Orson Welles, que admiraba sin reservas Make Way for Tomorrow (Dejad paso al mañana, 1937), afirmaba que era una película que hacía llorar a las piedras. Su director, Leo McCarey, uno de los más grandes cineastas y también uno de los más olvidados, cuando recibió el Oscar por The Awful Truth (La pícara puritana, 1937), una maravillosa screwball comedy, comentó quejoso que se lo daban por la película equivocada, refiriéndose a Dejad paso al mañana, una historia que llevaba en el corazón. Pero a ver quién es el guapo que es capaz de ver desde el corazón, y a la vez desde el cerebro, 92 minutos filmados magistralmente en el terreno de las imágenes emocionales. Quizás por ello Jean Renoir solía comentar que no había nadie en Hollywood que comprendiera mejor a las personas que Leo McCarey.
Dejad paso al mañana es una película sobre dos seres humanos (interpretados de manera escalofriante por Beulah Bondi y Victor Moore), un matrimonio en su ancianidad, que no renuncian jamás a quererse por mucho que deban separarse por culpa de las circunstancias económicas. Los desahucian de su casa por no poder pagar el alquiler, una huella de la terrible Depresión de los años 30, apenas tienen ahorros, abocándolos a un peregrinaje provisional por los hogares de sus hijos. Sus hijos, cinco repartidos por los Estados Unidos, no saben cómo sostenerlos ni cómo darles calor de hogar y devolverles el amor con que los criaron; en realidad no saben ni les apetece saber qué demonios hacer con sus ancianos padres. Algunos de esos hijos son mezquinos, otros cobardes y otros no pueden soportar las presiones de su familia y cónyuges. Cualquier otro cineasta habría filmado un melodrama lacrimoso o indignado; McCarey filma con limpieza una historia de amor salpicada de ternura, melancolía y una mirada ácida para quien se lo merece. No hay en Dejad paso al mañana un ápice de compasión sino un universo de comprensión y lucidez; si dos personas se aman, se recuerdan y se refugian en ese amor y esos recuerdos, lo demás es muy secundario. El humor humanista, directo, lleno de acuosidad, con que McCarey cuenta la historia de Barkley “Bark” y Lucy Cooper, es la marca de fábrica de un cineasta que jamás hace trampas, ni busca excusas, homilías, tesis o evasivas y evasiones. Si hay alguna película nada complaciente, nada halagadora con un tema o con sus personajes, esa es Dejad paso al mañana. Los personajes, como en casi todas las películas de McCarey, anota el crítico Tag Gallagher, nos interpelan, como hace en un momento dado Lucy Cooper, a nosotros directamente, sin más intermediario que la limpieza directa de un plano y la actuación de una maravillosa actriz que se despoja de esa condición para convertirse en un personaje real, sin ataduras de actuación alguna.
Más allá de cualquier realismo social de combate o de costumbrismo de mesa, camilla y docudrama de tesis, la película de McCarey ahonda tanto en el derecho inalienable a la felicidad, a la resistencia a ultranza a perderla, quizás porque es real la instancia de la Constitución de los Estados que urge a sus ciudadanos tanto al pursuit of happiness como a vivirla, en este caso en un matrimonio de largo recorrido, sin rendirse jamás, confesándose el amor que se profesan, desde los recuerdos y desde la realidad. En sus otros maravillosos melodramas amorosos, Love Affair (Tú y yo, 1938) y An Affair to Remember (Tú y yo, 1957), un personaje advierte de cuán frío puede ser el invierno de la vida cuando no se tienen recuerdos felices; los Cooper atesoran muchos y los ejercen sin complejos.
En un magistral tercio final, Dejad paso al mañana nos muestra a Lucy y Bark reunidos en Nueva York por última vez. Bark se irá en tren a casa de una de sus hijas en California y Lucy ha dado el paso de aceptar irse a una residencia, un asilo para ancianos. Ambos recorren la ciudad rememorando cómo fue su corto viaje de novios cincuenta años antes. Encuentran gente amable y buena, lo que no abunda en su familia. En un hotel cenan y bailan al compás de su canción, una tonada que les calienta el corazón. En la estación se mienten, como enamorados, sobre cómo van a reunirse de nuevo. Bark encontrará trabajo y mandará a por Lucy. Se besan, se abrazan uniéndose en una vida juntos que nadie puede destruir, ni siquiera la cruel vida misma, sabiéndose el uno en el otro. Desde la ventanilla del tren Bark saluda a Lucy. El tren se va y Leo McCarey y nosotros nos quedamos con Lucy, una pequeña figura en el andén, a la que parece abrumar una inesperada soledad y tristeza, seguro que momentánea hasta que recuerde cómo Bark la hacía reír, cómo han sido felices y los recuerdos le hagan más cálido el invierno de una vida a solas.
***
Make Way for Tomorrow (Dejad paso al mañana, 1937). Producida por Adolph Zukor y Leo McCarey para Paramount Pictures. Dirigida por Leo McCarey. Guion de Viña Delmar (y no acreditado, Leo McCarey), adaptando una obra teatral, de Helen y Noah Leary, que adaptaba a su vez la novela The Years So Long, de Josephine Lawrence. Fotografía de William C. Mellor, en blanco y negro. Montaje de LeRoy Stone. Música de George Antheil y Victor Young. Interpretada por Victor Moore, Beulah Bondi, Thomas Mitchell, Fay Bainter, Porter Hall, Barbara Read, Maurice Moskovitch, Elisabety Risdon, Minna Gombell, Ray Meyer, Ralph Remley Louise Beavers, Louis Jean Heydt, Gene Morgan, Dell Henderson, Paul Stanton, Louise Seidel, Ellen Drew. Duración: 92 minutos.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: