Mandar todo al carajo. Decir a los niños y al marido que hasta aquí ha llegado nuestra vida en la ciudad. Adiós, existencia estándar. Hasta nunca, civilización. Ya quedó lejos lo de comenzar una nueva vida en otra ciudad. La auténtica valentía es atreverse de verdad a cortar con todo e internarse en el bosque. Eso es lo que acontece a Andrea Hejlskov y su familia, y lo que se narra en esta recomendación especial de Objetivo Thoreau, un libro delicioso, como cuanto edita Volcano Libros, una editorial de seguimiento obligatorio para los verdaderos amantes de esa mezcla de literatura y naturaleza que es la mayor de las delicias.
Todo despega con la pregunta que encontramos en primera página: ¿qué sucede cuando una familia moderna abandona la sociedad actual y se marcha al bosque? La pregunta surge por un lamento que es expresado después. Un problema tan común que es la epidemia contemporánea. Una enfermedad que Andrea Heljskov define muy bien pero que no acabamos de combatir como debiéramos: “Lo cotidiano eran las pantallas, no tener nunca suficiente dinero, nunca, nunca, nunca tener suficiente tiempo” (p. 19). El tiempo. La autora danesa ha dado en el clavo. Lo más preciado del siglo XXI no es el oro ni el petróleo, sino el tiempo. Lo que más nos falta, entre otras cosas, porque la tecnología nos ha hecho maestros en perderlo.
Se podrán imaginar que sucede de todo cuando uno se sumerge en lo más profundo de un bosque sueco. Ese es el corazón de la narración. Lo primero, bien retratado por el libro, un desconocimiento completo acerca de lo que realmente significa vivir sin comodidades. Es difícil adivinar la sensación exacta de aquello que no conoces, y la familia pasa por una serie de duros aprendizajes y sufrimientos hasta que aprende algo de la vida en el bosque.
Otra de las incontables virtudes de este libro llamado Nuestra casa en el bosque que les recomiendo es que es valiente a la hora de desmarcarse del ecologismo de pose y la aventura controlada, que va buscando más una foto en Instagram para que los amigos se mueran de envidia que una verdadera comunión con la naturaleza: “Pero no basta únicamente con comprar un contenedor de compost, hornear tu propio pan, pasar más tiempo con tu familia, llevar una vida más sencilla… porque uno sigue inmerso en el sistema, y el sistema te ahoga —la decepción es terrible— y acabas por hundirte.”
El libro habla de decisiones firmes, valientes, absolutas. Renunciar a tu puesto de trabajo. Sacar a los niños del colegio. Hay un capítulo mágico en el libro, el número siete. Comienza con la descripción que la autora hace de sus manos. La aspereza. Los cambios de color. Los surcos que crean la ceniza, las ramas, la tierra, el carbón, el barro, las escamas de pescado. La experiencia verdadera de la naturaleza no es un universo Technicolor, como esos decorados del bosque de las películas del Hollywood dorado. El campo auténtico te surca la piel, te la envejece, hace que tus manos cumplan diez años cada enero.
Andrea Hejslkov nos cuenta muchas veces que el bosque les sincroniza como familia. Les hace sentirse uno. Esa es su definición de la felicidad, me imagino, que consiguen a través del dolor y el sufrimiento. Reflexiones como esta hacen de Nuestra casa en el bosque un libro especial y lo convierte en recomendación de este nuevo Objetivo Thoreau. Un libro en el que, en las páginas finales, se discute sobre si muchas familias autónomas en el bosque deberían formar una comuna, un pueblo o una tribu. Nuestra casa en el bosque, con ese título inocente, esconde ecología de alto voltaje. Atrévanse. Al menos a leer el libro.
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Autor: Andrea Hejlskov. Título: Nuestra casa en el bosque. Editorial: Volcano. Venta: Amazon y Casa del Libro
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