Basada en la novela de Rumaan Alam, Dejar el mundo atrás se esfuerza como pocas películas en disimilar sus cimientos. Este thriller apocalíptico narra el fin de América tal y como la conocemos desde el punto de vista de una familia obligada a convivir con otra mientras en el exterior comienzan a suceder fenómenos extraños. El director Sam Esmail, creador de la serie Mr. Robot, desde luego sabe guardarse los ases bajo la manga, aunque estamos ante una de esas películas que se miran demasiado el ombligo.
Existen escenas de suspense aterradoras en Dejar el mundo atrás, y la mayoría no están basadas en la acción o los sustos sino en los terroríficos diálogos proporcionados por Mahershala Ali, un rico inversor que parece conocer mejor que nadie los oscuros mecanismos que rigen el mundo. Lamentablemente, Esmail decide que una película producida por el matrimonio Obama como la suya debe notarse que está producida por los Obama, o si quieren, de disimular cuanto más mejor que estamos ante un mero giro contemporáneo a la (excelente) The Twilight Zone de Rod Serling, o ante un argumento que este mismo año M. Night Shyamalan ha abordado con mayor humildad y no menos eficacia en Llaman a la puerta. De autoconcederse una importancia que quizá tenga, quizá no, pero que definitivamente perjudica la integridad del argumento.
A lo largo de más de dos horas y veinte Esmail hincha su película de conversaciones más pretenciosas que misteriosas. Dejar el mundo atrás es una de esas obras que explican sus propias metáforas, como la del ciervo, que se sienten en la obligación de aclarar que todo lo que vemos es “algo más” que un thriller sino más bien, probablemente, una muestra de moderno nihilismo americano. Menos Rod Serling y más Philip Roth; menos Déjame salir y más American Beauty, por decirlo claramente.
Es por ello que Esmail potencia la desconfianza racial que se profesan los supervivientes (para que resuenen todos los conflictos raciales de la era Trump) y toda la conspiranoia relativa a las clases altas en tiempos de crisis. Herramientas todas ellas legítimas y sin duda necesarias, pero que resultan un tanto venenosas cuando el film no tiene nada que decir “en clave nacional” sino simplemente dejar vivir a sus personajes.
¿Es por ello Dejar el mundo atrás una mala película? No, en absoluto, por mucho que todo fan del género de terror parezca sentirse un tanto aleccionado por el estilo que Esmail se siente obligado a desplegar en una puesta en escena que, por otro lado, evidentemente proporciona resultados. Lo cierto es que la película deja un recadito o dos en cuanto a set pieces a no pocos blockbusters Marvel, por mucho que se abuse de —de nuevo— los planos secuencia interiores a lo Hijos de los hombres, al tiempo que de alguna manera experimenta con la narrativa en capítulos —estamos, al fin y al cabo, ante una película televisiva— mejor que otros títulos “oscarizables» recientes. Si Dejar al mundo atrás durara cien minutos en vez de ciento cuarenta, seguramente algunas de esas características mencionadas más arriba, que son más decisiones deliberadas que lagunas, hubieran quedado absolutamente solucionadas.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: