Hoy os quiero hablar sobre el making of de Especie, pero antes voy a contaros cómo nació su protagonista, esa inspectora de Homicidios extravagante, desmañada, que tiene hormigas como mascotas, se convierte en Gladys en los campeonatos de salsa y pierde al ajedrez cada vez que se sumerge en un caso.
La segunda razón fue más pragmática. Quien me conoce sabe que siempre escojo un tema que me preocupa como fondo para mis novelas. La trata de personas y la violencia de género en Más que cuerpos, la corrupción política y la austeridad impuesta por la crisis en Desde la eternidad, las enfermedades mentales en Náufragos… Con Progenie quería reflexionar en torno a las presiones sociales que todavía imperan sobre las mujeres, especialmente una que nos da mucho por saco, la de las maternidades y las no maternidades. Elegir lo que quieres hacer con tu vida sin que nadie opine. Qué difícil, ¿eh? Pues por eso necesitaba a alguien como ella, que tuviera clarísimo que no quería ser madre. Ni arroz pasado, ni es que no he encontrado la persona adecuada, ni cuchiflautas. Una tía así me venía de perlas para enfrentarla a la realidad de las mujeres que lo anhelan por encima de todo. Como soy así de perversa, la idea era que Camino tuviera que entenderlas para resolver el caso. Ella, que no conoce el significado de la palabra «empatía».
Bueno, pues lo hizo y sobrevivió. Además, su crush eterno, Paco Arenas, salió del coma y le puso ojitos. Para coronarlo, hasta remitió la ola de calor en Sevilla. Pero ahora estamos en octubre y han vuelto los cuarenta grados a la sombra. Aparece un muerto, y luego otro, y Camino y la comisaria que no se encuentran en el escenario de los hechos, ¿cómo es posible? Pues es posible porque cada una está en una punta de la ciudad. Que los muertos son tres, vaya. Y no tienen relación entre ellos. ¿O sí? Camino está más perdida que el barco del arroz. Y la va a orientar quien ella menos se espera, la novata del equipo, Evita Gallego, que es finolis porque viene de León y sonríe todo el rato como si estuviera en un campo de unicornios, y para colmo es healthy y no bebe café, y Camino no se fía de la gente que no bebe café. Además, es vegana, animalista y antiespecista, que esto último Camino no sabe ni lo que significa. Pero se va a enterar. Ya lo creo que se va a enterar.
Como ustedes son ya duchos en pillarlas al vuelo, ya intuirán cuál es el tema que escogí para Especie: el trato que damos a los animales. No me refiero solo a que nos los comamos, ni a cómo y cuánto nos los comamos, sino también al abandono, a la caza, a la utilización en textil, en experimentación, en cosmética, en el sector del ocio… en cada ámbito de nuestra vida, el hecho de que los humanos nos coloquemos en el centro hasta el punto de que la mínima utilidad, satisfacción, o, por supuesto, rentabilidad económica, sea suficiente para ejercer sobre otras especies la violencia más extrema.
Así que para enterarme tan bien como Camino, he hecho de todo. Me he ido a un santuario de animales y he pasado allí varios días de retiro entre cerdos vietnamitas, gatos cojos y ponis rescatados. He visto con mis propios ojos una granja intensiva y un matadero. Me he hecho vegana y he comprobado lo que es intentar hacer la compra sin meter en el carro ningún producto animal. He aguantado que se burle de mí hasta la camarera de un restaurante con opción vegetariana, y todo por no pedir jamón. He leído a Temple Grandin, a Coetzee, a Singer, a Safran Foer. Y, sobre todo, me he vuelto a enamorar. De Evita Gallego, de Barbara Volpe. Y de Fito Alcalá, que ya se lleva mejor con Camino y sigue igual de cañón. Entre medias, he sufrido, he llorado, he reído y he disfrutado como una loca. Ahora solo espero que ustedes también lo hagan.
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Autor: Susana Martín Gijón. Título: Especie. Editorial: Alfaguara. Venta: Todostuslibros y Amazon
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