Termino de leer dos decepciones, una de Ray Loriga y otra de Patricio Pron, y no sé si debo decirlo, pero es lo que sentí en su momento, y pasadas las semanas no puedo desdecirme sin argumentos. Ninguno de los dos libros deben ser los mejores de sus autores, pero es lo único que he leído de ellos. Muy bien escritos (¡claro, un buen escritor tiene que saber escribir!), algo que a veces dicen los críticos bien intencionados antes de arremeter contra un libro que no les ha gustado. Pero aquí sólo habla el lector. Nadie más. Y él, el lector que cada uno llevamos dentro, tiene que ser verdadero con sus opiniones. ¿Si nos engañamos también leyendo, qué nos queda?
—Uy, uy, uy, personaje, cómo has comenzado.
—Vaya, por un momento esperaba que te apropiaras de esas palabras y me libraras de toda responsabilidad, pero veo que no, que sigues ahí, comodón, mirando cómo, con frecuencia, tiendo a estrellarme con mis humildes opiniones.
—No, personaje, no te dejo solo ante el peligro. Te apoyaré en tus juicios aunque los discuta. O al menos te apoyaré en que eres muy libre de manifestar tus opiniones, que no sé si son siempre humildes. Permíteme que lo dude.
—Siempre das fuerte, creador.
—Intento no flaquear, sólo eso. Pero, vamos. Cuéntame.
—Te cuento.
El primer libro que leí —los dos fueron adquiridos en un mercadillo benéfico a un buen precio— fue Sábado, domingo (editorial Alfaguara). Me quedé tal cual. Ahora sigo tal cual. Prosa limpia, excelente podría decirse, y nada más. La historia… ¿Qué historia?
—Creo que te has equivocado, personaje, creo que debiste leer Rendición (Premio Alfaguara de Novela 2017), el libro donde Loriga tal vez sin quererlo dio un golpe en la mesa para ser escuchado, leído en suma, como su calidad merece.
—Ya, pero ese libro no lo tengo.
—Pues te lo compras y lo lees.
—Disculpa, pero lo tienes que comprar tú. Yo, te recuerdo, sólo soy tu personaje.
—Bien, yo te lo presto y me dices. Pero no me lo pierdas. Ya sabes lo que pienso de los libros prestados a los amigos.
—Sí, que se suele perder el libro y el amigo. Pero yo soy más que eso, soy tu personaje.
—Toma el libro.
—Gracias.
—Empieza a leerlo.
—Voy. No te vayas.
—No me voy.
Sí, leer Rendición me reconcilia con Loriga tras su última novela. ¿Qué pretende ser en realidad? ¿Una parábola de la diferencia? ¿Otra? ¿De verdad se parece a Kafka y a Orwell, como dijo el jurado que le dio tan suculento premio (¡175.000 dólares!)? ¿No es más cierto que hay un intento de Huxley y su mundo feliz y un arranque a lo Cormac McCarthy)? ¿Es verdad que es tan buena como dice todo el mundo?
—Pues tú dirás si no, personaje.
—Trataba de “decir”, creador. Es una buena novela, no hay duda.
—¿Nada más?
—¿Te parece poco? ¿Decir que algo es bueno es poco? ¿Qué hay que decir, que es genial? No es genial. ¿Cuántos genios hay cada siglo en Literatura?
—Pocos.
—Pues eso.
—¿Y la otra decepción, aparte de Sábado, domingo?
—Ahora iba a contarlo.
Pero antes, retomo algo que pude haber escrito en su momento sobre el libro. Venía a decir:
“Leo a Loriga, Sábado, domingo. Título que sorprende pero que una vez metido en la historia está muy bien. Tiene una prosa limpia, sin esos tropezones permamentes de los escritores difíciles. Loriga es fácil y se esfuerza por serlo, aunque no se acuse dicho esfuerzo. Hay quien llama a la prosa limpia elegancia. Es posible, aunque la elegancia en literatura puede ser muchas cosas: desde el silencio hasta los insultos”.
—Bueno, no lo dejas tan mal, personaje.
—Nada, creador, nada.
