Las mujeres, o algunas de ellas, se casan con los caballeros pero se enamoran de los truhanes. Leí eso hace muchísimos años, ya no recuerdo dónde, y se me quedó en la cabeza. O tal vez no lo leí de nadie, sino que lo escribí o lo dije yo mismo. Cualquiera sabe, a estas alturas. Lo que importa es que mía o de otro, como todas las generalizaciones, supongo que también esa resulta falsa, o inexacta, o exagerada. Pero esto no le quita, de algún modo, su puntito de verdad. Cuando vives lo suficiente, acabas comprendiendo que todo en la vida, hasta las mayores contradicciones o barbaridades, tiene ese puntito de verdad. Su lado por donde agarrarlas.
Me acordé de eso ayer cuando, mientras ordenaba o destruía papeles viejos, encontré una hoja con membrete del hotel Bristol de Buenos Aires, donde me alojé al llegar a esa ciudad en mi primer viaje como reportero a la Argentina, a mediados de los años 70. El Bristol era un hotel agradable con vistas a las palmeras y sauces de la plaza San Martín, y en él nos instalamos un periodista francés, al que llamaré Philippe, y yo, mientras preparábamos un viaje a la zona más austral del país. Nos acompañaba, alojada en el mismo hotel, una señora muy atractiva, funcionaria del Estado en Ushuaia, que debía guiarnos en el viaje. El papeleo y la burocracia nos retuvo una semana en la ciudad, y no teníamos otra cosa que hacer que comer, cenar, tomar copas oyendo tangos, e irnos a bailar de vez en cuando.
A la señora la llamaré Mirta. Era morena, simpática, muy agradable. Treintañera y casada con un militar o un marino. Yo tenía veintipocos años y no era insensible a su atractivo. Cuando salíamos a cenar o bailar los tres, ella me prestaba cierta atención. Yo estaba en la edad adecuada, era un chico razonablemente educado y cortés, mientras Philippe, por su parte, era un marsellés maduro, simpático pero vulgar. Grosero, incluso, en cierta clase de bromas. Le decía a Mirta inconveniencias que me sonrojaba escuchar. Cuando bailaba con ella la apretaba de modo tan inconveniente que la hacía sentirse violenta. Incluso le manoseaba el culo. Y una vez, estando ella de pie y él sentado, la agarró por un brazo y la hizo de un tirón sentarse en sus rodillas, lo que hizo que Mirta se enfureciera. Aquel día, lo recuerdo bien, estuve a punto de arrimarle una hostia al franchute. Yo estaba indignado con su actitud. Alguna vez se lo dije a solas, pero él encogía los hombros y se reía. Le importaba un carajo.
Me debatía entre contradicciones. No era tímido en absoluto y llevaba tiempo rodando por el mundo; pero había reflejos automáticos, fruto de la educación y de lo que entonces yo consideraba sentido común, que se imponían. Cuando bailábamos, cuando conversábamos, Mirta me mandaba señales adecuadas, o así lo entendía yo. Pero era una señora casada, pensaba al mismo tiempo, y además formaba parte de mi trabajo. Me parecía inconveniente mezclar las cosas, violentar lo que yo creía eran las reglas; así que todo el tiempo procuraba mantenerme en los límites del decoro y no ir más allá. Portarme como un caballero, o como entonces yo suponía que era eso. Ni siquiera una noche que ella y yo paseábamos por la Costanera después de cenar, cuando le di fuego a un cigarrillo y acercó mucho el rostro a la llama del encendedor y al mío, no hice otra cosa que deslizarle un beso suave en la comisura de la boca, que ella acogió con una sonrisa dulce. Al día siguiente, tras pensarlo mucho, me disculpé como un idiota. Mi padre estaría orgulloso de mí, concluí satisfecho. Una señora casada, elegante, respetable y tal. Funcionaria del Estado. He quedado como un caballero.
Dos noches después, subiendo a mi habitación, me encontré con Philippe saliendo de la de Mirta. Se sorprendió al verme, pero de inmediato compuso una sonrisa canalla, muy de las suyas, y me guiñó un ojo. «Salut, mec», dijo, y se alejó riendo. Saludos, chaval. Casi cincuenta años después recuerdo bien aquel guiño humillante, aquella risa y aquellas palabras. Fue una de las muchas lecciones que me iba ofreciendo la vida, y creo que resultó útil. Nunca volvieron a guiñarme un ojo ni a reírse de mí de aquella manera. Quizá de otras, claro, pero no de ésa. Cuando vives rodando por el mundo mochila al hombro, entre Philippes y Mirtas, acabas aprendiendo rápido. Comprendes, al fin, a qué se refiere Gloria Swanson en la película Esta noche o nunca cuando, tras pasar la noche con el apuesto Melvyn Douglas, susurra con un suspiro feliz a su mejor amiga: «Es un caballero… pero no es un caballero».
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Publicado el 23 de abril de 2022 en XL Semanal.
¡A la mierda! Yo no comulgo con eso: se han reído de mí y lo seguirán haciendo en el futuro, tal vez, pero, como Cyrano, mi penacho seguirá incólume y sin mancha (Y alguien entenderá, como yo entendí, a qué se refería Ronsard con ese último verso de su poema).
Rostand, no Ronsard.
Te volvería a pasar: El hombre -ya como caballero*- es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.
*Como dama se multiplica.
¡De qué te arrepintieras o arrepintieses, o te arrepintieres?
Aquí no hay género que valga. A toda la gente se le puede aplacar la canción de Julio Iglesias: Soy un truhán, soy un señor. Soy una truhana, soy una señora.
Yo, cubano, llegué a Alemania siendo un caballero. Soy hijo de viejos y por eso he mantenido la compostura.
Con el tiempo y después de haberme perdido algunas aventuras que habrían valido la pena, me he deshecho de ess fardo pesado.
¡Y Ay! Debía haberlo hecho antes
Pues yo no fui un caballero y ¿de qué me sirvió? Posarse en muchas mujeres es una mentira cochina (nunca mejor dicho), avejenta el alma y la llena de recuerdos viciosos que sólo sirven para estorbarla en la madurez, aún cuando uno haya encontrado finalmente el amor definitivo.
Como me recuerda mi juventud.Cuantas oportunidades así deje pasar por la educación recibida,que a veces debí ignorar.
A como dice q era el otro yo me hubiera quedado con usted !!!!!
Cruenta historia nos cuenta y no nos cuenta usted, don Arturo. No queda claro quien era el canalla: el francés, usted o… quizás el marido. Mirtas haberlas haylas y, como de la peste, huir se debe, aunque uno sea un canalla o no lo sea. A generalizaciones contrario soy por principio.
asi como esa no, pero otras cuantas veces me ha pasado!
Lo único bueno que tienen los lunes son los artículos del amigo, y éste no es una excepción. Y que no dure lo que dura dura! Un abrazo!
La mayoría de las mujeres se casan con un caballero que, al final, resulta ser un truan.
Perdón, me he olvidado la H.
No generalice. Será el caso de su padre, no del mío.
Ciertamente, es una generalización y, como todas, incluso ésta, peligrosa, pero tampoco está falto de razón, a mí, como a muchos, que vamos por la vida de caballeros, nos ha pasado algo así.
No me lo creo.
Pero esa señora habrá recordado ese beso toda su vida.
Sí, el beso y el polvo del francés
No ha descubierto nada. Era una golfa y pasó por las manos de un golfo, como consecuencia de que el caballero no transigió. Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra, cierto, pero al pan, pan, y al vino, vino. Una cosa es pasar una noche rúbrica y otra compartir las cargas del matrimonio y la crianza. Para lo primero se elige al caballo o yegua mejor enjaezado; para lo segundo, hay que buscar un camarada que sepa que va a la guerra, no a un asqueroso banquete con derecho a roce. Vamos, lo que han dicho toda la pta vida los curas de pueblo -los de antes-, sin demasiado éxito.
