Cuando Alice B. Toklas se encontró con quien sería su compañera de por vida, la carismática escritora norteamericana Gertrude Stein (1874-1946), lo que más le impresionó de ella fue su voz, según contaría después en su célebre Autobiografía: “En mi vida, tan sólo he conocido a tres genios, y en las tres ocasiones he oído el sonido de una campanilla dentro de mi cerebro. Y la campanilla nunca me engañó (…). En ninguno de los tres casos hubo error. Y así comencé una nueva vida, pletórica de significado”.
Tres genios y el comienzo de una nueva vida quedan sincopados en el título Tres vidas. Así se inicia la Autobiografía de Alice B. Toklas, en realidad escrita por Gertrude Stein en un juego de espejos que hace añicos los límites entre géneros, y así da principio la propia trayectoria narrativa de Stein con el primer libro que publicó en 1909, el volumen Tres vidas, como si se tratase de uno de esos bucles léxicos que la escritora cultivó con maestría irrepetible. No en vano, cuando Alice conoció a Gertrude en 1907, ésta ultimaba Tres vidas, que había comenzado a escribir en 1905, con poco más de treinta años, sentada en su escritorio, bajo el retrato de Madame Cézanne que presidía el salón del apartamento del número 27 de la Rue de Fleurus de París que llegaría a concitar al corazón de la vida intelectual parisina y a los escritores americanos de la que Stein bautizaría como “Generación Perdida”. Allí residía desde 1903 con su hermano Leo, que había adquirido el cuadro de Cézanne en 1904. Inmediatamente, Alice B. Toklas se convirtió en el elemento llamado a reinar en la domesticidad de Stein, y en simétrica justicia poética, un joven Ernest Hemingway, a su llegada a la icónica vivienda parisina años después, también comenzaría por fijarse en una voz, como dejó plasmado en París era una fiesta, aunque en su caso sería la de Alice: “Su compañera tenía una voz muy agradable”. ¿Realidad o un juego de espejos de nuevo, de confusión de identidades?
Tres vidas, el debut literario de Gertrude Stein, lleva el subtítulo de Historias de la buena de Anna, Melanctha y la afable Lena. Son tres historias protagonizadas por otras tantas mujeres de clase trabajadora: dos son inmigrantes y la tercera pertenece a una minoría racial. Aunque las tres historias son independientes, están ambientadas en Bridgepoint, una ciudad imaginaria que recuerda mucho a Baltimore. Otro elemento de cohesión entre ellas iba a ser inicialmente una narradora autorial llamada Jane Sands, que Gertrude Stein modeló sobre su admirada George Sand (de la que también le atraía la coincidencia de iniciales), aunque finalmente descartó ese artificio literario.
En el trío de relatos de Tres vidas, Stein aún escribe en un inglés normativo, sin incurrir en ese estilo característico de repeticiones que buscan adentrarse en la realidad siguiendo un camino de fuera adentro. Como todas las vidas, estas tres concluyen con la muerte, lo que queda patente en la estructura tripartita de la primera de las historias, La buena de Anna, protagonizada por la gobernanta Anna Federner, cuya parte inicial, intitulada, se continúa por otras dos, denominadas “La vida de la buena de Anna” y “La muerte de la buena de Anna”. La historia se entronca directamente con el primero de los Tres cuentos (1877) de Gustave Flaubert, Un corazón sencillo, que también recorre la trayectoria vital de una sirvienta, Felicité, y que Gertrude Stein conocía bien porque en esa época intentó traducirlo para practicar su francés, por sugerencia de su hermano Leo. De hecho, como tributo a Flaubert, Stein valoró titular su libro Tres historias, aunque finalmente se decantó por Tres vidas, que guardaba más fidelidad a la intención autorial. Al igual que en el retrato de Madame Cézanne, ensamblado pincelada a pincelada, matiz a matiz, el estilo de composición literaria de La buena de Anna es postimpresionista, basado en una sucesión reiterada de eventos menores al modo de las imágenes cubistas, cuya aparente redundancia logra el magistral resultado de construir un sólido efecto final.
Melanctha, la segunda de las historias de Tres vidas, es la más larga de las tres, y su génesis está fuertemente influida por otro pintor, como revela la Autobiografía: “Durante las largas sesiones posando (para el célebre retrato que le hizo Picasso), y durante sus largos paseos por París, Gertrude Stein (…) se hallaba ocupada en la composición del relato de negros Melanctha Herbert, que era el segundo relato de Tres vidas, y las vívidas anécdotas que formaban el hilo del vivir de Melanctha, tenían su origen, muy a menudo, en las observaciones que hacía Gertrude Stein mientras descendía por la Rue de Ravignan”. Es la historia que se enseñorea del volumen completo y está destinada a permanecer en el imaginario del lector como la más característica e innovadora de las tres. En la Autobiografía de Alice B. Toklas se reconoce expresamente la importancia capital de este relato en la trayectoria artística de Stein, y además se le entronca con un episodio más lejano en la vida de la autora, cuando estudiaba los últimos cursos en la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins: “miss Stein tuvo que asistir a partos, y con ello conoció a los negros y visitó los lugares que, luego, aparecerían en la segunda historia, la de Melanctha Herbert, de Tres vidas, es decir, la historia donde iniciaría su revolucionaria técnica literaria”.
