El escritor e historiador de la literatura David Roas, una de las grandes voces del cuento en español, se acerca a la infancia desde la perspectiva inquietante de los más pequeños en su último libro de relatos, Niños, que «huye del monstruo infantil para adentrarse en los miedos de los niños».
Tirando de ese hilo surgieron los doce relatos de Niños (Páginas de Espuma), en los que el propio autor emprende «un viaje de ida y vuelta a la infancia, con la incursión inquietante de mi madre, que murió en 2014″.
En su anterior libro, Invasión (2018), ya había cuatro microrrelatos en los que los niños eran protagonistas y fue su mujer la que le animó a exprimir ese «filón»: «Mi cabeza se puso en modo contar historias de padres e hijos, comencé a escribirlos poco antes de la pandemia, y en poco más de un año ya los tenía escritos, pero lo que tardé más fue en estructurarlos».
La estructura del libro, que sigue las cuatro etapas de la metamorfosis de los insectos (huevo, larva, pupa y adulto), nació de la propia evolución del niño en su vida, que «va cambiando, incorporando nuevos miedos y nuevas sensaciones sobre el mundo», desde que nace hasta los últimos cuentos, en los que los niños afrontan la separación del adulto.
Una fuente directa de inspiración fue haber tenido un niño, que ahora tiene diez años, y, de hecho, muchas historias parten de situaciones reales con su hijo, como «la transcripción de sus conversaciones literales con Alexa», el asistente virtual creado por Amazon.
Aunque la primera tentación era decantarse por las historias del niño monstruo, la descartó «pues el cine ya lo ha explorado de manera abundante», y prefirió escribir sobre «el niño como vehículo, como un canal».
Sin embargo, la tentación es muy grande y algún «niño cruel» se cuela en el texto, como ese de «El día de la marmota», que tortura a sus padres sin dejarlos dormir.
«Cuando eres padre no te dan el libro de instrucciones y ves cosas incomprensibles, como la crueldad, pero también al niño como percibidor de una realidad diferente a la tuya, y por eso he intentado en los cuentos narrar cómo ve la realidad el niño, que difiere mucho de la de los adultos», señala Roas.
En este libro el niño le ha servido al autor para explorar «unos miedos que antes no conocía y que se derivan de la paternidad», y al mismo tiempo «el niño se convierte en un espejo» en el que Roas se mira y descubre su propia dimensión como hijo, la relación con la familia y su pasado.
Uno de los cuentos, «Ecos de familia», es fiel reflejo, confiesa Roas, de su propia infancia: «Yo torturé a una mantis religiosa como el niño protagonista, tenía la habitación llena de insectos».
Como él mismo advierte, «Niños se basa en hechos reales». Ahí está «ese viaje a Galicia a ver a la bisabuela» del cuento «Ancestros», que le ha permitido ir descubriendo su relación con su familia gallega materna.
Su «obsesión por la muerte», que nunca le ha abandonado, deja reflejos en algunos relatos, como en «Voces», en el que da «un toque misterioso y fantástico» a la experiencia de su hijo con Alexa, en este caso con «un niño que habla con su abuela muerta».
Del tiempo que estuvo viviendo con su mujer y su hijo en Nueva York recuerda una visita a Coney Island, donde había un espectáculo de freaks, pero el niño se durmió en el carrito; y aquella experiencia de la que podía haber salido «un cuento costumbrista» se convirtió en «un cuento inquietante que juega con el tiempo».
Como teórico de la literatura fantástica, Roas piensa que «la pandemia ha generado nuevas neurosis y un miedo a uno mismo, lo que explica que se dispararan divorcios y peleas familiares por esa convivencia de 24 horas durante días y días».
Un terror que asaltaba al propio Roas era que durante el confinamiento se le rompieran las gafas ante la imposibilidad de comprar unas nuevas, pero nunca pensó en escribir sobre un mundo apocalíptico de infecciones porque, confiesa el autor, «la cosa distópica no me ha interesado para la ficción».
Publicado Niños, Roas verá editado este mes de enero un ensayo que él mismo ha dirigido sobre la historia de lo fantástico en Latinoamérica, que editará Iberoamericana en dos volúmenes.
Evidentemente estos cuentos fabulosos deambulan por esos laberintos de la memoria recordándonos la infancia, llenos de matices interesantes que provocan una argamasa de emociones encontradas.