschluss sobre ella.

—Empezó hace tiempo. El éxito de la clase media dio esperanzas económicas muy notables. La devastación salarial ahora es intencionada. Parte de las grandes corporaciones aplican recortes a sus súbditos, que es como miran a sus empleados. Esto produce temor en los trabajadores y esto ha provocado otra cosa muy grave.

—¿El qué?

"Todos los recortes que se hacen son sobre los derechos de los trabajadores: congelaciones salariales, recortes en sus protestas..."

—Que por ese miedo se han empezado a conculcar los derechos. Todos los recortes que se hacen son sobre los derechos de los trabajadores: congelaciones salariales, recortes en sus protestas… Esto viene atizado y favorecido por un contexto de crisis económica que las grandes empresas aprovechan para hacer su particular agosto. Qué curioso que, en este tiempo, ni los presidentes, vicepresidentes ni los miembros de los consejos de administración se hayan bajado el sueldo. Solo se castiga al currito. Es más, en muchos casos, estos vicepresidentes han incrementado su nómina.

—De hecho, en este tiempo han aumentado los millonarios.

—Había un libro. ¿Lo recuerda? La desordenada codicia de los bienes ajenos, de Carlos García. Es una crítica a los ricos, y su autor lo tiene que publicar en 1617 en París, no en Madrid, Toledo o Medina del Campo. Ya entonces la oligarquía de los Austrias se dio cuenta de que el pueblo podía ser saqueado sin revueltas y algaradas.

—Terrible.

—Absolutamente. Esto me ha conducido a pensar en ocasiones que hay un ingrediente en la sociedad española que la vuelve dócil con el poder. Es un pueblo que contemporiza bien con los abusos de sus gobernantes y mandatarios. De eso ya se dieron cuenta, entre otros, Quevedo, Larra, Espronceda y, posteriormente, Umbral. Ha sido una constante en la historia de España. Es como si los poderosos tuvieran carta blanca para abusar. Lo vimos con Fernando VII. Tenemos demasiado arraigado en el imaginario ese máximo respeto al poderoso. Y…

—¿Sí?

"Hubo un movimiento que pudo ser maravilloso, de indignados, en la Puerta del Sol... Pero fue instrumentalizado por un partido y liquidado por ese mismo partido"

—Hubo un movimiento que pudo ser maravilloso, de indignados, en la Puerta del Sol… Pero fue instrumentalizado por un partido y liquidado por ese mismo partido para alcanzar el poder. ¿Dónde están hoy los indignados? Yo no los he vuelto a escuchar y ahora se necesitan más que en 2015.

—Ha mencionado a Larra, Quevedo… En su libro también lo hace. Y añade otra expresión: el «efecto Flynn». ¿Se nos está durmiendo la conciencia?

—Los estudios del «efecto Flynn» muestran que la curva de la inteligencia media, medidos con parámetros académicos, va hacia abajo. La cuestión es: ¿por qué somos menos inteligentes si es cuando tenemos las mejores herramientas para incrementarla? Quizá el haber facilitado tanto el acceso a contenidos sin la necesidad de avivar el ingenio hace un cerebro más cómodo y menos crítico. Yo estoy acostumbrado a investigar. Cuando quiero conocer algo viajo, me documento, entrevisto, comparto. El conocimiento hay que mirarlo como una aventura. Tienes que empaparte de cosas. ¿Qué hay más bonito que la cultura en una vida más corta que larga?

—Las humanidades pierden su peso hoy.

—La tecnología ha sustituido al humanismo. El humanismo, que empezó siendo una especie de descubrimiento del hombre en toda su magnitud, nunca desatendió los afectos, por ejemplo. Da Vinci, Miguel Ángel… son artistas, pero también escriben poesía. Eso es el humanista verdadero. La tecnología está desatendiendo la parte emocional. Cada vez vemos más violencia en las calles, chicos que matan a compañeros de discoteca, muchachos que son asesinados a patadas… Los planes de estudio están desatendiendo las necesidades emocionales. Y las familias no pueden dar más de sí. ¿Cuántos padres llegan reventados a casa y se ven obligados a dejar el móvil a los pequeños? Estos niños no deberían tener teléfono. Debería haber una ley para protegerlos. Todo ese mundo que pertenece a los adultos.

—Y no se fomenta la cultura desde los colegios.

—Se ha desatendido. A mí me ensañaron a hacer sonetos, dibujar, nos llevaban de excursiones al museo de escultura de Valladolid o al teatro a ver El mercader de Venecia. Hay una ley, la teoría de recepción, que asegura: nadie es igual a sí mismo después de ver una obra maestra. Vi La diligencia, de John Ford, con doce años.

—¿Y eso te cambió?

"John Ford nos enseña que un salteador de caminos puede ser un héroe, justo la persona a la que la sociedad ha marginado"

—Por supuesto. Me di cuenta de que un joven fuera de la ley, que era John Wayne, y una prostituta eran los seres con el corazón más puro en aquella diligencia donde estaban acompañados por un banquero perseguido por desfalco, un caballero del sur que es un asesino a sueldo, un médico que opera borracho y una señorita hipócrita. Pues John Ford nos enseña que un salteador de caminos puede ser un héroe, justo la persona a la que la sociedad ha marginado. Esto es importante.

—Ya no se enseña así.

—La música y la literatura se están sustrayendo a los jóvenes, y los años de formación son fundamentales para que se empapen de esta sensibilidad por la cultura. ¿Y para qué se ha retirado? ¿Por una asignatura de Photoshop, por decir algo? En la cultura está lo esencial del alma humana. Confío en los autodidactas y en aquellas familias que completen en el hogar lo que no se enseña ya en los colegios. Llevar a los niños a los museos los expande, ayuda a su universo cognitivo.

—George Steiner hablaba precisamente de la pérdida de los maestros.

"Steiner, Harold Bloom y Umberto Eco han sido los últimos grandes maestros del pensamiento, y cada uno de ellos fue incómodo para el poder"

—Steiner, Harold Bloom y Umberto Eco han sido los últimos grandes maestros del pensamiento, y cada uno de ellos fue incómodo para el poder. Si el periodismo declinaba su función como contrapoder para regular los desmanes de las élites, teníamos al menos a una generación de intelectuales que todavía tenía algo que decir. Las alertas de Eco contra el fascismo han sido útiles. Bloom arremete contra la falta de una docencia crítica. Él dice que existen clásicos inapelables y que esos son Cervantes, Shakespeare y… Luis Cernuda. Bloom, un americano, está diciendo a los españoles el tesoro literario que tenemos, un poeta que hoy apenas se enseña ya… Steiner habla de arte, literatura, filosofía, ajedrez, cine… Él demuestra que la especialización es la tumba del conocimiento. Un hombre debe saber lo máximo que pueda de todo. Como Cyrano de Bergerac, que sabía de artes plásticas, literatura, matemáticas, física, astronomía, poesía, teatro… Ahora el sistema te dice que te tienes que especializar. La segmentación es uno de nuestros grandes males de nuestra época. La gente debe aspirar a saber de todo, a tener siempre curiosidad, que es una de las bases de todo conocimiento.

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