La escritora Pepa G. Lillo ha creado a un ladrón joven, inteligente, sin escrúpulos y con una asombrosa capacidad de persuasión que comete sus tropelías por Madrid, Santander, Toledo y otros lugares. Pero, en este tipo de profesiones, todos los caminos llevan a la misma batalla: la del arrepentimiento.
En este making of Pepa G. Lillo cuenta el origen de El lector de almohadas (Velasco).
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Para escribir una novela de ficción hay que creer lo que se cuenta, que podría ser verdad a pesar de sus imposibilidades. Esta es la clave de su atractivo. El lector de almohadas partió de una idea surgida de repente, sin meditaciones o planes preconcebidos. Me encontraba en mitad de otra novela y había llegado a un punto muerto, no conseguía avanzar. A veces pasa. Puede resultar exasperante, así que aquel día me abracé a mi almohada para descargar en ella mi frustración. Pensé que seguramente habría otras personas haciendo lo mismo que yo en ese momento y me pregunté qué le estarían contando ellos a su almohada. ¿Secretos? ¿Mentiras? ¿Proyectos? ¿Recuerdos? Sentí curiosidad por conocer esas intimidades e imaginé lo fascinante que sería poseer el don de poder «leerlas». Me pareció un argumento original y divertido. Ya tenía el germen, ahora necesitaba un personaje, alguien con un carácter peculiar fuera de los cánones establecidos a los que estamos acostumbrados en una novela de ficción. Un protagonista insólito. Lo ideé enseguida, aún agarrada al almohadón. Con el fin de lograr originalidad desde el principio, ni siquiera le puse nombre de pila, solo un apellido sonoro y fácil de recordar. Después llegó lo más elaborado: construir un decorado para situarlo, un escenario a su medida.
La narración de El lector de almohadas está diseñada para envolver al lector en el ritmo trepidante de la trama y hacerlo sucumbir ante la arrolladora sucesión de acontecimientos que supone la cruzada personal del protagonista. Desarrollé la aventura en varias ciudades españolas (Toledo no podía faltar, pero con las demás tuve bastantes dudas, había muchas y muy buenas candidatas) y en diferentes épocas; sin embargo, procuré tejerlas sin saltos bruscos, con delicadeza y sentido común para permitir una lectura cómoda, rápida y amena. El objetivo siempre fue ofrecer el mejor entretenimiento, crear una fantasía a partir de una semilla de realidad y acrisolarlo hasta el punto de perder la noción de ambos conceptos. Lo demás llegó por sí solo. Como he dicho antes, hay que confiar en lo que se escribe, creérselo si hace falta, seguir el camino con decisión, aunque sea increíblemente mágico o esotérico hasta límites que rozan la locura. Esta seguridad al narrar convence al lector porque la pasión que se pone en una argumentación bien cimentada es contagiosa, no admite preguntas ni necesita confirmaciones o pruebas. Estos cimientos de los que hablo son imprescindibles y hay varios: el terror más primitivo ante lo desconocido, la sensualidad innata en el ser humano, a menudo reprimida, la ternura que conmueve los corazones y que solemos repartir rácanamente, el espoleo de un suspense dosificado pero implacable y la fantasía de una escritora que cuenta sin filtros (porque no tiene nada que perder al hacerlo) aquello que primero se le pasa por la imaginación.
Confieso que fue bastante sencillo establecer un cauce adecuado y seguirlo porque escribir no es un trabajo para mí. Así es como me expreso y me realizo como mujer que cree profundamente en sus principios.
Me quedan muchas cosas por contar, pero no lo haré aquí, será en la cama, con mi almohada bajo la cabeza tratando de encontrar el sueño y con la esperanza de que El lector de almohadas se revele como el libro que he pretendido que fuera: aquel que deja una huella sutil pero indeleble en el corazón del lector.
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Autora: Pepa G. Lillo. Título: El lector de almohadas. Editorial: Velasco. Venta: Todostuslibros.
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