Recuerdo al mejor de todos los caballeros, tratando a prostitutas como señoras y lo prefiero ciertamente, prefiero perder
Me too.
Por ser pragmático :
ella ya estaba dispuesta a ser infiel, si no hubiera sido con usted, al final fue con otro.
(sí, a todo hombre que se considera un poco digno nos ha pasado, es parte del aprendizaje).
Ella sabía latín y el otro era filólogo. No hace falta tener canas. Sería interesante conocer qué conclusión sacó ella entonces, y qué pensará hoy. El tal Philip era el típico ‘live fast, die young’. Yo prefiero llegar a viejo y pisar charcos con los nietos.
Ya lo dijo Madonna, al cumplir los 60: «Uno llega a cierta edad en que prefiere quedarse con la culpa que quedarse con las ganas»
La vida nos da sorpresas, sorpresas nos da la vida. Ante estas situaciones los hombres podemos actuar de dos formas, dejándonos llevar por nuestros impulsos cazadores, o nuestros impulsos como caballeros; pero ambos, para los que no somos salvajes, tienen sus consecuencias; todas nuestras decisiones en la vida tienen consecuencias, no son gratuitas.
Definir qué es lo correcto o incorrecto, nadie puede afirmarlo, porque dependerá del tiempo siguiente, que pueden abrir múltiples caminos impensados. No obstante, la vida solo nos permite transitar un único camino, que puede ser: bueno, malo o regular, no lo sabemos, porque es el único e incomparable.
Pero permítanme contar mi experiencia: más de una vez, cuando joven (que es el momento en donde no se piensa mucho en las consecuencias) algunas oportunidades me convertían en cazador… pero mi mujer me esperaba en casa. Y entonces, alguien o algo, transformaban mi ímpetu de cazador, en padre y esposo.
Con seguridad digo: que no creo haberme equivocado de camino, y hoy ya grande, poseo una mujer, la mía, y un hogar, el mío. Pero esta es solo mi experiencia, aún no se escribió un manual que enseñe: «Cómo vivir», por lo cual, cada uno posee la libertad de elegir el camino; pero también debemos comprender que muchas veces, elegir aquello que nos gusta y reconforta, puede lastimar a aquellos que nos acompañen y nos quieren.
Es frecuente observar a mujeres u hombres que viven su vida sin interferencias, es decir, los primeros a considerar en todas sus decisiones son ellos; después vendrán los demás.
Son formas de ser y proceder; tanto en el mundo; como también, allí, bajo las sábanas, en donde no se habla de literatura, ni de buenas costumbres, allí el lenguaje corresponde solo a la milenaria atracción salvaje, que satisface en el momento, que en el mejor de los casos no queda nada, y por lo general dejan solo lastimados, tanto ausentes como presentes.
Pues yo debo confesar que tengo vetada la entrada en el reino de los cielos, rehusé unirme en carnal ayuntamiento con dos damas a la vez cuando éstas me lo propusieron, estaba perdidamente enamorado de una de ellas, a la que sorprendí un par de meses después con un amigo no tan escrupuloso. Lo peor fue oir aquello de «no es lo que parece».
Ya veis, que triste relato y que cierto aquello de: polvo que no se echa, polvo que se pierde irremisiblemente.
Esto ha sido como lo de las bodas de Caná: los mejores vinos al final. Muy buenas las contestaciones y argumentos, cada uno de una postura al parecer opuesta, de Roger y Francisco Brun.
«Prefiero una tarta compartida que una mierda para mí solo.»
