Del revés 2 podría ejercer de película bisagra para Pixar, estudio acostumbrado a los mayores laureles y lastrado ahora por una cierta crisis creativa, comercial e intrínseca motivada por la necesidad de sacar rédito a sus franquicias, la llegada del streaming y la marcha, en algunos casos obligada, de algunos de sus creativos más fundacionales, caso de John Lasseter. El enorme éxito comercial que está teniendo la película, no obstante, va a ayudar a inyectar algo de tiempo y tranquilidad en la factoría, consciente de haber encontrado en los personajes de Del revés una nueva (y merecida) vía de escape.
Del revés 2 repite el esquema básico de la primera película y, en primera instancia, parece correr ese riesgo de degradación de productos habitualmente excelentes del estudio Pixar. El relevo profesional dentro de la compañía a profesionales menos asentados (el director Pete Docter cede el testigo a Kelsey Mann, el excelso músico Michael Giacchino a Andrea Datzman…) se nota y mucho en ciertos pasajes, que no aportan nada relevante, intenso o distinto a la fórmula original.
Pero la fórmula original ya era en sí misma un acierto (y una repetición) dentro de los códigos de representación Pixar, por lo que se hace necesario contextualizar Del revés 2 y el excelente trabajo a la hora de manejar las nuevas emociones por parte de los implicados. La metáfora original no se ha desgastado y, al contrario, parece revelar que Pixar podría haberse encontrado aquí con una franquicia para nada coyuntural, capaz de crecer con el paso de las edades (de la niña Riley) y las épocas. Que el filme se limite a ampliar el lienzo repitiendo peripecia es, en cierto modo, decepcionante, pero todo lo que tiene que hacer lo hace rematadamente bien.
Porque además, el filme deja inteligentemente la puerta abierta a nuevos desarrollos. Si esta vez la adolescencia suma a Ansiedad, Envidia, Vergüenza y Aburrimiento, el anuncio de otras futuras crea un panorama ideal para seguir amenazando la dictadura de Alegría, y con ello un verdadero mapa de la personalidad humana según el libro de estilo de la compañía, que tiene tanto o más de reflexión intelectual y vital sobre la realidad que de maniobra comercial.
Es por ello que Del revés 2 se sobrepone a su excesiva simpleza argumental, en la que el director Kelsey Mann apenas sabe o puede generar nuevas acciones, y a la propia trama, así como la decepcionante, por escasa, aportación de algunos personajes secundarios. Lo hace a través de un sentido del humor que funciona y una alucinante, por certera, capacidad de dar en la diana en los momentos clave tanto en lo dramático como en lo cómico: esa lágrima que se forma en el ojo de uno de los personajes en un momento clave es un instante abrumador —por conmovedor—, la representación sin sutilezas de un ataque de ansiedad —en el fondo, un villano trágico— y, en la otra vertiente, la incorporación de algún que otro personaje en animación convencional que además rompe la cuarta pared, van conduciendo con agrado al espectador (adulto) por la película.
Quien quiera comprender, que comprenda. Del revés 2 no solo da a entender lo perjudicial de una dictadura de la felicidad (el engaño bienintencionado de Alegría motiva su propio derrocamiento) sino que crea una de las mejores representaciones de una crisis de ansiedad vista en un relato contemporáneo, sin menosprecios o exabruptos. Las peculiares alianzas entre emociones presuntamente negativas que salvan a la chica enriquecen una película que quizá peca de conformarse demasiado pronto en su peripecia, pero que tiene un basamento metafórico tan fuerte y hábilmente plasmado que triunfa en todo lo verdaderamente importante.
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