Uno de los principales referentes del nature writing, Pete Fromm, vuelve a la carga, esta vez con El nombre de las estrellas, editado por Errata Naturae. Quien acuda a este libro engolosinado por Indian Creek, el gran éxito editorial del autor, no quedará defraudado. Porque veinte años después a Pete Fromm le encargan una tarea similar, en este caso vigilar unos huevos de tímalo, y por ello deberá dejar atrás su familia, formada por su mujer y sus dos hijos, cuya existencia necesariamente introduce una óptica distinta sobre todo lo que sucede en la naturaleza al autor. Es este, pues, un texto similar a aquel, pero más informado por el temor, por una mayor conciencia de la propia mortalidad, por la prevención de exponer la salud de sus hijos o la suya propia a unas circunstancias que, de otra manera, no hubieran pasado, tal vez, del puro susto o de la mera narración que contar al regreso, entre pintas y risas, en una taberna. Más allá de todo esto que, insisto, no resulta anecdótico sino medular, tenemos similares paisajes, parecidas acciones animales y esa inclemencia tan propia de la naturaleza americana en la frontera con el Canadá.
Resulta un acierto también la introducción de elipsis temporales hacia atrás que sirven para conocer los orígenes de la vocación de Pete Fromm, de su interés por lo salvaje y de su capacidad para después contarlo con enorme fuerza evocadora. Porque, al igual que sucedía en Indian Creek, aquí de nuevo se evidencian sus dotes de observador primero, de narrador después y, sobre todo, su capacidad para imbricarlo todo sin que el ritmo nunca decaiga. El ritmo, entiéndaseme, propio de este tipo de escritura, del nature writing, que nada tiene que ver, pongamos por caso, con el de la novela negra.
Una aproximación a la naturaleza mucho más, como se dice ahora, inmersiva es la que ofrece Dave Goulson en su Una historia con aguijón, editado por Capitán Swing. En ella, nos cuenta todo lo que ha descubierto sobre los abejorros en su periplo académico de varias décadas, empezando por sus años infantiles, en los que descubrió y alimentó su vocación, que entonces abarcaba prácticamente todo el reino animal. Es el suyo un relato ameno, a pesar de la profusión de datos y de historias que redirigen una y otra vez al mismo núcleo: el por qué y para qué de la existencia de los abejorros y de sus primas las abejas y, también, por qué no, de sus antecesoras las avispas, que también aparecen abundantemente en estas páginas. En este sentido, apasionante resulta el relato de cómo llegó la tierra a necesitar a los abejorros desde sus orígenes prehistóricos.
De muy diferente naturaleza es el tercer libro que traemos a esta reseña, La aldea perdida, de Max Gross, publicada por Gatopardo Ediciones, que desciende también al nivel micro pero en este caso para mostrarnos toda una panoplia de tipos humanos que aunque se nos presentan a través de la ficción su arquitectura es de tal brillantez que nos deja con la sensación de que podrían haber sido perfectamente reales. Una pequeña comunidad judía ha permanecido aislada en los bosques de Polonia hasta tiempos recientes, de manera que desconoce tanto los avances tecnológicos más presentes hoy en día como los fenómenos políticos que han determinado que la faz de la tierra sea como es ahora. Tenemos aquí de nuevo al ser humano enfrentado a la extrañeza, en ese caso, a la extrañeza del otro también humano pero diferente por el distinto discurrir de los años y las décadas, de manera que la relación que se establece está de nuevo informada, como en el caso de los osos grizzly de Peter Fromm o los abejorros de Dave Goulson por la cautela y la admiración, la intriga y la sorpresa.
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Autor: Pete Fromm. Título: El nombre de las estrellas. Editorial: Errata Naturae. Venta: Todostuslibros.
Autor: Dave Goulson. Título: Una historia con aguijón. Mis aventuras con los abejorros. Editorial: Capitán Swing. Venta: Todostuslibros.
Autor: Max Gross. Título: La aldea perdida. Editorial: Gatopardo Ediciones. Venta: Todostuslibros.
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