Salvador Dalí
Xavier Cugat decía algo parecido cuando le preguntaban por la diferencia edad con sus esposas, por si éstas, sobre todo conforme envejecía, le ponían los cuernos: «Es mejor un bombón para dos que una caca para uno».
Es que… yo dije lo que escuché de lo que me dijeron que dijeron. Muchas gracias por enseñarme a tomar más en cuenta a internet, que a mis amigos fachas, como Dalí.
Alguien me dijo una vez “el hombre/mujer solo se arrepiente de lo que no se atreve a hacer”
Hay quienes hacen de todo, incluido el sexo, una aventura al más puro estilo Indiana Jones. En lugar de caerte un alud o que te ataque un cocodrilo pues te puedes cargar una relación, causar dolor, perder un trabajo o estar incómodo en él… etc todo por subir una montaña, cruzar un río desconocido…
Luego estamos nosotros, los jueces de los comportamientos ajenos: esto si, esto no, cuando encima lo que haga cada quien en un hotel no nos impide hacer nuestra vida.
He entendido el mensaje, lo he vivido muchas veces por no decir todas, pero elegí ser dama, no se es o se deja de ser, es una elección, pues ni por asomo significa ser aburrida, o encerrarme en un corset, ni he estado con caballeros que lo fueran o encerrados en un sombrero de copa. Pero es que hay algo que me gusta mucho y que es diferente a la aventura o al placer, que sabe a gloria y a honor: reírme la última.
El truhan y la truhana de facto u ocasionales tienen cosas que vivir y entender juntos, se necesitan, por tanto se encuentran. No son peores, pero cuando se ríen de los demás, solo son algo tontos porque también y para colmo nos juzgan, ni se imaginan lo bien que lo podemos llegar a pasar y encima sin graves consecuencias. Adrenalina también es llegar a los confines de otro ser humano o que lleguen a los tuyos, y eso no se consigue en un rato o saltando de persona en persona.
Pero valientes y pacientes no somos todos, ni falta que hace.
Creo que fue en una novela de Javier Marías que leí algo más o menos parecido a esto: «la mayoría de las parejas que perduran en el matrimonio, nunca olvidan a sus verdaderos amores imposibles»…
¿y??? ¿ por qué hay que olvidar? no hay necesidad, es muy distinto del amor verdadero, el que sea queda, esto es: el real.
Jajaja, Soy argentino, y marino. Sólo muy pocos años menor que vos. Viví a mis 22 años algo demasiado similar, poco antes de marchar a la Guerra de Malvinas. Tenía relación de trabajo con ella, que descaradamente me acosaba siendo yo su jefe. Pero mis convicciones de Caballero del Mar, sumadasa un viejo dicho de mi Armada que reza…»Donde se come no se c…» me impulsaron a hacerme el desentendido de semejante persecución. Cuando ella finalmente se cansó de mi caballerosidad y corrección, eligió al siguiente de sus blancos y comenzó a pavonearse con él delante mio. Fue una enseñanza dura pero oportuna.
Me encantan estas historias Sr Perez Reverte. No ha pensado en escribir un tomito de novelas cortas?
He leído novelas de ese tipo de Cervantes, Camus, Goethe, Somerset Maughan (insuperables), Agatha Christie y algunos más.
Quizás por existir las Mirtas (respetando su derecho a hacer lo que les dé la gana), el amor está devaluado.
Las personas se emparejan por diversos motivos entre los que no figura un sentimiento profundo de amor, respeto y conocimiento del otro.
A unas cuantas, entre las que me encuentro, siempre nos han gustado los caballeros que se comportan como tales desde el principio hasta el final.
Quizás por eso, hemos tenido la fortuna de conocer hombres caballerosos y disfrutar del amor romántico y verdadero que perdura en la memoria.
Acabo de leer una frase de Luis Eduardo Aute que dice, más o menos, el sexo sin romanticismo no es más que aerobic genital.
Vieja ton… y cín…ca. Sabrá Dios de los truhanes que te has enamorado…