Matisse y su técnica pictórica, señaladamente aquella del retrato de su esposa titulado “La raya verde” (1905), igualmente adquirido por los Stein para colgar en su salón parisino, fue asimismo una notable influencia para la composición del último de los relatos incluidos en Tres vidas, La afable Lena, que también narra la vida de otra sirvienta, homónima de la que tuvo en Baltimore la propia Gertrude Stein en su etapa como estudiante de Medicina. Cézanne, Picasso y Matisse fueron así el trío de geniales artistas que exhalaron su hálito creativo en el Salón Stein y alumbraron el nuevo camino literario emprendido por la autora en Tres vidas.
La Autobiografía de Alice B. Toklas recoge el momento en el que Gertrude Stein concluyó la composición de Tres vidas, y decidió mostrar el manuscrito a su cuñada: “La lectura de esta obra conmovió profundamente a la cuñada de miss Stein, lo cual causó gran placer a la autora, ya que no podía creer que hubiera alguien capaz de leer cualquier texto salido de su pluma y sentir interés por él”. Esta primera lectora captó intuitivamente que Tres vidas refleja un universo femenino, contado a través de voces de mujer. Gertrude Stein reconoció haber compuesto el libro “de oído”, escuchando las palabras en el interior de su mente, no visionando las imágenes que pudieran evocarle las historias.
Tras un año de negativas, una importante figura en la vida de Gertrude Stein, Mary Bookstaver, encontró en Nueva York un editor dispuesto a publicar el libro, Grafton Press. Para ello, la autora debió correr con los costes de la tirada de 500 ejemplares, 660 dólares. Así, el primer ejemplar de Tres vidas, el libro iniciático de Stein, vio la luz el 30 de julio de 1909.
Aunque las ventas fueron escasas, la obra cosechó importantes críticas, a lo que contribuyó el hecho de que Stein enviase ejemplares a varios escritores consagrados, y granjeó a Gertrude Stein una reputación como escritora. El libro se vio como rompedor y radical estilísticamente, aunque la revolución lingüística y conceptual de Stein aún no había llegado a su plenitud. El editor incluso creyó que el inglés no era la lengua materna de la autora norteamericana. Los patrones de discurso característicos de dos protagonistas inmigrantes, junto con las recurrencias expresivas en Melanctha, en imitación de los círculos en los que gira el pensamiento humano, ayudaron a crear esta impresión. Así lo desgranaría la escritora en su ensayo Composition as Explanation, concebido en el invierno de 1925-1926 como una conferencia para las universidades de Cambridge y Oxford, y publicado ese mismo año por Leonard y Virginia Woolf en su editorial Hogarth Press. No obstante, Tres vidas es la obra de Gertrude Stein que más se enseña en las aulas en la actualidad, al ser más fácilmente interpretable e inteligible que sus títulos posteriores.
La autora buscó conscientemente huir de las convenciones de una narración realista, propia del naturalismo estricto de la época, en aras de una relación no lineal basada en el proceso, lo que se refleja en el empleo de presente continuo o “presente prolongado”, en expresión de la propia Stein en “Composition as Explanation”. Como en el caso de Cézanne, la emoción por el modo de expresión prevalece frente a la emoción por la propia representación de los motivos, y las relaciones entre personajes importan más que la mera noción de verosimilitud. Aunque su representativo poema Sacred Emily fue escrito con posterioridad (1913, y publicado en el libro de 1922 Geography and plays), desde los albores de su obra Gertrude Stein ya manejaba el concepto clave de su escritura, acuñado en el afamado verso “Rosa es una rosa es una rosa es una rosa”, interpretado con frecuencia como “las cosas son lo que son”.
La editorial Sitara ofrece ahora, en una cuidada edición, una meritoria traducción de este texto al español, sin cuyo acercamiento no puede conocerse en su integridad a un genio del siglo XX como fue Gertrude Stein. Su traductora Marta Pérez, recientemente desaparecida, que ha dejado a su paso un emblemático legado de traducciones a lo largo de tres décadas, resuelve con destreza los escollos léxicos de un estilo como el de Stein, inimitable e indefinible, surcado por repeticiones, concatenaciones, cadencia y ritmo, logrando algo que a priori se antoja imposible: que el resultado en español se asemeje fielmente al original inglés. Es la auténtica voz de Gertrude Stein que podemos oír, como una campanilla, al llamar a la puerta de Tres vidas.
Autora: Gertrude Stein. Título: Tres vidas. Editorial: Sitara. Venta: Amazon
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