Es algo que se dice a medio libro: “La cucina italiana non existe”. Pero sí existe, como apostilla a continuación el autor al que en todo caso le cuesta encontrar variedad en ella. ¡Pero quién la necesita! Habiéndola en todo lo demás, añade uno, con permiso. Porque es este un librito que demuestra que variedad, en lo artístico o, al menos, en lo literario, no le falta a Italia. Medio centenar de creadores, la mayor parte escritores y la mayor parte, ¡ay!, (pero, claro), hombres, asoman en sus páginas, en entradas breves, a modo de diccionario, suficientes siempre, como sucede en los diccionarios, delicioso antipasti las más de las veces, que dejan a uno con ganas de más (de hecho, después de esto se ha comprado uno la definitiva biografía de Italo Svevo a cargo de Maurizio Serra).
A partir de ahí, ¿cómo se puede redactar la reseña de un libro tan variado, tan completo? Podría destacar aquí lo que en él se dice de Alighieri, Eco, Leopardi o Lampedusa. Pero eso ya va en gustos personales. O lo que sobre Levi, Petrarca o Malaparte se afirma (y reconozco que he escogido los autores al azar, buscando sobre todo la musicalidad que sus apellidos aportaban a la frase). Porque… ¿a quién le importa que a mí la que más me haya gustado haya sido la entrada de Nico Naldini o la de Pirandello o la de, claro, Italo Svevo? Aquí tiene que haber cosas que gusten a todo el mundo y, si no, puede uno intentarlo con la selecta —y breve— bibliografía que el autor regala al final de cada nombre como si al salir del restaurante el maître te regalara, de la porción que más te ha gustado, el queso completo. Autor que, no hace falta decirlo, pero permítanme que lo haga, no es uno cualquiera, eso es evidente, pero es, sobre todo, tal y como nos cuenta en el prólogo, un enamorado desde antiguo de Italia, y el texto de esa introducción, el proceso de ese enamoramiento, es, a su vez, el antipasti de los antipasti, tal vez lo más delicioso de esta entrega.
Y dejémoslo ya, esta reseña, sobre la que por adelantado pide uno disculpas al editor, porque uno recibió el libro, según, como es su costumbre, figura anotado en la primera página, el 23 de abril y todavía hoy, 29 de mayo, la envía. ¡Ha querido uno demorarla tanto para no dejar tan pronto atrás el libro! Porque, después de todo, hubo que frenar la lectura, leer otros libros, correr unos kilómetros y, con permiso de Pla, hasta comer una tortilla francesa o una sopa, al ver que uno avanzaba devorándolo, atolondrado y excesivo, por miedo a atragantarse, con tanta delicia, y no llegar a disfrutarlo bien, y volvió atrás muchas veces, y leyó de nuevo la entrada de Bassani, Cavalcanti o Goldini. Y muchas veces la de Lampedusa, Pavese o Saba, según tuviera uno el ánimo ese día. O en este lunes postelectoral, de resaca, la de Pasolini, que de Villena comienza así: “La revolución empieza y termina a menudo mal”. ¡Qué epitafio! ¡Qué profecía!
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Autor: Luis Antonio de Villena. Título: La dolce vita. Breve diccionario sentimental de Italia. Editorial: Fórcola. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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