Si hubiera que resumir en pocas palabras una obra tan peculiar y original como La bigornia, de Mario Crespo López, podríamos hablar de un viaje en el tiempo, hacia un pasado en peligro de caer en el olvido. Si ya narrar nuestra propia peripecia vital para tratar de sostener el recuerdo resulta complicado, aquí asistimos a un más difícil todavía: contar los acontecimientos, esfuerzos, proezas y asombros (bigornias) de un Santander de tiempos de los bisabuelos y abuelos. Era conocida la faceta de Mario Crespo como profesor de instituto, historiador, Académico correspondiente de la RAE, investigador minucioso que se embarcaba en proyectos como las biografías de Menéndez Pelayo, José María de Cossío, Larramendi… o que publicaba trabajos críticos sobre Ferlosio, Delibes, Pombo o Félix de Azúa, pero en La bigornia nos encontramos con un giro hacia lo personal o lo literario-cercano, quizá en un deseo de entender los orígenes propios para entenderse a sí mismo, saber de dónde venimos y las circunstancias que dieron lugar a quienes ahora, como él mismo en nuestro siglo XXI, habitan esa misma tierra y recorren los mismos espacios tantas décadas después. Es, por tanto, una regresión, una travesía en el tiempo, donde no falta la belleza, el interés, la variedad y la gracia. Como el propio cuento de Pereda (Noches de Navidad) que Crespo describe en el trigésimo de sus textos como “un cuadro escénico de costumbres con notable dibujo de personajes”, también este libro de relatos y estampas consigue ese efecto. Ya el subtítulo del libro, Retablo de un tiempo anterior, nos da la pista, pues un retablo es una colección de figuras o tallas de un viejo teatro que comparecen en escena. Al rigor del historiador que, como Heródoto en los inicios de la disciplina, concibe la Historia como un “hacer preguntas”, Mario Crespo usa aquí sus precisas y concienzudas herramientas de investigación, digamos documental, pero también y, sobre todo, acude a la fuente de los relatos orales que aún le llegaron y le llegan, principalmente desde la familia materna. Por esos nortes se dice de un acontecimiento que es “la bigornia” cuando resulta asombroso, merecedor de ser contado y recordado. Y en este caso hay una atmósfera de leyenda familiar y grupal: la evocación de los que se fueron hace mucho, los antepasados que ya no tienen voz pero dejaron huella intergeneracional en la memoria de unos y de otros. Verdades, mentiras, exageraciones, distorsiones… forman parte inevitable de todo lo que contamos, y sin embargo, ese es el material con el que se reconstruyen los viejos acontecimientos. Las historias de la vida, nos dice el autor, abren interrogantes que cuando las personas desaparecen, quedan sin resolver. Quien recuerda —comenta él—, miente y traiciona, pero es nuestra única vía posible para comprender algo. Ya advirtió Platón, en el Fedro, de las ventajas y desventajas de lo oral y lo escrito. El filósofo griego hablaba allí de la escritura como remedio (fármacon) y veneno, pues la escritura, fija, queda, permite transmitir conocimientos, combate el olvido, pero a la vez pierde la frescura y el impulso de una narración oral, el acontecer puro de la palabra entonada, tal vez en torno al calor de una lumbre. Crespo se vale de datos precisos, de fotografías encontradas, casi rescatadas, de crónicas y anuncios de prensa. Escribe con amplia y buena prosa castellana en estos tiempos de vocabularios simplificados y frases telegráficas. Un gran acierto de la obra es la recopilación de letrillas, inscripciones y dichos populares del pasado y la presencia de modos de hablar típicamente santanderinos: “montar un tiberio enorme”, “iban cogiducos de la mano”, “un viejuco campechano”, “un patizuelo” (patio), “torrejas”(torrijas) , “boronas”(tortas de maíz), “atropaban” (reunían o almacenaban), “darse un cole” (lanzarse al mar)… Nos traslada a un mundo de viejos linajes cántabros y apellidos de renombre, hidalgos satirizados por Quevedo (“Hidalgo montañés, tres castañas y una nuez”). En medio de ese rastreo de noblezas y genealogías, Crespo impregna todo el libro de sentido del humor. Seriedad, admiración y guasa son una nota característica de este escritor. Entre los prodigios y asombros se nos habla de la leyenda de un hombre-pez, de personas capaces de llevar una enorme cruz de toneladas para instalarla en la montaña, de un ilusionista contorsionista como Papus, o de sacerdotes que también eran excelentes aviadores. Los legendarios héroes de la aviación tienen un lugar en este libro y dan lugar a textos tan misteriosos y hermosos como Desaparición del sargento Vela, cuyo aeroplano desapareció sin dejar rastro en una travesía Burgos-Santander en 1921. Dentro de la épica, Mario Crespo rinde también homenaje a boxeadores y motociclistas míticos de aquel tiempo, e investiga sobre la llegada a su tierra de las primeras bicicletas, enumerando los comercios en los que se vendían aquellos artefactos Quadrant o Triumph. Nos habla de arriesgadas aventuras accidentadas o de la primera Vuelta a Cantabria en 1925 y hace todo un homenaje a un tío suyo, Javier López, que iba para promesa del ciclismo y olímpico en Múnich 72, pero sufrió una desgraciada caída descendiendo el legendario Aubisque. Era hijo del abuelo “Pisco” también ciclista, que cobra gran protagonismo en el libro como ejemplo de supervivencia y resistencia ante las duras circunstancias y los reveses de la vida. A veces la mirada es más serena o descriptiva, nos relata los avatares por los que pasó la Península de la Magdalena a lo largo de los años, nos sitúa ante la estatua de Don Marcelino Menéndez Pelayo un melancólico día de lluvia, ante una final de la Copa del Rey a la que asistía Alberti, o en plena visita de Lorca con el grupo teatral de la Barraca para recitar y actuar en el Palacio de la Magdalena en 1935. De paso, se vuelve cronista de aquellos otros viejos cronistas que retrataron aquellos momentos únicos en artículos de prensa. Emigrantes montañeses a las Indias que corrieron mejor o peor fortuna, maestras vocacionales, artistas del dibujo, médicos en el exilio, comercios de entonces, modistas y costureras de corte y confección, crímenes nunca esclarecidos, cantantes de ópera, primeras feministas, madres abnegadas, anguleros del Pas, orquestinas musicales, bombardeos alemanes sobre la ciudad, nazis acogidos en diversas poblaciones de Cantabria… historias que discurren con naturalidad y que desembocan en otras como al hilo de la vida, conformando un hermoso cuadro contra los estragos e injusticias del olvido.
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Autor: Mario Crespo. Título: La bigornia: Retablo de un tiempo anterior. Editorial: Tres Hermanas. Venta: Todos tus libros.
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