—Habla de esa otra decepción, por favor.
—Voy.
Casualmente, se trata del Premio Alfaguara de Novela 2018, Mañana tendremos otros nombres (creo que no hace falta decir quién lo edita), de Patricio Pron. Ya el título es pretencioso para una obra de amor más. Me he aburrido como pocas veces, pero he leído el libro entero porque la prosa de Pron tiene un buen nivel literario, sin duda. Le queda mucho por avanzar, por crecer, y eso es lo que más me atrae de este aún joven escritor. Estoy seguro de que ha escrito un buen número de libros mejores que este, que me ha hecho ver que quizá sea yo el aburrido, que leo sin ganas y que juzgo frívolamente todo lo que cae en mis manos.
—Tampoco seas tan duro contigo mismo, personaje. Eso me corresponde a mí.
—Es que me fastidia mucho que gente que me cae simpática no escriba los libros que me gustaría leer.
—Suerte tienes que te lee poca gente, personaje.
—También tú la tienes, creador, también tú: te ocurre exactamente lo mismo.
—¿Algo más por hoy?
—Sí. Voy.
Algo por lo que debí empezar este artículo. Me ha gustado especialmente Poesía reunida, de Bolaño (también editada por Alfaguara, ¡vaya racha!). No estuve al tanto quizá, pero no vi reseña alguna de esta obra publicada por primera vez en España en agosto de 2018. No sé por qué a la poesía se le sigue dando poco espacio en los periódicos. Todo el mundo dice que la poesía es la esencia de todo, y la prensa y el resto de medios de comunicación se olvidan de ello. Tal vez porque la prensa nunca va a la esencia de las cosas, no hablemos pues de las redes…
Bolaño tiene poemas menores y muchos de extraordinario nivel, aunque sólo sea porque poema su vida como pocos y algo que, como en su caso, se pierde tan pronto, hay que saber asirlo a cada segundo. Él supo mientras pudo.
—Hoy no me estás gustando nada, personaje.
—¿Por ser criticón?
—Quizá.
—Sólo hablo de libros, ni entronizo ni atormento a escritores, como hacen algunos voceros de toga y birrete plúmbeos.
—Pero puedes dañar.
—Daño es lo que pudo hacerle precisamente Pron a Màxim Huerta cuando en uno de sus libros trató de demostrar, y creo que quedó bastante bien argumentado por su parte, que Huerta no es un escritor, sino otra cosa, algo así como alguien que junta palabras. Qué facilito fue lo que hizo Pron y qué gratuito. Como si Huerta no tuviera el derecho a escribir. Que es malo y que lo leen miles de personas que nunca leerán a Pron… ¿Y? Así es el mundillo editorial: tanto vendes, tanto vales. ¿Hay algún otro mundillo que no sea así?
—Sí, en esto último tienes razón. En lo de Pron y Huerta no sé, yo no leí la reseña que pareces citar. ¿O fui yo quien te contó todo esto? Esta bipolaridad creador-personaje me está volviendo tarumba.
—¡Pero no me mates! Como hacen muchos escritores con sus personajes más queridos.
—No pienso hacerlo.
—¡Uf!
—…al menos de momento.
—¡Ah!
—Tranquilo. Háblame más de Bolaño. Sabes que tengo predilección por este escritor.
Como para no tenerla. Espero como agua de mayo —al menos del “mes de mayo” anterior al actual cambio climático— que se publiquen esas 10.000 páginas de diario que dejó escritas. O eso leí que así era. Me parece que ya muy iniciada la lectura de su poesía vine a pensar: “Poemas de Bolaño. Mejor esta parte del libro. Más centrado el lector, seguramente. Ducha y de nuevo poemas. Me disperso y no sigo. Ahora que los poemas me llegan, me gustan, me embolañan una vez más, como la prosa en su tiempo. Aunque sé que volveré a la prosa, para releerla, para observar como desde una celda su magia inalcanzable”.
—Esto me convence un poco más, personaje.
—Sí, no se puede ser torpe sin interrupción.
—Ja, ja, ja. ¡Sí, eso es!
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